Serían aproximadamente las doce de la noche de los primeros días de noviembre de 1936, cuando las voces de los celadores despertaron a los huérfanos que dormían plácidamente en el Colegio Infanta María Teresa, anunciando un inminente ataque de la aviación. No extrañó a nadie porque tal situación venía repitiéndose con frecuencia, bajando los alumnos a la menor señal de alarma a los túneles.
Se solían escuchar explosiones cercanas, algunas descargas de fusilería, el repiqueteo de una ametralladora, luego el silencio de nuevo y pasado un tiempo prudencial, a la cama, que todavía estaba calentita. Esta vez bajaron como de costumbre a los sótanos y allí estuvieron toda la noche, en duermevela la mayoría de los huérfanos.
Pero nadie había escuchado ni el vuelo rasante de los aviones, ni bombardeo alguno, ni tan siquiera algunos tiros aislados de fusil o pistola. A la mañana siguiente, cuando salieron del sótano envueltos en sus mantas, vieron a unos cuantos camiones de la marca Hispano-Suiza aparcados frente a la puerta principal del Colegio.
Habían traído durante la noche a las alumnas del Colegio Marqués de Vallejo y a las dos secciones, la de jóvenes y la de Huérfanos, del Colegio de Guardias Jóvenes. No el total de los alumnos, porque muchos de ellos se habían quedado en sus casas una vez fi nalizadas las vacaciones de verano, dadas las circunstancias por las que atravesaba el país y la difi cultad de realizar largos recorridos. A las chicas, por las prisas, las acomodaron en las camas de los que bajaron al sótano, cambiándoles las sábanas. Hubo que reorganizar los dormitorios, reacomodando a los del Infanta con parte de los de Valdemoro en el ala derecha de la planta, baja que estaba vacía.
"A principios de 1948 la Asociación Pro Huérfanos se puso en contacto con varias congregaciones religiosas, proponiéndoles la apertura de un colegio para sus huérfanos"
El resto en la segunda planta. Las chicas siguieron donde habían dormido la primera noche.
Varios días después de la ocupación, se organizó una caravana de autocares que transportaban a los alumnos de los Colegios, con la intención de dirigirse a la provincia de Ciudad Real, a un balneario llamado ‘La Fuensanta’, sito en Pozuelo de Calatrava, donde se instalaría la nueva ubicación del Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil.
Una vez terminada la guerra, en el curso 1941/1942, se les encomendó a los hermanos Maristas la dirección de la enseñanza en el Colegio Infanta María Teresa.
El Colegio Marqués de Vallejo abrió de nuevo, siendo gestionado por las Hermanas de la Caridad de San Vicente Paúl, como habían hecho desde su fundación.
En 1946 cesaron los Hermanos Maristas, quedando como director del Infanta el comandante de la Guardia Civil, don Sebastián Sáez de Santamaría y Marrón.
Valladolid tenía un colegio situado en el casco antiguo de la capital, en la calle Torrecilla números 16-18. Don Mariano se ofreció a colegiar hasta 400 huérfanos en su centro particular y seglar. Se acepta por parte de la Asociación Pro Huérfanos de la Guardia Civil, desde 1940 a 1944, con las siguientes condiciones: por la pensión mensual de 125 pesetas por plaza, más 12 pesetas mensuales por gastos menores (medias suelas, tinta, papel, etc.) y 20 pesetas mensuales por médico, campo de deportes, etc. El Colegio se denominaba La Providencia, ‘La Provi’ para los alumnos, donde se estudiaba 1a y 2a Enseñanza. Había en dicho colegio, además de los huérfanos de la Guardia Civil, otro contingente menos numeroso de huérfanos de médicos, y un tercer grupo de alumnos particulares, casi todos hijos de terratenientes de las provincias de Valladolid, Zamora y alguno de Segovia y Toledo.
