Nuestros medios informativos se han hecho eco de la noticia, y no es para menos. Según el Observatorio de la Sostenibilidad, una entidad independiente formada por expertos en materias tales como la economía, lo social, el medio ambiente y la transparencia, Ceuta ocupa el farolillo rojo entre todas las capitales de provincia de España.
Solamente nos situamos en cabeza en un factor de por sí aclaratorio: nuestra población mayor de sesenta y cinco años equivale al 13% de la total, mientras que en el resto de las ciudades estudiadas ese porcentaje es muy superior, pues dado el reducido índice de natalidad que está experimentando España, Ceuta destaca por ser la mayor excepción en tal aspecto.
Aquí hay bastantes más jóvenes que viejos porque hubo una intensa inmigración procedente de Marruecos que no se supo o no se quiso abortar. Para el referido Observatorio, las ciudades de Ceuta y Melilla están afectadas por circunstancias “muy diferentes y complicadas” que hacen difícil compararlas con el resto.
En ellas residen muchos funcionarios públicos, que perciben sueldos superiores a los de igual clase del resto de España, un hecho evidente que, en cualquier otro lugar, nos hubiera situado en un puesto bastante menos penoso. Pero perdemos en casi todo: niveles de renta, desigualdad, paro, pobreza, transparencia… Los investigadores del citado Observatorio atribuyen nuestra mala clasificación a un factor concreto: la inmigración. Y no se equivocan. En 1978, hace cuarenta años, Ceuta tenía 64.606 habitantes.
Era la mejor época del llamado “boom del bazar”. Los transbordadores venían cargados de personas de toda clase y condición, entre ellas turistas y famosos procedentes de la Costa del Sol (cierto día fui caminando varios minutos detrás del actor Stewart Granger), todos atraídos por el diferencial de precios y la diversidad de productos de importación que ofrecían los comercios de la ciudad, gracias a nuestro carácter de Territorio Franco, amén de las demás exenciones y bonificaciones del entonces vigente régimen económico y fiscal.
Aun cuando esa importante fuente de riqueza afectaba de modo especial a un concreto tipo de comercio, el del bazar -había locales comerciales de dicho sector incluso en portales de edificios- prácticamente toda Ceuta se beneficiaba de aquella situación.
El Ayuntamiento obtenía mayores ingresos al recaudar los llamados arbitrios –figura fiscal antecedente del IPSI-; el Puerto también, al percibir tasas y tarifas por pasajeros y mercancías; bares y restaurantes, taxis, dependientes… Por otra parte, comenzaba a florecer el tráfico de artículos aquí adquiridos para pasarlos a Marruecos, si bien, al no existir aún los polígonos del Tarajal, el porteo se iniciaba desde comercios situados en el casco urbano.
En 1978, hace cuarenta años. Ceuta tenía una guarnición muy superior en número a la actual. No se habían puesto en marcha aún las sucesivas reestructuraciones de las Fuerzas Armadas, rigiendo, por añadidura, el servicio militar obligatorio. En general, las familias de jefes, oficiales y suboficiales aquí destinados venían a residir en Ceuta.
El Ejército no solamente ha estado siempre unido por lazos de mutuo afecto a la población civil de Ceuta, sino que, además, suponía otro de los pilares fundamentales de la economía local. Cientos y cientos de familias consumiendo; miles de soldados que a las horas de paseo llenaban las calles, las pastelerías, los cines y los bares, y que, además, cuando iban a la Península de permiso o ya licenciados, cargaban con un montón de artículos de bazar y perfumería encargados por familiares o amigos de sus lugares de residencia. En 1978, hace cuarenta años, el Puerto de Ceuta era el líder del Estrecho en la faceta del suministro de combustible (“bunker”), y el segundo de España en número de buques entrados.
Había tres factorías petrolíferas; tres remolcadores y tres barcazas para abastecer en bahía, proliferando las empresas dedicadas a suministrar vituallas y enseres diversos a los buques (los denominados “shipchandlers”). En 1978, hace cuarenta años, de las ocho que hubo, quedaban tres fábricas de conservas de pescado –una de ellas con almadraba- pues iban cerrando por falta de materia prima, al no poder faenar los pesqueros en aguas de Marruecos. Respecto a otras industrias, había fábricas de chocolate, de impermeables, de medicamentos, de caramelos, de hielo, de helados, de guano… Hoy, cuarenta años después, aquel “boom del bazar” pasó a la historia.
A consecuencia de la entrada de España en la UE, se perdió aquel beneficioso diferencial que suponía para el comercio ceutí nuestra condición de Territorio Franco, habida cuenta de la libre circulación de mercancías en el seno de la Unión y los muy reducidos aranceles que se aplican a los productos de Extremo Oriente. Cierto es que no hay IVA, pero sí un IPSI con tipos inferiores, que no llegan a compensar los gastos de transporte.
