Opinión

Comenzó en una Laguna (I): De los orígenes a 1846

Cuando hace años, visité México y recorrí parte del país, una de las primeras motivaciones, fue conocer su azarosa y sugerente historia. Es muy conocida una popular ranchera titulada Me he de comer esa tuna y su origen no está muy aclarado, ya que algunos atribuyen su autoría al compositor Manuel Esperón y al letrista Ernesto Cortázar, aunque precisamente ellos reconocieron que solo fueron autores de su arreglo musical. Parece ser más certera la opinión acerca de que fue el polifacético catalán, afincado en Hispanoamérica desde niño, Luis Martínez Serrano, quien la recogió del acervo popular y la difundió. No deja de ser curiosa y un tanto anárquica la letra, pero contiene dos evidencias, una de ellas de carácter pícaro erótico recogida en el título y en el texto: “Me he de comer esa tuna”. No se refiere, precisamente, al deseo de degustación del fruto del nopal de ese nombre− especie de higo chumbo− sino al esperado disfrute sensual con la hembra. La otra, es de carácter topográfico: “Guadalajara en un llano, México en una laguna”. Evidentemente, el origen de la capital y consecuentemente de gran parte de la historia de la nación, procede de la colonización, hace siglos, de la laguna Texaco en el centro del país.
La popular canción tuvo amplia difusión a partir de la película con su título, estrenada en 1945, en la cual el popular Jorge Negrete y María Elena Marqués, la interpretaron. Haciendo honor a su letra y por la constancia y evidencia del inicio de México en una laguna, pretendo en el artículo recoger una panorámica histórica de este subyugante país, en la cual los españoles tuvimos significativa presencia. En septiembre del pasado 2021 se cumplió el Bicentenario de la independencia de México. Con motivo de esta fecha y recordando mi estancia en el país, invitado por la Universidad Autónoma de México (UNAM) y otras instituciones, me parece adecuado adentrarnos en solo algunas – por razones de la extensión limitada de un artículo periodístico − pero creo ilustrativas referencias, a su ajetreado devenir histórico. Estarán muy centradas en el protagonismo significativo de la capital de la nación, en el largo proceso de creación y conformación política, económica y social del país.
Situado en América del Norte, cuadriplica en extensión a nuestro país, tiene una forma triangular− para algunos como un cuerno de la abundancia− y visto desde una nave espacial, su superficie puede parecerse a un papel arrugado por el relieve conformado por sierras volcánicas, cañones y barrancos.
Según las investigaciones arqueológicas, ya estaba habitada la zona central del altiplano mexicano hace más de 20.000 años. A partir del siglo I a.C. se fueron concentrando muchos habitantes del valle de México o Anahuac en una ubicación, cuyos orígenes y la étnica de los pobladores, no son muy conocidos y objeto de discusión entre los investigadores, denominada Teotihuacán. El mayor apogeo de la ciudad corresponde a los siglos III a VI de nuestra era, dominando otras culturas que se asentaron en el valle de México. Sin embargo, entre el año 650 y el 900, por una serie de causas, va perdiendo importancia y su ubicación fue ocupada por los toltecas, aunque más tarde se trasladaron a la ciudad de Tollan-Xicocotitlan, actual Tula.
Hacia el 1200 comienzan a llegar al valle central, procedentes del norte, grupos nómadas de origen nahua, que se convierten en sedentarios. De una zona mitificada del norte denominada Aztlán, llegó en el siglo XIII un grupo adorador del Dios Huizilopochtli, conducidos por el sacerdote Tenoch que también pretenden instalarse en la zona y luchan contra los pobladores. Hacia 1299, se establecen en Chapultepec por sus condiciones estratégicas y la disponibilidad de recursos. Posteriormente son vencidos por los Acohuas y tienen que abandonar el territorio. En su peregrinar en busca de asentamiento y según sus antiguas tradiciones, el lugar sería mostrado cuando encontrasen un águila devorando a una serpiente sobre un nopal, especie de chumbera. Así ocurrió, y en 1325 o en 1345, según diferentes versiones, iniciaron en el islote del lago Texcoco, la construcción de su ciudad que denominaron Tenochtitlán. Curiosamente, la imagen icónica del águila y la serpiente, es el símbolo que se representa en la actualidad en el Escudo Nacional del país. Los mexicas, habitantes de la nueva ciudad consiguieron crear una organización y una cultura, que dominó en solo un par de siglos a los pueblos vecinos sometiéndolos a tributos. Unos trece años después de la fundación de Tenochtitlán, en 1337, un grupo de disidentes de los mexicas tenochcas, denominados tlatelolcas− en otro islote situado al norte en el propio lago Texcoco− fundaron la ciudad Tlatelolco. En 1473 fue conquistada por los habitantes de Tenochtitlán y prácticamente fueron dos ciudades urbanamente unidas.
La construcción de la ciudad, se hizo ampliando mediante relleno el pequeño islote atravesado por canales, en cuyos márgenes se ubicaron las construcciones y los edificios. Con las chinampas −una especie de balsas cercadas con cañas y cubierta de tierra− ganaron terreno al lago y produjeron cultivos. Utilizaron la orientación astronómica, presidiendo el centro el Templo Mayor dedicado a los dioses Huitzilopochtli− dios de la guerra− y Tlaloc− dios del agua y la lluvia− a los cuales rendían culto y ofrecían sacrificios humanos. Otros templos estaban dedicados a Quetzalcoatl, Tezcatlipoca y Ehécatl. La construcción de un acueducto abastecía a la ciudad de agua potable, procedente de los manantiales de Chapultepec. Hasta la conquista española la ciudad se convirtió en la más importante y poderosa de la zona.

