Acaba de cumplir 92 años y Concepción Gómez ya sabe lo que es ser tatarabuela. Sus tres hijos, María Concepción, Juan Francisco y Jorge Carrasco le han dado ocho nietos que, a su vez, han incrementado la familia con ocho biznietos y un tataranieto. Son las cinco generaciones de la familia Carrasco-Gómez.
“Mi vida ha sido muy bonita y mi marido era un trozo de pan. No he tenido quejas ni de él ni de mis hijos, era un pan dulce”, comenta Concepción mientras recuerda a su marido, Juan Carrasco, con quien permaneció casada durante 40 años.
Antes de conocer al que fuera su marido, Concepción trabajaba fuera de su hogar, aunque tras su boda se dedicó exclusivamente al cuidado de su familia y también a una de sus grandes pasiones: la costura. “Mi madre se dedicaba a coser los impermeables de los militares, se tiraba hasta las cuatro de la mañana cosiendo con la máquina de coser, la antigua Singer”, rememora Juan Francisco Carrasco, uno de sus hijos.
Su hija, Concepción Carrasco, ha heredado de su madre esta pasión por la costura, la cual empezó a practicar desde muy pequeña. “Tenía 12 años cuando mi madre me enseñó a coser de todo y he aprendido mucho con ella. Ahora me he convertido en la costurera de toda la familia”.
El tercero de sus hijos, Jorge Carrasco, la describe como una persona “luchadora y siempre lo ha llevado a gala”. Pero si hay algo por el que toda la familia recuerda a Concepción es por sus dotes en la cocina. “A comida no había quien me ganara, tenía unas manos que todos venían a comer a casa y me pedían que les preparara alguna comida”, cuenta.
“Era extraordinaria, toda la familia quería venir a comer los macarrones, las albóndigas o, sobre todo, la tortilla de patatas”, explica Jorge.
“Por la mañana se metía en la cocina a empezar a hacer la comida. Nos sentábamos a comer y aunque la llamábamos nunca quería sentarse porque freía el pescado para el segundo plato para que nos lo comiéramos caliente. Al final ella siempre almorzaba de pie y cuando terminaba entraba de nuevo en la cocina para fregar los platos y después la merienda. Todo el día en la cocina”, comenta Francisco Javier.
Los tres hermanos recuerdan haber vivido “una buena infancia”, siempre teniendo en cuenta las dificultades de esa época. “Mi hermano y yo dormíamos en la misma cama, mientras que mi hermana lo hacía con mis padres, en una cama al lado de ellos”.
Las reuniones familiares siempre han sido todo un acontecimiento, aunque para ello se quedaran cortos de sillas. “Siempre he tenido que pedirlas prestadas, no las compraba. Me las dejaba la vecina, me preguntaba cuántos venían y yo los contaba”, rememora Concepción.
Una familia numerosa pero que “siempre entraba”, aunque para ello “algunos se pudieran sentar y otros tuvieran que estar de pie”.
Así es Concepción, una tatarabuela que se siente orgullosa de esta numerosa familia que la adora.
Raquel Carrasco y Daniel Pino son dos de los ocho nietos de Concepción. En sus rostros se aprecia a la perfección el cariño que sienten por su abuela a la que describen como una persona “muy cariñosa”, pero también “estricta, porque no salíamos hasta que hacíamos bien las cosas o nos comíamos todo”, comenta Raquel.
Estos dos primos, que prácticamente se han criado “como hermanos”, hablan de lo unida que se ha mantenido siempre la familia y recuerdan divertidos como María Concepción (madre de Daniel y tía de Raquel) siempre los vestía igual. “Mi tía Conchi nos hacía los trajes iguales, uno para niño y otra para niña e incluso cuando íbamos a la Feria nos ponía trajes iguales, solo que adaptados a niño y niña. Por ello siempre han pensado que éramos hermanos”, explica Daniel.
Concepción se convirtió en la “abuela de todos” cuando su nieto se trasladó a Madrid para cursar sus estudios universitarios. Hasta la capital se trasladó esta mujer con el fin de pasar algunas temporadas con él. “Era una valiente porque cogía sola el tren a los 60 años para ir a una ciudad que no conocía, pero se iba a comprar para hacernos la comida. Mis amigos venían a comer a casa porque era la abuela de todos y aún tengo amigos que, años después, me siguen preguntando por ella”, rememora Daniel.
La cuarta generación de esta gran familia está formada por ocho biznietos. Dos de ellas son Lucía de 9 años y su hermana Paula de 7. Hijas de Daniel Pino, residen en Madrid pero confiesan que les encanta venir a Ceuta para visitar a su bisabuela Concepción. “Como está tan lejos no la puedo ver todos los días, por eso me hace mucha ilusión venir”, comenta Lucía.
Su hermana pequeña, Paula, se refiere a su bisabuela como una persona “muy cariñosa” y a ambas les encanta jugar con ellas “a tirarle los globos de la Feria y que nos los devuelva”.
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