Nos deberíamos poner con la que está cayendo. Pero como sufridores aquí aguantamos con la corbata abultada, a puerta gayola, esperando que el toro salga.
La gente se posiciona y trepa como las yedras, aupándose sobre cadáveres de ramas viejas. De olvidados y malheridos que quedaron atrás,
trastabillados. Los demás vegetamos, trabajamos o no, según nos sople el levante, dándonos a la pluma. Ni fumándonos 199 plantas de marihuana cambiaría nuestro humor, ni nos ventosearíamos la mala baba, porque se acercan elecciones y no hay día que no nos lo recuerden.
Si al menos encontraran la forma mágica para hartarnos de comer basura y que no indigestara en las caderas abultadas, lo mismo podríamos soportar tanta rutina, pero es empeño imposible como el de derribar molinos de viento.
A muchos les sonará todo el mensaje político como uno solo, queriendo sentarse en la poltrona, diciendo después de hacerlo que no hay dinero y a reglón seguido, subiéndonos los impuestos.
Y es que nos quejamos por vicio que las herencias en Andalucía no son tan castrantes, ni los rústicos tienen dos plantas en el Puerto de Santa María o Chiclana, por poner ejemplos. Luego nos cabreamos porque somos pocos y maltrechos, los que pagamos impuestos, no por tener, sino por declarar que los nuestros nos enseñaron a ser honrados y por eso no salimos en los telediarios, ni tenemos más que lo que hemos sudado trabajando.
Nos invaden los humos de hogueras ajenas, intoxicándonos. Nos llegan a pagar letras que no firmamos y nuestros impuestos se disuelven en ayudas que lo mismo necesitamos , porque vivimos estrechos y en precario. Somos esa clase media que ya no lo es porque se la ha dividido en dos mitades y nos hemos quedado a cuartos, cortados, como la mujer del ilusionista, sin cabeza y con los pies colgando. Somos es@ de treintitantos, en precario, sin novi@ o con escasos, que calientan sofá o cama por horas perdidas, yéndose luego a dormir a casa de los paternos a fundirse la jubilación de los viejos, porque con las ayudas no le llega más que para cubrir la pensión del divorcio.
Somos tontos de andar por casa, porque ya hasta nos conformamos con tener un trabajo de tres al cuarto, porque nos dicen que encima tenemos suerte de estar trabajando en un país que se presta a ir a las guerras arrugadas como las papas canarias.
Estamos al borde del barranco y vemos ya el agua de lluvia viniendo hacia nosotros, cauce solitario y seco de ningún río. Hay que invertir en chalecos antibalas porque vienen malos tiempos de puñaladas traperas y balas barriobajeras, que irán a donde siempre van esos duros euros para preservar vidas, a empresas armamentísticas de grandes compañías que ofrecerán trabajo precario a gente de treintitantos que tendrán novi@s que vivirán en casa de los abuelos, calentadores de camas vacías.
Esperamos a que salga el toro, compungidos, peripuestos y patéticos, porque no nos queda otra que confiar, cuando ya nos han engañado por cientos y tenemos la chepa agujereada de tanto estoque a la siniestra y a la diestra. No vemos futuro porque los mensajes son banales, las caras iguales, las ganas pocas y el presupuesto apretado.
Caminamos por no parar igual que los guardias se compran los chalecos antibalas, por preservar que lo mismo también calientan camas o sofás , teniendo que pagar pensiones de divorcio y les clavan los impuestos y necesitan ayudas y solo son cauce seco, esperando las lluvias de enero.