Ceuta, base de la solidaridad

Hace ya casi un año que no pueden rescatar a nadie, no pueden cumplir la más importante de las labores para las que un barco solidario como Aita Mari está pensado. “Bajo amenaza de una multa de 900.000 euros, porque nos tienen bloqueados los permisos para ejercer esta labor”.

Pero el capitán Marco Martínez y los tripulantes de este antiguo atunero vasco, ahora principal herramienta humanitaria de la asociación Salvamento Marítimo Humanitario, están muy lejos de rendirse. No han venido a Ceuta a eso, desde luego. Doce horas han pasado en el puerto de la ciudad para repostar, llevar a cabo un avituallamiento básico, y camino a Pasajes, a desbloquear papeleos, si es posible.

Porque desde hace ya un año el Aita Mari ha volcado su actividad en dar apoyo y soporte logístico y material médico a los campos de refugiados de inmigrantes de Grecia, en los que se hacinan miles de personas en las islas griegas, en medio del “corredor de la muerte del Mediterráneo”, frente a las costas libias. “No hay nadie allí. Ningún servicio de emergencia o asistencia. No es que sea un cementerio de inmigrantes, es que a los mismos libios los matan también”.

Marco Martínez, desde 2017 al mando de este pesquero solidario, detecta un cambio drástico -a peor- en los criterios con los que las autoridades de la Unión Europea y de los países frontera del Mediterráneo enfocan la cuestión migratoria y la solidaridad en alta mar. “Las leyes marítimas”, explica el capitán recordando el origen militar de esos convenios internacionales, “no hablan de inmigrantes ni de migraciones. Hablan de náufragos”, de personas que corren el riesgo de morir engullidas por el mar. Todo lo demás, las trabas, el cierre de puertos, la imposibilidad de rescatar a la gente, “es consecuencia de la ‘salvinización’ de Europa y de sus países miembros”, en referencia expresa a la dura política que el ministro italiano del Interior Matteo Salvini aplica en cuanto a la inmigración se refiere.

Una ‘salvinización’ que, a juicio de Marco Martínez, debería terminar de inmediato. Y debería terminar desde el propio Gobierno de España, que está más preocupado por no quedar mal en medios de comunicación antes que cumplir con las mínimas obligaciones humanitarias. “Sabemos que hay varias pateras en alta mar. Advertimos. nos ofrecemos para cualquier tipo de colaboración, para lo que sea. Nos dicen que no hace falta, y no nos dejan rescatar a nadie. Se inventan trámites que no existen, certificados... Lo tenemos todo recurrido, pero no podemos hacer la labor principal para la que estamos en la mar”.

"Ya no es posible rescatar a mil personas en un día"

“Antes podíamos rescatar 700, hasta mil personas todos los días, porque las autoridades trabajaban, y nos dejaban trabajar”. Ahora, desde que la Unión Europea permite a los países del sur de Europa dar ese enfoque xenófobo al control de las aguas mediterráneas, ya no es posible llegar a esas cifras, ni de lejos. “En quince días puedes pillar a 30 o 40 personas”, fuera de las pateras, náufragos sin ningún género de duda o de interpretación torticera. “Todos los demás de su patera han muerto”. Ése es el corredor de la muerte desde la costa libia hasta Italia y Grecia, al que empiezan a parecerse también las aguas junto a las costas españolas.

“Las trabas que sufrimos son inconmensurables. Si comunicamos un rescate de una patera con 60 personas y en Italia ya no nos dejan atracar en ningún puerto. Y las últimas dos veces pudimos traerlos a España porque hicimos una presión brutal sobre los puertos del Mediterráneo español y los alcaldes de Barcelona y Valencia hicieron una gran presión”. “Somos unos apestados, un grano en el culo”, simplemente por tratar de evitar que ningún ser humano pierda la vida en mitad del Mediterráneo.

“Nosotros sabemos que en Europa, en toda Europa, hay mucha más gente que cree en los auténticos valores europeos, la igualdad, la fraternidad, que son los valores en los que nos han educado. Nadie quiere que haya personas que mueran en el mar. Trabajamos por la vida, por el derecho a la vida”. Y en esas van a seguir, confirma Marco Martínez, en estos momentos tratando de desencallar las trabas burocráticas con las que el Estado español impide que el Aita Mari se convierta en un barco de rescate. “Tenemos botes, salvavidas y espacio para llevar a más de cien personas”.

El problema principal, detecta el capitán del Aita Mari, no es sólo la deriva ultra hacia la que se dirigen todos los políticos, sino que esa deriva está trasladándose hacia los técnicos y los funcionarios, “que deberían ser los que vigilan las irregularidades de los políticos”. Ante esto, sólo queda seguir remando para que el pesquero vuelva a cumplir su tarea.

Aita Mari, el antiguo pesquero que ahora salva vidas en el mar

Presentados como “un grupo de personas vinculadas a las emergencias que trabajamos realizando las tareas de salvamento marítimo, rescate y asistencia sanitaria”, y “ante la crisis humanitaria que se generó en el Mar Egeo (Grecia)” en noviembre de 2015 se crea la asociación Salvamento Marítimo Humanitario (SMH). Su objetivo, reflejado en la propia web https://www.smh.eus, es salvaguardar la vida de las personas con los principios de voluntariado, solidaridad, humanidad, universalidad, igualdad, imparcialidad y dignidad.

Su proyecto estrella, este antiguo pesquero que homenajea osé María Zubía Cigarán,  Mari o Aita Mari Fue un marino y pescador que se convirtió en un héroe popular por los salvamentos marítimos que realizó. A lo largo de su vida fueron innumerables los rescates en los que participó, perdiendo la vida el 9 de enero de 1866 en una tormenta después de haber puesto a salvo a unos cuantos marinos en peligro.