El capitán de la Plana Mayor de la Comandancia de Valladolid, Enrique Gasulla Alonso, era el encargado de visitar el centro de enseñanza y preocuparse de la marcha de los huérfanos, especialmente del vestuario, visitas a médicos y viajes en vacaciones. La disciplina era severa. Todos los movimientos se realizaban a toque de silbato y en el más absoluto silencio; era una falta hablar o reír en la fi la. Hemos dicho que el grupo más numeroso de nuestros huérfanos estudiaba primaria, unos pocos bachilleratos y, un tercer grupo de mayor edad, estudiaba ‘oficios’, encuadrados en una sección especial dentro del Colegio.
El día 13 de diciembre de 1980 se celebró una cena de confraternidad de los antiguos alumnos de La Providencia en el hotel Sideral de Madrid.
Los que estudiaban ‘oficios’, procedentes de La Providencia, con una cierta independencia del resto de los alumnos, fueron alojados en otro edificio situado enfrente, con la denominación de Colegio de San Luis. Asistían a clase en la Escuela de Artes. Todos los huérfanos de la Guardia Civil que no estudiaban bachillerato, fueron trasladados al Colegio Infanta María Teresa de Madrid, excepto unos pocos que siguieron en La Inmaculada hasta finalizar el curso 1945/46.
Poco más de 20 huérfanos, de los que estudiaban bachillerato, fueron trasladados al Colegio de El Salvador.
Estaba situado el Colegio de El Salvador en la plaza de San Pablo, frente al convento del nombre del santo, donde los huérfanos iban a confesarse los sábados y a oír misa los domingos. El Colegio era propiedad de la familia Enciso, de Valladolid. Se comenta que en tiempos de Felipe II (Valladolid 1527, El Escorial 1598) eran caballerizas reales que, para adaptarlas a las normas que exigía la enseñanza, como es lógico, sufrieron muchas reformas.
Por enfermedad de Agustín Enciso, ejercía de director su hermano político, Adolfo, doctor en Medicina. A Agustín, creador del Colegio, se le llamada cariñosamente ‘El abuelo’. En este Centro permanecieron los alumnos huérfanos de la Guardia Civil los cursos 1944, 1945 y 1946. Algunos de ellos empezaron a prepararse para su ingreso en las Academias Generales de Zaragoza y San Javier. En el curso 1946/47 todos los alumnos que estaban en El Salvador se incorporaron al Infanta María Teresa de Madrid.
A principios de 1948 la Asociación Pro Huérfanos se puso en contacto con varias congregaciones religiosas, proponiéndoles la apertura de un colegio para sus huérfanos. Ese contacto dio como resultado aceptar la propuesta realizada por el padre vicario de los Dominicos (Orden de Predicadores- Misioneros de Ultramar) en la localidad de Ocaña, provincia de Toledo, debido a sus buenas comunicaciones y a la magnífica construcción de sus edificios. El 17 de octubre siguiente empezaron a llegar los alumnos con edades de entre siete y once años. El primero fue Alfredo Borque Palacín.
Tuvo el Colegio como primer director al Padre Fr. Faustino Rengel. Había 136 alumnos huérfanos al iniciarse el curso y a pesar de que siempre se habla de ‘los doscientos’ de Ocaña, nunca se llegó a esa cantidad a la vez, pero en total fueron 238 los internos que por él desfilaron.
