La Confederación de Empresarios vivió ayer unas votaciones que serán recordadas no solo por lo positivo -el elevado número de participantes, símbolo de la preocupación existente- sino también por lo negativo -la sucia campaña lanzada solo horas antes con mentiras-. Ganó la mejor opción, la de Arantxa Campos. Poner la CECE en manos de quien ya ha demostrado cómo dirige la Cámara hubiera sido un desastre, con el riesgo además de que perdiera su identidad propia y arrojando a la basura años de historia. No ha sido así. Campos tendrá ahora que luchar, y mucho, por mejorar la situación de los empresarios de Ceuta, por pelear desde la Confederación por alcanzar logros y por mirar por las mejoras de todos, demostrando que quien persigue únicamente sus propios intereses se termina estrellando.
Campos tiene preparación, sabe de lo que habla y, sobre todo, inspira confianza por los muchos años que lleva implicada en los asuntos que afectan al sector empresarial. Son claves importantes para una mujer que pone rostro a la CECE en uno de los momentos más delicados, con una crisis empresarial sin igual y con unas diferencias gravísimas en cuanto al trato que se da a determinados sectores. Hay mucho por lo que trabajar, hay que forjar una Confederación con personalidad, sin polémicas, sin escándalos. Porque los empresarios están para mantener empresas y crear puestos de trabajos dignos, aportando una riqueza a una tierra que la necesita, abriendo caminos y saliendo de las áreas estancadas en las que parece que nos habíamos quedado atrapados. Eso es una confederación de empresarios, un equipo de lucha que mire por mejorar Ceuta; no un equipo de empresarios que únicamente se preocupe por sus intereses.
Llega un cambio importante, se parte de cero en un camino complicado. Atrás queda el peor de los espectáculos, el de una campaña sucia: la de quienes amparando mentiras ni siquiera las han rectificado después. Con esos mimbres hicieron el camino y con esos mimbres se han quedado, haciendo más fuerte a la candidatura que solo se presentó con una tarjeta: ganas de trabajar.
Buena suerte.