Consumir solidaridad

El Proyecto Kuyapayana, promovido por Cáritas Diocesana, publica un díptico en el que explica de forma clara y sencilla en qué consiste el comercio justo.

Cáritas Diocesana de Cádiz y Ceuta trabaja por el fomento de la fraternidad entre todos los pueblos con el objetivo de construir una sola familia humana, sin pobreza, sin injusticias ni desigualdades a través de la colaboración con todas las regiones del mundo.
Entre sus acciones más significativas existe una opción que sobrepasa las fronteras nacionales colaborando con el desarrollo de los países del sur: el denominado comercio justo. Una forma de comercio “alternativa” que promueven organizaciones sociales y políticas que impulsan una relación “justa” entre productores y consumidores mediante la aplicación de unos “criterios éticos”, lo cual permite a los consumidores adquirir artículos de alimentación, artesanía y textiles de gran calidad.
El Proyecto Kuyapayana, promovido por Cáritas Diocesana de Cádiz y Ceuta, acaba de publicar un díptico en el que se explica de forma clara y sencilla en qué consiste el comercio justo. El término con el que se ha bautizado esta iniciativa procede de las lenguas indígenas Quechua y Aymará, cuya traducción es caridad.
Los espacios dedicados a la venta directa de productos elaborados bajo estos criterios están en el barrio de El Pópulo, en Cádiz, y los puntos itinerantes pueden encontrarse en San Fernando y La Línea. Cáritas apela a la solidaridad de los ciudadanos que, en estos días, pasan sus vacaciones en esta provincia andaluza para que acudan a conocer sus artículos y consuman solidaridad.
En ellos, los voluntarios son los encargados de atender a las personas que se acercan para adquirir estos productos a la vez que dan a conocer el comercio justo y sensibilizan sobre la realidad de los países de origen. La compra “en tiendas de comercio justo conlleva un ejercicio de consumo responsable y de cooperación efectiva con los países del sur”, explica la entidad.
Los productores de estos bienes son artesanos y agricultores principalmente de países del sur que, frente al “abuso” que el mercado internacional hace de su trabajo y sus formas de vida, optan, asumiendo los criterios éticos del comercio justo, por un sistema que “dignifica su trabajo y su vida”.
Los importadores que vinculan a los productores con el mercado internacional son organizaciones que compran bienes a éstos a un precio establecido de común acuerdo y distribuyen sin más intermediarios los productos a los puntos de venta, facilitando la financiación por adelantado de la producción. Además, reciben asesoramiento de distinta índole y organizan campañas de sensibilización.
El comercio justo se rige por una serie de normas entre las que destaca el ingreso de un salario justo al productor por el trabajo realizado; la ausencia de explotación infantil; el respeto al entorno social y medioambiental; la garantía en la calidad de la manufactura certificada por los sellos de comercio justo y el fomento de estructuras de funcionamiento que favorezcan la participación.