La vida para los colegiales era bastante dura. Las clases y los estudios ocupaban la mayor parte del día. Los dormitorios eran naves corridas con una mesilla entre las camas, y en las aulas, al principio, se les iba colocando con arreglo a las edades. Había media hora de recreo por la mañana, otra media por la tarde y una hora después de comer. Tras la comida, si el tiempo lo aconsejaba, los Padres Dominicos llevaban a sus alumnos a las eras. Se jugaba con preferencia al fútbol. 1959 Grupo de alumnos del Colegio Santo Domingo de Guzmán, en Ocaña (Toledo) En el año 1973, en que se conmemoraba el 25 aniversario de la presencia de los huérfanos en el Colegio, el padre Jesús Santos Montes, profesor del Centro, y los antiguos alumnos Manuel Otero Iglesias y Luis Bueno Oviedo, entre otros, se comprometieron a reunirse cada año, como hicieron en el año 1997, cuadragésimo noveno, al objeto de preparar las Bodas de Oro del siguiente, y luego por costumbre reunirse sobre el mes de mayo de cada año. En el año 1954, al clausurarse el Colegio de Santo Domingo de Guzmán, los huérfanos se distribuyeron entre el Colegio Infanta María Teresa y el de Guardias Jóvenes para los que ya habían cumplido los 16 años.
Al no existir plazas suficientes para los alumnos huérfanos en el Colegio Infanta María Teresa, el día 4 de octubre de 1948 se instalaron 50 alumnos, comprendidos entre los seis y diez años de edad, en un colegio de la localidad de Zafra, provincia de Badajoz, cuyo director era Andrés Pro Alonso. A estos alumnos, por la vestimenta oscura que portaban, se les llamaba ‘Los grajos’. Hubo también alumnos de otras procedencias. Estuvieron como internos desde 1948 hasta 1959, aunque en el curso 1955/56 empezaron a ingresar en el ‘Infanta’ y ‘Jóvenes’, como los de Santo Domingo.
En el año 1998, un grupo de antiguos alumnos se reunieron en Zafra al objeto de celebrar el 50 aniversario de su incorporación al Centro, aunque ya habían acudido anteriormente a otros encuentros, como el de 22 de noviembre de 1990, en el que se llegó a organizar un programa especial en la radio local dedicado a los exalumnos del Colegio San Luis Gonzaga. También volvieron en el mes de octubre de 1990. Este Colegio ya no existe, se encontraba en el centro de la calle Sevilla, en el número 23. Hoy es un viejo caserón lleno de recuerdos donde podemos leer la siguiente placa: Colegio San Luis Gonzaga. - Con los recuerdos de niños y el agradecimiento de hombres. - Los huérfanos de la Guardia Civil, antiguos alumnos de este Colegio, al distinguido pueblo de Zafra. - 1948.
Los internos recuerdan con nostalgia la Plaza Grande del pueblo, punto central del casco urbano, con sus 72 soportales, donde jugaban al salir del colegio, antes y después de oír misa.
A requerimiento del Ayuntamiento de Getafe vinieron cuatro Hermanas de la Inmaculada Concepción a hacerse cargo de un hospital asilo de la localidad, ‘El Hospitalito’, el día 23 de abril de 1857. Sobre el año 1859 se abrió el Colegio de las niñas en la calle Madrid. En 1939, al finalizar la Guerra Civil, pasó a la Rama de San José. En el curso 1943/44 ingresaron como pensionistas unas 100 huérfanas del Cuerpo de la Guardia Civil ya fusionado con el de Carabineros, las cuales permanecieron en el mismo hasta el año 1975. Había también alumnas de otras procedencias.
Las alumnas mayores, a su ingreso, tenían unos 15 años de edad; la más pequeña, Pilarín, seis. Hubo también dos niños, Paquito Serrano y Benito, huérfanos de padre y madre. En el año 1958 ya habían salido del Colegio algunas alumnas con la carrera de Magisterio. Una de ellas, Pilar Coscollano, Sor Pilar, fue luego huésped de la Residencia de la calle Santa Teresa de Getafe (y más tarde pasó a residir en Barcelona, por exigencias de la Orden), quien también estuvo en el Colegio de San José de Deusto. Fue una de las antiguas alumnas más efi - caces a la hora de reunir a las compañeras, exalumnas como ella. El día 29 de septiembre de 2007 celebraron el 150 Aniversario de la fundación del Colegio, con asistencia del alcalde, obispo de la diócesis y muchas exalumnas huérfanas de la Guardia Civil.
