He leído con atención un artículo de Najat el Hachmi titulado “Ética de la ficción”. Reivindica que los escritores y los guionistas no son historiadores, pues si viajan en el tiempo debería ser para desplegar las alas de la imaginación. Explica que las obras basadas en hechos reales tienen hoy una dimensión industrial. Sin embargo, resulta poco verosímil que los autores del presente puedan tener un conocimiento omnipotente sobre hechos que no han vivido directamente, nos dice. Pero, cuando no hablamos de escritores, ni de guionistas, sino de informadores, la cuestión cambia. El relato ha de basarse en hechos reales.
Es lo que ocurre cuando, por ejemplo, se informa de que la OCDE ha elevado de nuevo sus predicciones de crecimiento para España, situándolo en un 3% para 2024 y en un 2,3% para 2025, cifras muy por encima de lo calculado por el Gobierno y cuatro veces superiores a la media de la eurozona y que el factor que tira del carro de la economía española es la demanda interna. Esto son hechos reales, no realidad paralela.
También ocurre cuando se nos informa de los datos del desempleo y el empleo en España del último mes de noviembre, y el primer sindicato del país, Comisiones Obreras, nos explica que se mantiene la creación de empleo y que la afiliación media a la Seguridad Social, aunque baja en noviembre, aumenta en términos desestacionalizados comparables. Y que en términos interanuales el aumento es de 496.389 afiliaciones, alcanzándose un nuevo máximo en noviembre. Y también cuando nos dice que el paro sigue bajando, tanto en hombres como en mujeres. Todo esto son datos reales.
Como también es un hecho real que el preámbulo de la Constitución española recoge que el pueblo español manifiesta, entre otras, su voluntad de “Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo. Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular y proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones….” .
De la misma forma, también es un dato real que hoy, día 6 de diciembre de 2024, en la Plaza de España de mi municipio, Dílar, de la provincia de Granada, la Corporación municipal ha realizado un acto de homenaje a la Constitución Española, con izado de bandera y con la lectura de una serie de artículos de la Constitución por parte de las concejalas y concejales de los distintos grupos políticos.
Y también es un dato real, que estoy escribiendo este articulo para mis lectores, al calor de la chimenea de mi casa, escuchando buena música y pensando en lo bien que nos iría a todos y a todas, si se dejara de mentir y difamar, y nos limitáramos a escuchar a los demás, a contrastar las informaciones que nos llegan y a expresar nuestras opiniones de forma libre y responsable. Es lo que se contiene en el preámbulo de la Constitución, que tanto reivindicamos cuando queremos adornar nuestras propuestas de un cierto matiz jurídico.
Por tanto, como expresábamos hoy a la poca ciudadanía concentrada en el acto de homenaje a la Constitución Española, la convivencia ha de ser un valor supremo de nuestro ordenamiento constitucional que ha de inspirar la acción de todas las formaciones políticas, en particular la de aquellas que se dicen de Estado.
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