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“Con el techo en los talones”

Así se quedó una mujer que vive sola con sus tres hijos en la zona de las Carmelitas en una casa de alquiler que pagan los servicios sociales. Teme que vuelva a pasar.

El techo de la habitación donde duermen los tres hijos de Erkía Laarbi se vino abajo la tarde del miércoles. Estaba junto a ellos en el salón contiguo merendando cuando un estruendo les hizo sentir pánico. “Llevo tres días sin dormir ni comer. Podrían haber muerto, y ahora una brecha señala también el techo del salón. Tengo miedo. Necesito ayuda”. Y comienza su historia. Un abuelo que murió de un tiro en la defensa de Franco. Madre musulmana, padre cristiano alcohólico, cuatro hermanos, uno de ellos enfermo. Se casa con un marroquí y se va a vivir a Ketama con él.
Sufre malos tratos. Regresa embarazada a casa de su madre. Perdona a su marido. Vuelve con él y se van a vivir a Castillejos. Vuelve a sufrir malos tratos y termina de nuevo en casa de su madre asustada porque la enfermedad mental de su hermano termina en palizas a sus hijos y ella con ellos en la calle. “Los Servicios Sociales se ocuparon de nosotros y aquí estamos desde hace ya varios años sobreviviendo con mis trabajos esporádicos como limpiadora y la ayuda de las parroquias y Asuntos Sociales o de mi madre si no tengo para comer”.
Y comienza la retahíla de argumentos que recita condenada: “No quiero un palacio, tan sólo una casa, un techo, sin más. Hay viviendas que ocupan marroquíes que no saben ni hablar español, y yo que soy ceutí no tengo derecho a nada”. Un obrero llega a la casa para reparar el techo. Lo envía la propietaria que alquila el inmueble y que la consejería paga religiosamente cada mes. Cuesta 400 euros. “Me han dicho que se declare en ruina y que me quede en la calle, pero que al no tener trabajo es complicado que tenga derecho a una casa. Tan sólo quiero estar tranquila sin miedo a que me caiga todo encima y mate a mis hijos esta ruina de casa”. Lamenta que ni siquiera se hayan interesado por ella cuando fue corriendo a dar parte a los responsables. “Tan sólo unas palabras de apoyo, de no te preocupes que lo vamos a solucionar”. La realidad es que se está solucionando pero ella cree que no es suficiente. Que deben arreglar también el salón. Que se encuentra sóla, sin recursos, asustada y malviviendo. “A mi no me importa, pero cuando hay niños la cosa cambia. El pequeño no ha podido ir a clase porque está enfermo de asma y se ha puesto peor por el susto. Vengo ahora del médico. Quiero un techo. Un trabajo. Seguir adelante por ellos”. Lo que quieren todos.

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