No seré yo quien pierda el tiempo y espacio en dilucidar si la polémica sobre los comedores escolares cae en la demagogia política o no. No me interesa. Para eso están ellos, para arrojarse los trastos y tardar en dar soluciones. A fecha de hoy, con el cierre evidente de los comedores escolares, todavía no tenemos claro qué se va a hacer.
Parecía que sí, que con el anuncio de la consejera Rabea Mohamed de repartir unas tarjeta-bonos para los escolares que se verían afectados, todo iba a volver a la normalidad. Ahora se nos dice que todavía cabe la posibilidad de que los comedores no cierren en verano y que, de ser así, no habría que dispensar dichas tarjetas.
Que se está hablando de alternativas a estas alturas del curso me parece un insulto. Sobre todo cuando el Ministerio de Educación o la Delegación del Gobierno no han recibido petición formal de la Ciudad para pedirles que esos comedores sigan abiertos los meses de verano. ¿Cómo puede entonces decirse que aún se estudia esa posibilidad si ni tan siquiera se ha hablado del asunto entre administraciones? Resulta grotesco todo lo que está pasando. La imprevisión podría permitirse en otras decisiones, pero ¿en esta? Sí, coincido, suena a indecente.
Desde el inicio del curso escolar debía haberse previsto una mínima organización que garantizara que aquellos niños que se alimentan gracias a estos comedores siguieran disponiendo de una garantía. Simplemente, haciendo los deberes a tiempo, no nos hubiéramos encontrado con toda esta polémica ni con una recogida de firmas que el portavoz del Gobierno considera “folklórica” a pesar de que son muchos los ciudadanos que han estampado en esos papeles su identidad y no precisamente porque el reclamo les suene a fiesta. Más bien todo lo contrario.
La exclusión social es evidente en nuestra ciudad. Quienes no quieren verla, quienes alteran las estadísticas mintiendo sobre la realidad, quienes siguen explotando eso de ‘aquí en Ceuta no se nota la crisis y se vive bien’ disfrutan regodeándose en una miopía social falsa, inaceptable, que amenaza con comernos poco a poco. ¿Se imaginan que llegara el 1 de agosto y la Ciudad estuviera sopesando cómo darle al botón oficial del alumbrado de Feria? Si ahí nunca se falla, ¿por qué sí en lo que realmente debiera importar?