Opinión

Causalidad y casualidad

La victimización y su utilización por partidos políticos de sesgo definido y excluyente es una tónica, un recurso manido del que, los avispados e irresponsables pretenden sacar rédito. Creer que el racismo es predominante en una ciudad en la que cualquiera saber decir la palabra “padre” o “madre” en dos o tres idiomas, el menú semanal de cada casa pasa por dos o tres culturas, y la gente pasea a diario por delante de templos de varias religiones sin girar la cabeza , resulta algo difícil de creer.

La mayor parte de los ceutíes, independientemente de la identidad cultural en la que nos hayamos inmersos,  no hacemos distinciones a la hora de relacionarnos. A ciencia cierta que toda Ceuta se relaciona con ateos, agnósticos, judíos, musulmanes y medio pensionistas, y nadie se cuestiona reticencias. Generalizar actos vandálicos y delitos de descerebrados con el resto  de la comunidad es, a todas luces, un acto injusto que denota intencionalidad o estrechez de miras, tanto para señalar la criminalidad, como para indicar racismo.

Cansado de la celeridad con las que algunos generalizan la estupidez humana, cansado del victimismo, cansado de los que creen tener que dar explicaciones, cansado de aquellos que creen tener que aportar un salvoconducto certificando la amistad con algún musulmán o un judío. Así se encuentra el ambiente, harto de lo políticamente correcto.

No podemos, ni debemos, actuar como los tres monos sabios. Eso son cosas de monos que confunden la prudencia con la mentira. No se es racista por identificar la mayoría de los delitos que ocurren en Ceuta con una identidad cultural, ni regionalista si se hace con la procedencia de una zona concreta.

Se trata simplemente de abordar una realidad. Flaco favor le hacemos a la verdad y a la solución del problema si negamos el origen del entorno e influencia de nuestro país vecino en la mayoría de los delitos que se cometen en esta ciudad. Pero hay que tener cuidado a la hora de sacar conclusiones o deducir ideas erróneas.

Del mismo modo, existe cierta tendencia a generalizar con el terrorismo y la radicalización islamista. No se puede negar que exista terrorismo cuyo origen es el Islam, ni que los expertos y entendidos en la materia estimen el nada desdeñable porcentaje del 25% como aquellos musulmanes que procesan la radicalidad. Pero la lectura a deducir es que el 75% de los musulmanes, es decir, su gran mayoría, no son radicales, ni aprueban el terrorismo islámico.

La cuestión no es reconocer o divulgar a qué sesgo cultural pertenece la autoría de la inmensa mayoría de los delitos. La cuestión es con qué intención se divulga. Quizá la lectura que haya que hacer es la de tomar medidas en la educación, en la concienciación social, en erradicar la pobreza y, por supuesto medidas de control y prevención policial.

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