Más conocido como Ø Kelvin, el cero absolutø se sitúa en -273,15ºC (o -459,67ºF). Dicho de otra forma: es la temperatura más fría que pueda alcanzarse y en la que todas las sustancias conocidas se solidificarían, salvo el Helio (inasequible al desaliento, todo hay que decirlo). Es el punto preciso en el que todas las moléculas pierden la capacidad de moverse o vibrar. El inicio de la nada.
Evidentemente, la investigación al respecto no empezó ayer.
Las primeras referencias conocidas se remontan a 1665, cuando el fundador de la Royal Society of London for Improving Natural Knowledge, el irlandés Robert Boyle, habló por primera vez del primum frigidum. La teoría del frío puro, o del frío absolutø, iniciaba su andadura de la mano de este científico y teólogo cristiano al que le debemos también, y entre otras muchas cosas, la Ley Boyle de la propagación del sonido en el vacío.
En 1848, el físico y matemático William Thomson, basándose en las leyes fundamentales de la termodinámica, ideó una escala de temperatura absoluta que finalmente acabaría adoptando el nombre de su título nobiliario: Kelvin, un río que fluye cerca de la Universidad de Glasgow donde ejerció el magisterio como profesor de Filosofía Natural desde 1846 hasta 1899, año en el que se jubiló.
A este irlandés del Ulster también le debemos los estudios y los trabajos para la puesta en servicio del primer cable trasatlántico que conectó Wall Street con Londres, más de 650 artículos científicos y 70 patentes de otros tantos inventos. Notable.
El caso es que hoy, más de 150 años después, Lord Kelvin sigue teniendo razón. Para encontrar el Frío con “F” mayúscula, el primer científico admitido en la Cámara de Lores se basó en complicadas fórmulas matemáticas para despejar su “x”.
Utilizó el agua y su punto triple (equilibrio entre el estado sólido, líquido y gaseoso de una sustancia) y se apoyó en el hecho de que cuando un gas se enfría el volumen del mismo disminuye proporcionalmente a su temperatura. Dicho de otro modo: por cada grado que disminuye el gas, también se reduce su volumen un tanto por ciento concreto. En términos prácticos, la bombona de butano es una de las mejores aplicaciones cotidianas de las afirmaciones de Thomson.
Si algunas tienen la tentación de creer que el famoso cero absolutø se supera en el espacio sideral, conviene señalar que las astrónomas han medido -240º en zonas de sombras perpetuas en los cráteres situados en el polo sur de la luna, la zona más fría del satélite de la Tierra. Sin embargo, la temperatura más baja registrada en el universo correspondió a unos gases expulsados por una estrella moribunda en la constelación de Centaurus (Nebulosa del Boomerang, a cinco mil años luz de la Tierra). El “termómetro” espacial alojado en un satélite artificial midió un grado Kelvin, es decir, -272,15ºC. El cero absolutø tampoco se halla en los confines del universo.
En 2003, y a pesar de las evidencias de que el cero absolutø era inalcanzable, científicas del mítico Massachusetts Institute of Technology (MIT) intentaron lo imposible en un laboratorio: lograr ese Ø Kelvin. A pesar de la muy alta tecnología empleada, se quedaron a medio nanokelvin (nK) del primum frigidum de Boyle. (Nota: la temperatura de 1 nK equivale a -273,149999999ºC).
Lejos de representar una carrera por entrar en el Guinness de los récords, las investigaciones en torno al “frío total” se encaminan, entre otras cosas, a averiguar el comportamiento de componentes que se utilizan para poder llevar a cabo la levitación magnética, una técnica empleada en algunos trenes bala experimentales… que se sepa.
El caso es que las del MIT se atrevieron a desafiar, sin éxito alguno, al mismísimo Einstein, que también sostuvo que esa frontera inalcanzable era muy real. Ha quedado, pues, claro que el cero absolutø sigue siendo inexpugnable en lo que a la física se refiere, obviamente. Y en esas estamos.
En la sociedad en la que todas andamos inmersas, la realidad es radicalmente diferente. Aquí, el cero absolutø se pulveriza a diario.
En agosto de 2005 se acuñó en España el término mileurista. En una carta al director de El País, una lectora exponía las dificultades por las que atravesaban las personas que “sólo” cobraban mil euros. En aquel entonces, era casi el sueldo base. Trece años más tarde, tras el tsunami de la austeridad provocado por unas políticas económicas asesinas, en este mismo país hay cuatro millones de personas que, ni soñando, llegan a la privilegiadísima condición de mileurista. Tanto es así que casi nos escandalizamos cuando oímos hablar ahora de la posibilidad de un sueldo mínimo de 900€. Asumimos sin rechistar la miseria salarial. Pronto, con pan (duro) y agua (rancia) nos conformaremos. Neoesclavitud.
Pero hay más, mucho más.
España, que anhelaba el sueño socialdemócrata sueco de Olof Palme, cuenta hoy con 10,2 millones de personas cuya renta está por debajo del umbral de la pobreza. Convertida en porcentaje, esta cifra significa que tenemos una tasa de pobreza del 22,3%. Con otras palabras: somos el tercer país de la Unión en desigualdad, empatado con Lituania y solo por detrás de Rumanía y Bulgaria. Brutal.