La parte del Colegio que daba a la calle Madrid se vendió. Hoy lo ocupa una residencia de monjas. La entrada al Colegio está ahora por la calle Velasco número 2, paralela a la de Madrid.
El Colegio femenino de San José en Deusto (Vizcaya), ubicado en la calle Ibarrecolanda, n° 40, estaba regentado por la congregación de religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos (Ursulinas). En él estuvieron 27 huérfanas de la Guardia Civil desde el año 1943 a 1950. Unas alumnas estudiaban secretariado, otras comenzaron el bachillerato, e incluso hubo quienes empezaron a examinarse de Magisterio. El Colegio pasó a ser propiedad del gobierno vasco. En una parte del local quedan algunas religiosas, pero desligadas de la labor docente.
El cabo Alfredo fue el encargado, por la Comandancia de Bilbao, de realizar mensualmente una visita al colegio, al objeto de inspeccionar el servicio de higiene y de las dependencias que ocupaban las huérfanas y comprobaba si la alimentación que les proporcionaban era la adecuada. El cabo no tuvo conocimiento de la estancia de ningún otro colegio de la zona en el que hubiese huérfanos varones.
Colegio “Nuestra Señora del Carmen”, en los Cabos de Pravia (Asturias)
El Colegio lo regentaban las monjas de la congregación Amantes de Jesús e Hijas de María Inmaculada (en los años 80 Hijas de María Madre de la Iglesia). Estuvieron unas 40 alumnas desde el año 1949 a 1985, aunque ya en el año 1971 solo había 11 alumnas huérfanas del Cuerpo. Durante algún tiempo, ese colegio se llamó Camilo Alonso Vega y lo habitaron huérfanas e hijas de personal en activo y otras alumnas de diversas procedencias.
Está construido en la ladera que da al río Nalón. Abierta la cancela exterior, nos encontramos con la residencia de los sacerdotes a la izquierda. Al fondo varios edifi cios corridos, destacando uno de piedra en el que habitaban las monjas. En el exterior de la planta baja hay una placa conmemorativa de mármol, en la que se lee:
Las Religiosas / Hijas de María Madre de la Iglesia / a sus fundadores / familia Valdés de los Ríos y Omaña / así como sus bienhechores / Excmo. Sr. Don Camilo Alonso Vega / Teniente General y Ministro de la Gobernación / Excmo. Sr. D. Miguel Ángel García Lomas / Director General de Arquitectura / Economía y Técnica de Construcción. / En señal de gratitud ofrecen su trabajo /y oraciones por su bien y lo perpetúan en / la inscripción sobre los vetustos muros / de la que fue Casa Solariega, hoy Colegio / de Huérfanas de la Guardia Civil. / Los Cabos (Pravia) 17 de septiembre / del año del Señor de MCMLXIX.
Entre la casa de las monjas y el edificio de aulas hay una iglesia dedicada a San Ramón Nonato, de piedra su parte frontal, un pequeño rosetón como único adorno destaca en el sobrio edificio, encajado con el resto de las edificaciones.
"La vida para los colegiales era bastante dura. Las clases y los estudios ocupaban la mayor parte del día"
En el centro del patio hay una pequeña ermita, de la que sólo queda en pie el edificio en piedra vacío en su interior, que se utilizó como biblioteca también como aula de parvulitas. En la parte de atrás del edificio principal había una piscina y un campo de deportes con sus gradas, además de un gimnasio con potros y cama elástica para la práctica de diversos deportes.
Las alumnas más pequeñas vestían un pichi; las demás, una falda gris, camisa beige y chaqueta azul marino. La comida, como en todos los colegios en idénticas fechas. Eso sí, sopa todas las noches. Por la mañana, tazón de café con leche en tazas de plástico de diferentes colores. Uno de los platos más característicos era jamón de york rebozado. De postre, dos galletas de chocolate. En la festividad de los Reyes Magos les traían a las huérfanas, con cargo a la Asociación Pro Huérfanos, lo que pedían.
