Alejandro Sanz pasea a su nueva novia por un Vejer enmaravillado y dormido. No sé si conocen Vejer, pero es tiempo embotellado en cielo. No me extraña que se lo quisiera enseñar, ni que lo disfrutaran. Lo que sí me extrañaría es que fueran las edades a la inversa, entiéndanme que Alejandro tuviera 32 y Raquel 53 porque las mujeres respiramos apariencia. No es que esté mal visto no teñirse-o que incluso algunos lo ven moda- pero hablando en plata siempre encuentras a alguien que te dice…”No estarías mejor teñida” o aquello tan socorrido de “pareces diez años mayor con las canas”. Ellos no, ellos están maravillosos con las canas porque los años no rigen igual para hombres y mujeres, ni ahora, ni por supuesto desde tiempos inmemoriales.
La píldora nos dio la libertad de gozar sin tener que ir con el bombo a cuestas. El condón fue el arma contra las enfermedades de trasmisión sexual. Así que no hay duda de que nos hayamos liberado. Campamos en un mar de tranquilidad salvo cuando nos matan por celos o nos prostituyen porque pueden o nos discriminan con las condiciones laborales. Ya ni siquiera los niños son solo nuestros, porque los nuevos papás se las apañan muy bien para compartir vínculos. La mayoría.
Que haya nuevas composiciones de parejas reconocidas en legalidad, también ayuda porque da perspectivas más amplias. Pero en cambio, las mujeres seguimos atadas a normas tan inalterables e invisibles como el tinte del pelo o la diferencia de edad con nuestras parejas. No digo que no las haya. No digo que no les vaya bien. Solo que son una minoría tan grande como cuando sabíamos que había parejas de igual sexo juntas en armonía, pero ni estaban legalizadas sus uniones , ni tenían los mismos derechos que cualquier otra pareja.
Nos han inculcado lecciones magistrales que seguramente nos llevaremos a la tumba, porque la generación espontánea de estas ideas están entrelazadas con nuestro ADN. De muchos de estos preceptos arcaicos nos estamos librando arrancándonoslos de cuajo de la piel, haciéndonos daño, pero sintiéndonos mejor después. Pero es difícil, ya se lo digo. Como la revolución sexual o meterte en camisa de once varas. Como guardar la talla de las influencers, cambiar de pareja sin llorar, que te importe un haba que tu pareja se vaya con otra y sonreír cuando aún lo amas y no entiendes por qué se ha ido o por qué te regaló flores en vuestro último aniversario.
Las personas somos complicadas. Putin aún más, porque cree en el cielo en Ucrania y no ve muertos- ni desplazados -sino bandera roja, blanca y azul ondeando astas en una tierra que no es suya.
La vida es complicada, las uniones son complicadas. Envejecer aún más. Todo es tan complicado como llenar el depósito e irte a Sevilla con la amenaza de que la autopista va a volver a tener peaje cuando tienes que cruzarla sí o sí.
La generación espontánea no nos sirve para dilucidar nuestro fututo, ni para ver Vejer a su máxima potencia con un nuevo amor sacado de la chistera. Sí para el goce frugal y las canciones. Sí para elucubrar sobre con quién compartiremos amor y cama con las canas bien tapadas, la diferencia de edad amparada en los cánones tradicionales y las ganas destapadas para gozar en propiedad. Alejandro Sanz es un tío de suerte porque a él los cánones le dan igual y se los salta por el forro del impermeable, porque se hizo a sí mismo sin eslóganes ni falsos patrones.
A mí- que les hablo desde el desconocimiento y la osadía-me da vértigo todo porque el mundo está cambiando demasiado rápido para mi gusto y los extraterrestres están aquí hace mucho, escupiéndonos su hastío e indiferencia. A Aristóteles cada vez lo quiero más. Putin – sin embargo-me recuerda a los personajes de S.King a los que la soga narrativa envuelve hasta que los estrangula. Mis canas relucen a la luz de las sombras mientras escribo, con ansias de tinte encubridor, pero desidia enguantelada a mi ADN sin gemas del universo, ni saltos mortales, ni vidas infinitas. Para qué si con solo vivir una al lado de quien te quiera, ya es suficiente para hacerte sentir infinito y perecedero al mismo tiempo.