Las que telepontifican le repiten las 24 horas del día que vamos a mejor. La terrible verdad es que las nóminas están muy lejos de los niveles del año 2009, mientras que la productividad ha aumentado un 6% desde 2012. Si seguimos resolviendo la ecuación, averiguaremos que el coste salarial apenas ha aumentado un 0,6%. DIEZ veces MENOS. Por si esto le pareciese poco, según datos procedentes de la nada sospechosa de antisistema Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), el salario medio de una consejera del IBEX se sitúa en 680.000 euros. Expresado de otra manera, este sueldo representa una cifra treinta veces mayor que el SUELDO MEDIO de las españolas. Por su parte, las presidentas de las empresas del mencionado IBEX cobraron de media 4,9 millones de euros. Es decir, un 27% más que en el ejercicio anterior. ¿De verdad sigue creyendo que todo esto no va con nosotras? De puta pena.
Las musolinianas gobernantas de nuestras vecinas italianas se han empeñado en recuperar el tiempo que, según las sucesoras del creador del fascismo, seguramente piensan que se ha perdido con tanta Democracia. Cuando estábamos convencidas -ilusas que somos- de que los tiempos de las camicie nere solo eran carne de wikipedias, el muy mediático vicepresidente del gobierno italiano y ministro del Interior transalpino, Matteo Salvini, ha vuelto a cabalgar a lomos del corcel de las grandes conquistas. El líder de la extremista Liga Norte ha propuesto que las pequeñas tiendas, regentadas en su mayoría por inmigrantes, cierren antes de las nueve de la noche. Motivo esgrimido: estos establecimientos se han convertido en puntos de encuentro para la compraventa de droga. El pasado 14 de septiembre se cumplieron 79 años del triste aniversario de la instauración del toque de queda a las ocho de la tarde en la Alemania nazi. Quizás (y solo quizás) esto le sugiera cierta similitud con lo de Salvini.
Si la situación no fuese tan trágica, podría resultar del género cómico que en el país de la mafia armada y de la mafia institucional, de las políticas encarceladas por complicidad con la Camorra o del Banco Ambrosiano, venga un polichinela a vomitar que el peligro viene de África. A este ritmo, el Duce nos parecerá una simpática anécdota de la historia. Desolador.
Las “recetas” neoliberales para solucionar la crisis (la zorra guardando las gallinas) que ha barrido literalmente los servicios públicos, no ha indultado a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Las profesionales calculan que, muy por encima de las estimaciones oficiales, el déficit de funcionarias asciende a 50.000 personas. Turnos de locura, servicios cubiertos a duras penas (eufemismo, dicen las interesadas), nula equiparación salarial con otros cuerpos autonómicos y una merma en la seguridad nacional son la consecuencia directa de aplicar la Doctrina del Shock, también en esta área. El problema es que nosotras, que al final somos las afectadas, ni siquiera pestañeamos ante tamaña barbaridad. ¿Es que nadie se da cuenta de que el blanqueo de capitales, la corrupción o el tráfico de drogas no se solucionan con la privatización de la seguridad? Definitivamente, estamos lobotomizadas.
Con la llegada del siglo XXI, la Educación iba a ser un tema prioritario e innegociable. Las niñas, como lo había mostrado el pedagogo asesinado Ferrer i Guardia, debían ser consideradas como unidades pensantes a las que había que reforzar, porque cada una de ellas era una potencialidad con enormes capacidades. Lejos de seguir las estudiadas teorías del que fue fusilado en el castillo de Montjüic por defender que nadie es más (ni menos) que nadie, preferimos acurrucarnos en la calentita mierda del reality de turno y, por inactividad, dar el visto bueno a que la enseñanza privada tenga más preponderancia, facilidades y medios que la pública. Y seguimos cerrando los ojos. Kafkiano.
Cierto es que los ejemplos y referencias podrían extenderse ad aeternum, pero este H2SO4 no quisiera cerrar esta ácida entrega sin hablar de Feminismo.
Lejos de refrendar lo que clamaba el poeta francés Louis Aragon cuando escribía en 1963 que “la mujer es el futuro del hombre”, en 2018 nos empeñamos en reproducir y aplaudir actitudes y razonamientos propios del bajo medievo, con un machismo sociológico cada vez más omnipresente. Una mujer no puede prosperar profesionalmente sin tener que dejar claro, una y mil veces, que sus méritos solo están en su currículum. Esa misma mujer, en pleno siglo XXI, aún tiene que justificar por qué anda sola por la calle a las dos de la mañana y sigue teniendo que explicar que NO es NO. ¿Y no nos provoca la más mínima vergüenza? Porque de asco ya ni hablo, claro. Será que ninguna tenemos hijas. Ni conciencia. Eso será.
Como siempre, usted sabrá lo que más le conviene, pero a fuerza de perforar hacia el averno los niveles de lo que creíamos era el cero absolutø social, vamos a terminar pagando para alcanzar el privilegio de casi morirnos de hambre. Queda poco, si no lo estamos haciendo ya, para vivir como en las plantaciones de La cabaña del tío Tom, donde las amas tenían derecho de vida y de muerte, de comida o de hambruna, y donde los latigazos eran la norma cotidiana. ¿Exageraciones? Abra la mente y mire a su alrededor, por favor.
Si Boyle, Lord Kelvin o Einstein pudiesen volver para ver lo que hemos hecho con “su” primum frigidum, comprobarían con estupefacción cómo hemos desintegrado el absolutismo del cero. Penoso y lamentable.
Quizás haya llegado el momento de caer en la cuenta de que nuestro cero absolutø será tan cero y tan absoluto como lo queramos permitir. Ya lo decía Noam Chomsky: “Si asumes que no hay esperanza, garantizas que no habrá esperanzas. Si asumes que hay un instinto hacia la libertad, que hay una oportunidad para cambiar las cosas, entonces hay una opción de que puedas contribuir a hacer un mundo mejor. Esa es tu alternativa”.
El resto es el cero absolutø, pero eso ya lo sabía.
Nada más que añadir, Señoría.