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'Comestibles', 100 años de vida en Ceuta

Manuel Fernández es el hombre que está al frente de ‘Comestibles’, pero mucho antes ya estaba su tío, Antonio Rodríguez, de quien heredó el negocio, rompiendo así la tradicional herencia de padres a hijos encontrada en otros lugares de Ceuta.

Fernández se hizo cargo de este pequeño local en 1989, cuando el negocio tenía ya 70 años de vida. Su tío comenzó vendiendo chucherías y comestibles, a día de hoy sigue siendo el tradicional 'Comestibles', pero sin chucherías.

Cuenta Fernández que en la era de su tío cerrar los domingos era obligatorio, algo que ya no ocurre. “No había supermercados como ahora pero tenía que cerrar”.

Como este hombre tenía una relación tan estrecha con sus clientes, si alguien tocaba la persiana, ahí estaba Antonio para suministrarle lo que necesitaran, y la mayoría de las veces fiado, como una buena tienda de barrio de antaño.

En este museo de lo antiguo, también se alquilaban novelas y cómics, muy parecido a los videoclub que vendrían después, pero donde el papel era protagonista.

En cuanto a Manuel Fernández, él quería ser guardia civil, como su padre, pero en una época en la que este Cuerpo del Estado estaba siendo acosado por ETA, su padre, que pasó momentos dignos de olvidar, no quiso que su hijo siguiera sus pasos.

Fue entonces cuando decidió hacerse con el negocio de su tío y mantener la persiana subida, pues tras la jubilación de Rodríguez el negocio habría muerto.

Aunque su tío ya se había desvinculado de ‘Comestibles’, acompañó a Fernández en sus primeros pasos como empresario, para indicarle cómo se trabajaba el oficio, y una vez entendido todo, continuó en solitario.

“Cuando yo empecé todo era distinto a la actualidad. Antes no había peso, todo se vendía a granel, también había máquina para cortar, ahora casi todo viene envasado”, narra.

El pequeño negocio de Manuel Fernández, ‘Comestibles’, guarda mucha historia en su trastienda. Pues un día puedes llegar a comprar una lata de sardinas y terminar jugando una partida de mus.

“Vienen fritos por jugar al mus, me han dado mucha lata con eso, e incluso he cerrado la tienda para jugar con ellos”, cuenta sin poder aguantar la risa.

Relata que “antes” se vendía mucho más, pero como era en pesetas, no llegó a notarse. “Ahora con los supermercados como no vendas bebidas y poco más tienes que cerrar, porque de latas de atún no se vive”.

Esos amigos que llegan ansiosos por jugar al mus también se beben unos refresquitos allí, por lo que hacen gasto en el local de su amigo.

A este espacio tan acogedor y que pareciera recién sacado de ‘Cuéntame’ le queda un año con sus puertas abiertas. Fernández se jubilará el año que viene y el negocio morirá con él. Ninguno de sus dos hijos continuará la historia.

“Mis hijos solo venían aquí cuando mi mujer los mandaba a comprar para la casa”, indica.

En cuanto a sus clientes habituales, “muchos de ellos han fallecido ya”, por eso las ventas también han descendido”, añade con tristeza en su mirada y cabizbajo.

De padre y tío ceutí, Fernández nació en Valencia cuando su progenitor estaba destinado allí, pero con 5 años volvió a territorio caballa del que no se ha movido.

Este valenciano tiene 64 años, dos hijos y una nieta con solo dos añitos a la que le hubiera gustado enseñarle la tienda con algunos años más.

En cuanto a sus clientes, uno de sus habituales y de confianza, José Suárez, más conocido como ‘el caracol’, cuenta que lleva 8 años como en casa en ‘Comestibles’.

“La primera vez vine sin dinero, le pedí fiado, aceptó y me lo dio. Desde entonces soy cliente fijo de este hombre. La verdad es que tiene un gran corazón y el sentido del humor por las nubes. Es un hombre auténtico”, describe sobre este valenciano.

Suárez es uno de los que acude para jugar al mus mientras se bebe una cervecita, “aquí hay muchos clientes, pero la tienda es tan chica que para jugar al mus hay que pedir cita previa, porque hay cola como en el paro”, afirma riéndose.“Esta tienda tiene mucha magia, tiene mucha magia”, insiste Suárez.

Fernández guarda un mural con fotos de muchos de sus clientes antiguos, fotos que podrían colocarse en un museo.

También continúa haciendo las cuentas con papel y boli , ayudándose de una calculadora. Esta manera de hacer te permite fantasear en la calle Brull con un lugar como viajando en una máquina del tiempo.

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