Fue un 8 de noviembre. Hace 3 años que Juan Antonio Ros, Guardia Civil de vocación, de tanto pensar en la muerte, le encontró más sentido que a la vida. En este aniversario de su adiós, entre los versos del Himno de España en sus mentes, compañeros y amigos lo han visitado, demostrando así que la muerte no les robó un compañero, sino que lo inmortalizó en sus recuerdos.
Desde aquel adiós, cada visita a su tumba tiene alma, la de sus amigos que le hablan y acompañan como a un hermano. Eso sí, en sus rostros, la emoción de no poder intercambiar con él un apretón de manos, un abrazo. Aunque ese sentimiento se lo guardan bajo llave en el ático del alma.
En el cementerio, junto a su tumba, aún pueden sentir la sombra de la presencia de Juanito. Como lo conocían sus compañeros. Y es que la memoria es así, suele vestir el pasado. Aunque no se puede percibir en la imagen, los cristales de las gafas de sol de los allí presentes, tienen los cristales empañados, que muestran que hay historias que son difíciles de vivir.
Sin embargo, la historia de Juan también está escrita en las cosas, en los rostros de sus amigos, en la voz resquebrajada de sus compañeros, que un 8 de noviembre más, la amenaza del temporal del recuerdo les hace avanzar hacia la geografía del corazón de Juan Antonio Ros Asensio.