La situación que ya prácticamente se produce todas las noches en la frontera sur es gravísima. A pesar de ello, no he visto ni leído una sola reacción del Ministerio del Interior ni tampoco de la Delegación del Gobierno al respecto. Es como si lo que está ocurriendo en la frontera sur no importara a nadie, a pesar de la envergadura de toda esta situación.
Hablamos de noches en las que entre 200 y 300 personas se echan al mar, en muchas ocasiones con nieblas que se convierten en torturas. Esas madrugadas la Guardia Civil no puede más, no puede físicamente, pero además le está pasando factura psicológicamente.
Porque tener que enfrentarse a diario a situaciones extremas, a noches en las que solo se oyen gritos de desesperación de quien pide ser salvado… eso no lo aguanta cualquiera.
Y esto pasa aquí, en Ceuta. A los interceptados se suman los desaparecidos. Es una auténtica barbaridad, una fila de nombres hechos públicos con sus imágenes de los que nunca más se sabe. ¿Cómo se puede normalizar todo esto?
Lo tremendo, lo que se sale de cualquier normalidad, termina pasando inadvertido. O peor aún, se opta por la postura del desprecio.
En la famosa crisis de mayo nos llevamos las manos a la cabeza por lo sucedido. Hoy, ni siquiera se produce una mínima reacción al goteo constante de entradas, esa presión manifiesta en la que las vidas se ponen en riesgo. No le importa a quien manda, tampoco parece producir una enérgica reacción en la oposición ni dar pie a un pronunciamiento de las antaño activas oenegés.
No sé qué está pasando en este caótico mundo en el que cada vez son más los que piden bajarse del tren ante lo absurdo, la dejadez, el pasotismo y la falta de honestidad para afrontar lo que está pasando sin engaños.
Cerrado por vacaciones, Carmen