Hoy, la presencia del Ejército se ha reducido. No solamente se suprimió el servicio militar obligatorio; ahora muchos jefes, oficiales y suboficiales aquí destinados vienen solos, dejando a sus familias en la Península.
Lamentablemente, el impacto económico que supone nuestra guarnición ha descendido en muchos enteros- Hoy, nuestro Puerto dejó de liderar el “bunker” en el Estrecho. La competencia de Gibraltar creció notablemente; Algeciras, beneficiada por la exención de impuestos que la UE ofrece al abastecimiento de combustible a los buques, ha entrado con fuerza en este mercado, beneficiada por tener una refinería muy cercana, lo que le evita costes de transporte, Tánger-Med hace la competencia, ventajosamente, en cuanto al tráfico de pasajeros, y –según me aseguran- está haciendo pinitos en el “bunker”.
De tres factorías petrolíferas dedicadas a dicho tráfico, quedan dos; de tres remolcadores, queda uno; de tres barcazas para el suministro en bahía, queda sólo una. Hemos perdido la hegemonía en esta faceta, y también en el número de pasajeros y automóviles.
Se piensa ahora en el suministro de gas licuado, proyecto que cuenta con el impulso del propio Puerto. Veremos qué podrá salir de este nuevo empeño. De las industrias antes mencionadas, queda únicamente la fábrica de chocolate. Se han intentado soluciones para superar tan evidente decadencia, comenzando por las Reglas de Origen que ofrecían una clara oportunidad.
Acogiéndose a ella, e estableció una empresa de elaboración de derivados lácteos que inició sus actividades de exportación al resto de la UE con buen pié, hasta crear setenta puestos de trabajo, pero entre los propios aduaneros españoles y los de más allá fueron minando el terreno hasta cargarse a dicha industria y a las que ya habían iniciado los trámites para establecerse en Ceuta al amparo de unas Reglas de Origen que, a la postre, de nada sirvieron.
Toda una decepción. Asimismo se dictaron normas para facilitar el establecimiento en Ceuta o Melilla de grandes empresas dedicadas a las apuestas deportivas domiciliadas en Gibraltar, pero (siempre el “pero”) parece ser que se están trasladando a Malta.
En 1978, hace cuarenta años, vivíamos una época feliz, esencialmente de gran movimiento comercial y portuario. Venían miles y miles de compradores desde la Península o desde el vecino Marruecos, otra actividad que creció en importancia pero que ahora, también entre .los nuestros y los otros, están erosionando, mientras que los buques hacían a veces largas colas para recibir el suministro solicitado bien en el puerto o bien en la bahía. Aquellos eran tiempos de bonanza. Los 64.606 habitantes de entonces vivían bien, con un índice de desempleo aceptable, mientras que hoy ese índice ha crecido hasta superar el 30%. Curiosamente, el número de trabajadores con empleo ha llegado a rebasar al existente antes de la crisis (más de 20.000).
Sucede que mientras en diciembre de 1978 Ceuta tenía los referidos 64.606 habitantes, esa cifra ha crecido de forma exponencial, hasta alcanzar en diciembre del año 2017 nada menos que la cantidad de 84.959, lo que supone un crecimiento, en estos últimos cuarenta años, de 20.353 personas, un 32% más.. Sin la actividad frenética del “boom del bazas”, cada vez con mayores trabas en el conocido como “comercio atípico”, con una evidente reducción en el Ejército y en el número de familias que ello conllevaba, con una mínima actividad industrial y con una cantidad de afiliados a la Seguridad Social similar a la existente en el año 2008, aquí viven 20.253 personas más que en 1978.
No se trata de una excusa, es una realidad. El Observatorio de la Sostenibilidad atribuye ese incremento a la inmigración. El Observatorio y cualquier otro observador neutral que estudie las raíces del problema. Menos fuentes de riqueza y mayor número de habitantes, esencialmente jóvenes, dan lugar a tan dolorosas cifras de desempleados. Aquí y en Melilla se produce una circunstancia que ya no se encuentra en ningún otro lugar de España: se necesitan más profesores, más colegios y más institutos. Resulta evidente la necesidad de crear nuevas fuentes de riqueza, capaces de absorber tan elevada cifra de desempleados.
Y no es nada fácil; participé en la idea de las Reglas de Origen, y la burocracia, empujada por quiénes veían en ellas una peligrosa competencia, las destrozaron; Marruecos favorece la competencia de Tánger-Med en cuanto a pasajeros y vehículos se refiere; el “comercio atípico” está en horas bajas; las favorables normas para el establecimiento de empresas de apuestas deportivas ha tropezado con Malta… Por muy difícil que sea, hay que seguir tratando de imaginar una fórmula mágica que nos saque de tan triste situación.
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