Las personas mayores de los alrededores recuerdan con cariño a Sor Covadonga y a Sor Ángeles, ésta última, superiora durante muchos años. Para las más jóvenes, la directora fue Sor Teresa Ramos (Sor Ángela lo había sido antes muchos años). A Sor C. España la recuerda porque conducía el vehículo con el que iban a Pravia a efectuar las compras, a Sor Consolación porque llevaba las labores del lavadero, Sor Dulcenombre tenía su puesto en la cocina, además de Sor Ángeles Riolobo, Sor Herminia, Sor Pilar Pastor, etc. Pero las monjas no daban clases, había profesores titulados como la señorita Lidia o el matrimonio formado por Jesús y Elisa; esta última daba la asignatura de gimnasia a las chicas.
En la actualidad residen en este antiguo centro de enseñanza unas familias de legos, a cuyo frente está Rafael, quien ha suscrito un contrato con el arzobispado de Oviedo para residir en ella e intentar conservar las edificaciones.
En Ayllón, localidad de la provincia de Segovia, limítrofe con Soria, calle San Juan n° 4, cerca de la sierra de su nombre, estaba el Colegio de las Concepcionistas Franciscanas de la Inmaculada Concepción. A él fueron huérfanas de la Guardia Civil desde 1948 hasta 1974, también compartiendo las clases con otras alumnas particulares. Las monjas continuaron en el convento hasta que fue vendido el edificio y tuvieron que trasladarse a un establecimiento de la Orden en Zaragoza.
El convento tenía unos muros muy gruesos de piedra y no había calefacción a pesar de estar en plena sierra. Las clases se caldeaban con una estufa de aserrín; se encendía una por la mañana y otra por la tarde. Comunicaba el convento, a través de un pasadizo, con una bonita iglesia de planta rectangular, de estilo románico. Cada mañana, a las 7:30 horas, pasaban a oír misa. El rosario también era rezo obligatorio todos los días. La superiora era Sor Margarita, a quien las chicas apodaban cariñosamente ‘la gorda’ por sus dimensiones físicas. Los dormitorios eran estilo ‘compañía’. Del techo pendían unas cortinas blancas, sujetas con unas cintas. Por el día, se recogían, y por la noche, se soltaban y quedaba convertido en una habitación para cada una. Las viandas más habituales en el almuerzo eran patatas guisadas con cebollas y un trozo de tocino que no medía más de tres centímetros, y por la noche un huevo duro con vinagre; menos mal que el pan era muy bueno. El cine de los domingos era en el colegio una de las diversiones. Había unos chicos, que venían de un internado cercano, que se sentaban a un lado de los bancos, la gente del pueblo en medio y las huérfanas al otro lado.
Los estudios del centro eran de bachillerato. Se empleaba un sistema denominado ‘libre adoptado’; los profesores del instituto de Segovia venían al colegio a hacerles los exámenes. Para la reválida de 4o curso iban a Segovia.
Los Hermanos Maristas regentaban el Colegio Academia de La Fuencisla, en Segovia, cerca del acueducto. El internado lo componían unos 24 huérfanos procedentes de La Providencia, que la habitaron desde 1943 a 1944. Estaba situado en la calle San Agustín, números 1 y 3. El director era el hermano Vicente. El hermano Francisco era el ‘prefecto de disciplina’. Había campeonatos de fútbol y de tenis de mesa.
El hermano Domingo tenía un trato especial con los huérfanos: era hijo del Cuerpo, su padre tenía el empleo de sargento. Había un hermano alemán, Otto Semme, que estaba siempre contando episodios de su vida. En el lugar donde estuvo el colegio se construyó un bloque de pisos. Los hermanos Maristas se trasladaron a otro sitio.