Según las investigaciones arqueológicas, ya estaba habitada la zona central del altiplano mexicano hace más de 20.000 años

En los primeros meses de 1519, el extremeño Hernán Cortés, desobedeciendo al Gobernador de Cuba, Diego Velázquez de Cuéllar, emprendió por su cuenta una expedición para conquistar nuevas tierras, lo que sería la Nueva España. En febrero de 1519, arribó con sus barcos a las costas de México. Se enfrentó a los nativos totonacas, logrando posteriormente su apoyo porque entendieron que se liberaban de la opresión azteca. Con seguridad, ellos informaron de la existencia de la rica Tenochtitlan. El emperador o tlatoani mexica Moctezuma, que había tenido noticias de Cortés y los españoles- apoyado en alguna tradición que hablaba de la llegada de hombres barbados, como enviados o del propio dios Huizilopochtli- envió embajadores a los visitantes.
Sin embargo, Cortés, plenamente convencido de la idea de conquistar la deslumbrante capital del imperio, ordena en agosto el hundimiento de sus naves, para evitar que algunos de sus expedicionarios abandonen y regresen a Cuba e inicia la marcha hacia Tenochtitlan. Al haberse impuesto militarmente a los nativos tlaxcaltecas, enemigos de los aztecas, consiguió que en septiembre 1519 estos también lo apoyasen en lucha contra los opresores de Tenochtitlan y miles de sus guerreros se incorporaron a sus tropas.
En el trayecto hubo una encarnizada y cruel acción en la ciudad santa de Cholula, que seguía a Moctezuma, de tal manera que el emperador ante el imparable avance de Hernán Cortés y su ejército, decidió evitar el enfrentamiento y mostrarse conciliador. El 8 de noviembre de 1519 los recibió en Tenochtitlan, colmándolos de homenajes y honores. Alojó, distinguidamente, a Cortés en el palacio de Axayacatl.
El españo - en cuya mente solo bullía la idea de la conquista- se dedicó a estudiar la forma de apoderarse de la ciudad y no había transcurrido una semana cuando, aprovechando un confuso complot indígena, el 14 de noviembre, convirtió a Moctezuma en rehén. Tuvo que conceder, por tanto, a los españoles la intervención en diversos aspectos de la vida ciudadana, como la iniciación de la religión cristiana a los habitantes.
A comienzos de 1520, Cortés abandonó apresuradamente la ciudad para hacer frente a la expedición, al mando de Pánfilo de Narváez, enviada por Diego Velázquez para arrestarlo. Dejó a cargo de la ciudad a Pedro de Alvarado. Aunque existe una controvertida explicación histórica de los sucesos, parece ser que con motivo de la celebración religiosa indígena −el 20 o el 22 de mayo de 1520, según las fuentes− Pedro de Alvarado sospechó que era el germen de una rebelión de los mexicas para liberar a Moctezuma y eliminar a los españoles. Lo cierto es que, al contar con una guarnición reducida por la ausencia de Cortés, tomó la trágica decisión de tomar la iniciativa y realizar lo que se conoce como Matanza de Tóxcatl o Matanza del Templo Mayor, sobre una considerable y destacada población mexica.
Cortés, después de apresar a Pánfilo de Narváez, regresó a Tenochtitlan el 24 de junio de 1520 y encontró una población mexica enfrentada a Pedro de Alvarado, por los sucesos del Templo Mayor. En un intento de suavizar la situación, Cortés utilizó a Moctezuma para que calmara a su pueblo con resultados negativos ya que, según datos históricos, el emperador fue apedreado por sus súbditos durante su alocución, por considerarlo vendido a los españoles. A consecuencia de las heridas recibidas, falleció el 29 de junio.
Le sucedió Cuitláhuac, que se mostró beligerante con los españoles. Ante las perspectivas de derrota, Cortés y los suyos pretendieron abandonar la ciudad aprovechando la madrugada de la fiesta mexica, el 30 de junio de 1520. La huida fue un auténtico desastre y murieron centenares, masacrados o ahogados en el lago. La derrota pasó la historia, desde la visión española, como la Noche Triste. Cortés y los sobrevivientes huyeron hacia Tacuba y se dice que el conquistados lloró la derrota, el 1 de julio, al pie de un árbol, un ahuehuete. Aunque no existen justificaciones históricas, que lo acrediten, en la calzada México-Tacuba de la capital, se conserva el ahuehuete donde lloró el español. Con la actual campaña gubernamental de López Obrador, presidente de México, contra la conquista española, se ha cambiado recientemente el nombre Plaza de la Noche Triste− donde está ubicado el árbol− por Plaza de la Noche Victoriosa.
El mandato de Cuitláhuac fue muy corto, ya que el 25 de noviembre de 1520 falleció de viruela. Le sucedió Cuauhtémoc, que a la postre se convirtió en el último emperador del imperio mexica, al producirse la conquista.

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