Hace más de una semana que comenzó nuestro calvario, un dolor que aún nos atraviesa el alma. El pasado viernes 7 de marzo llevé a Kyra, mi compañera, mi guerrera, a su revisión veterinaria. Allí, con todo el pesar del mundo, su equipo nos dio la noticia que jamás quisimos escuchar: “Ha llegado la hora de que descanse”.
Kyra, mi preciosa niña, desafiando todos los pronósticos, contra viento y marea había llegado a sus 13 años, luchando como solo ella supo hacerlo. Pero ese día llegó, comenzó nuestra peor pesadilla, descubrimos que Ceuta, pese haber avanzado muchísimo, en algunos aspectos seguimos estando en la edad media en lo que respecta a nuestros animales, y aún no tenemos un lugar para despedirnos de ellos de manera digna, cuando esto ocurre no te dan otra opción que dejarlos en una clínica, sabiendo que al final del día nuestros pequeños seres queridos van a acabar en un contenedor, junto a otros tantos animales, tratados como simples desechos, para posteriormente, cuando ese contenedor se llena por completo, ser trasladados a la península, como si de basura se tratase y cremados allí. ¿Realmente vivimos en el siglo XXI? ¿Cómo podemos aceptar esto? Cómo puedo dejar a un ser, que ha significado tanto para mi familia y para mi, que durante su corta vida se ha desvivido en darte todo el amor que entra en ella, cómo puedo permitir ese final tan frío, tan cruel, tan indigno, como puedo mirar por última vez a sus ojos y saber que dentro de un rato estará en un “bidón de desechos” como si de basura se tratase......
En nuestro caso, nos negamos en rotundo, Kyra no iba a ser la basura que la Ciudad se empeña que sea, ningún ser vivo merece ese destino.
Queríamos despedirnos de ella, darle un adiós digno, traer sus cenizas a casa, porque ella no era solo un perro, era nuestra familia.
Después de varios consejos veterinarios, e información veraz de cuál es el destino de nuestros animales fallecidos, decidimos llevarla a Alhaurín de la Torre, donde podríamos incinerarla y acompañarla en su último viaje.
Un trámite que no fue nada sencillo, es muy duro tener que planificar su muerte de una forma tan fría, poner fecha, solicitar informes veterinarios y, lo peor de todo, enfrentarnos a su fin. La trágica noticia nos la dieron un viernes, con lo cual tuvimos que esperar, con Kyra apagándose poco a poco hasta el lunes siguiente, ya que en cualquier momento su luz se apagaría y si eso ocurría ya no habría forma de llevarla a la península.
"Kyra no era un animal más. Era mi familia. Mi guerrera. Mi niña"
Ese fin de semana fue uno de los peores de mi vida, no me separé de ella ni un segundo, dormí abrazada a su cuerpo, sintiendo su calor por última vez, lloré como nunca antes, Kyra era mi compañera, mi mejor amiga.
Y por desgracia llegó el lunes, embarcamos en el barco hacia la península, la llevé en mis brazos durante toda la travesía, sintiendo cómo el tiempo corría en nuestra contra, sabiendo que jamás podría volver a verla, abrazarla ni sentirla, mi fin era evitar su sufrimiento, aunque con ello el sufrimiento lo llevaría yo para el resto de mi vida.
En el centro de incineración de Alhaurín, nos trataron con una humanidad que jamás olvidaré, nos permitieron despedirnos de Kyra, acompañarla en su incineración y, aunque fue desgarrador, nos dieron el consuelo de saber que ella no estaba sola, incluso alargaron su horario, ya que éramos de Ceuta, para que
pudiéramos llevarnos sus cenizas a casa ese mismo día.
El camino de vuelta fue horrible, el camino por carretera, sin ella detrás como venía haciendo los últimos trece años, sin oír su nerviosismo cuando viajábamos, rotos de dolor, bajo la lluvia, con la presión de llegar a tiempo al último barco del lunes, porque nuestras hijas nos esperaban en casa, tener que conducir en esas condiciones, con esa carga emocional, es inhumano, y todo porque desde la Ciudad no entienden que todo esto se podía haber ahorrado si este proceso nos lo permitieran hacer en nuestra ciudad sin tener que desplazarte.
En Ceuta no hay opciones, o aceptas que tu perro o gato acabe en un contenedor, o te arriesgas, como hacen muchas personas, de manera ilegal, a enterrarlo en el monte. ¿Es justo? ¿Es humano? Ya es bastante duro decir adiós a quien amas como para que, además, te traten como un criminal por querer despedirla con dignidad. Kyra no era un animal más. Era mi familia. Mi guerrera. Mi niña.
Pero ni siquiera después de haber hecho todo esto siento paz, en el fondo, Kyra pensaba que íbamos a su lugar favorito, donde tanto disfruto en su vida, durante todo el camino de ida ladró creyendo que iba hacia su casita de Chiclana, y ahí es donde finalmente irá, con sus cenizas esparcidas en su paraíso, porque después de todo podemos dar las gracias por haber podido elegir llevarla y no como tantas personas de mi querida ciudad que tienen que dejar a sus mascotas en el “cubo de la basura.
Ceuta, ¿por qué nos obligas a esto? ¿Por qué nos niegas el derecho a despedirnos de quienes amamos con dignidad? No son basura. Son nuestra familia.
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