En el mes de mayo de 1940 ya habían vuelto las alumnas al Colegio Marqués de Vallejo, pero aquellas que deseaban estudiar bachillerato sólo tenían la posibilidad de ir todos los días a Madrid al instituto. No obstante, pasado el tiempo, les ofrecieron la posibilidad de cambiarse a otro colegio llamado La Divina Pastora, ubicado en la calle García Morato (hoy Santa Engracia) de Madrid. Estaba regentado por monjas Terciarias Franciscanas, Misioneras de la Madre del Divino Pastor. Unas 200 huérfanas pasaron por el Centro, entre los años 1945 a 1975. En los colegios de chicas siempre ha habido algún niño pequeño. Aquí también lo hubo, Angelito, que no tardó en pasar al Colegio Infanta María Teresa.
Una vez se accedía al centro, había un pasillo, a continuación estaban la cocina y el comedor. Al lado derecho tenían la capilla. Una escalera conducía a la primera planta, donde se encontraban las aulas y el despacho de la superiora (la madre Marina, la madre ‘Corazón’). Las que estudiaban bachillerato acudían primero al Instituto Beatriz Galindo y luego al Lope de Vega, y las que hacían Magisterio, a la Escuela Normal de Magisterio de la calle Santísima Trinidad.
En la tercera planta estaban los dormitorios, en cada uno cabían unas 15 alumnas, con unas cortinas que separaban las camas para tener así una mayor intimidad.
Una monja dormía en cada habitación, en un pequeño cuarto a la entrada del dormitorio, para atender cualquier incidencia y guardar el orden.
El uniforme era negro con la falta tableada, cuello blanco y medias y zapatos también negros. Para deportes, blusa blanca, falda y pololos azul marino y lacitos blancos en el pelo. La comida y el trato dicen las antiguas alumnas que era de buena calidad.
El teniente coronel de la Guardia Civil, Manuel Eymar, las visitaba mensualmente para saber de sus problemas, les traía alimentos y les informaba de ello para que no pasaran calamidades. Las mayores, de 15 y 16 años, salían de paseo los domingos por Madrid, con los consejos pertinentes, e incluso en ocasiones visitaban algunos de los otros colegios de huérfanos del Cuerpo.
Se editaba una revista en el centro, que se denominaba ‘Espigando’, sobre las anécdotas del propio colegio, y allí aparecían relacionadas las huérfanas que obtenían buenas calificaciones.
En el colegio Salesiano María Auxiliadora, ubicado en la avenida del Lendakari Aguirre, número 75, de Deusto (Vizcaya), en el año 1938 y en plena Guerra Civil, acogieron de forma escalonada un número indeterminado de huérfanos varones, cuya estancia se prolongó hasta fi nalizar los estudios de primera enseñanza.
Este colegio estaba situado en Zamora capital, regido por los Padres Misioneros del Corazón de María. Estuvieron nuestros huérfanos solamente durante el curso 1943/44. Al empezar el siguiente, se volvieron a Valladolid para hacer el séptimo curso y la reválida en el colegio de La Inmaculada, con los Hermanos Maristas. En el curso 1945/46 se incorporaron al Infanta María Teresa para empezar preparación militar (Prepa) y carreras universitarias. El colegio Corazón de María tuvo dos ampliaciones. Una con un edificio anejo y la otra con un edificio independiente, pero en las cercanías, que había sido acuartelamiento del Ejército.
Derruido, su espacio fue ocupado por varios bloques de viviendas. En 1980 el centro cambia de ubicación, aunque sigue con el mismo nombre.
N.R.: El artículo sobre la historia de los Colegios de acogida de huérfanos de la G. C. fue publicado en la revista de la Guardia Civil en el año 2009, siendo su autor el Socio de Honor y Mérito de la Asociación de Antiguos Alumnos de los Colegios de la Guardia Civil y Comandante retirado del Cuerpo, Faustino Ramírez Barreto.
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