Caminaba por la vía que me traía de Santa Catalina, donde se encuentra mi familia metida y resguardada en una caja cerrada donde los recuerdos y nostalgias están allí reprimidas.
Pensaba en alguna idea para escribirla en la columna de sociedad y, de repente, me encontré a una persona cobijada entre las sombras que le aportaba una antigua garita vigía de nuestra mar que linda con el Estrecho de Gibraltar, y me quedé sentado junto a aquel hombre con una figura vieja, que lo veía traspuesto en su mundo.
Pero nada más observar mi presencia empezó a hablarme.
“He tenido dos hijos muy lindos, y una mujer que se fue de mi compañía hace ya muchos días y solo estoy aquí en este día donde solo deseaba la compañía de alguna alma caritativa que me tenga el gusto de escuchar toda mi vida.
Mi hija mayor ha tenido cuatro hijos, tres varones y una hembra, y mi hijo pequeño tres niños varones.
La única que se parecía mi en sus ojos de color verde, y su forma de pensar es María. La única que me venía a visitar durante muchos años, pero clar, la edad es la edad, y ahora estoy aquí solo pensante y dando gracias a Dios de poder contar una vez más mis momentos.
Ella venía a hablar conmigo por dos motivos, por mi tranquilidad y por mi paciencia, además de mis consejos que siempre los ponía en práctica. Pero lo esencial era mi hermetismo, todo lo que ella me decía no salía de aquella habitación por mucho que me intentaran chantajear.
Fueron muchos instantes: buenos, malos, regulares, pero lo esencial es que estuvieron confiscados a mi silencio y discreción.
Desde que ya no viene me ha dejado un vacío, pero lo esencial es mis ganas de vivir y transmitir mis vivencias a todos los que tengan paciencia. Muchas gracias por ser tú uno de ellos.