“Ya me sentía en casa en Ceuta, me había acostumbrado y justo pasa esto”

“Vuelvo a casa por la cuarentena”, que no por la Cuaresma. Cuántos diarios podrían empezar en estos días con esas seis palabras: “Vuelvo a casa por la cuarentena”. Muy fáciles de pronunciar, pero no tan fáciles de convertir en realidad en estos días de confinamiento por la crisis sanitaria del coronavirus.

Son muchos los que se saltaron a la torera las recomendaciones del Gobierno de que no nos moviéramos de donde estábamos. Muchos que vieron el confinamiento como unas vacaciones y se fueron a sus casas en el pueblo o cerca de la playa.

Pero otros, volvieron a casa por miedo a quedarse solos y sin tener nada que hacer. Ese es el caso de una malagueña de 20 años que estudia primero de Enfermería en la Facultad de Ciencias de la Salud de nuestra ciudad y que trabaja en una hamburguesería.

La chica, que comenzó a vivir en Ceuta a primeros de octubre del pasado año y que se “estaba empezando a hacer con la ciudad”, se enteró por las redes sociales de que se cerraban las universidades en toda España. Tras confirmarlo la facultad, sus compañeros “se fueron a sus casas y a sus pueblos en la Península, pero yo no podía irme porque tenía que trabajar ese fin de semana” puesto que en la hamburguesería en la que trabaja aún no les habían dicho nada.

Además estaba ilusionada por haber encontrado un primer trabajo ya que “había empezado en marzo y tampoco quería dejarlos tirados, ni me imaginaba que la situación fuera para tanto”, continuó.

Así, con toda normalidad, la joven fue el sábado 14 de marzo a trabajar, “aunque esa noche no tuvimos casi trabajo y se veía que había que preparar todo para el cierre que iba a ser inminente”. El sábado como llegó de madrugada no vio tampoco la televisión ni nada, pero ya el domingo “cuando me desperté ví que estaba todo cerrado por todos sitios y nos avisaron del trabajo de que se cerraba el local”.

Aquí comenzó su peripecia. “No sabía si irme, quedarme en Ceuta o qué hacer porque además era una locura, nadie sabía nada, los periódicos decían una cosa, las compañías de ferry otra”, continuó. Además tenía miedo porque los casos positivos en coronavirus no dejaban de aumentar en su provincia.

“Menos mal que mi novio es de Ceuta, si no llega a ser por él, todavía seguiría allí sin saber nada”, relató la joven. Su pareja había viajado hasta Galicia para acudir a la boda de un familiar y “decidió quedarse allí unos días con su familia materna, por lo que se quedó igual: sin poder volver”. Por lo que fue él quién le dijo que tenía que solicitar un permiso a la Delegación del Gobierno para poder volver a su casa en Torremolinos porque “solo se podía salir con permiso”.

Lo cierto es que la respuesta de la Delegación llegó ipso facto pues el mismo 26 de marzo por la tarde le mandaron el permiso “para que el día 28 y solo ese día pudiera volver a casa”.

Así, mientras que su pareja continúa aún en Galicia sin poder salir, la chica cogió el día 28 el barco de las 8:00 horas hasta Algeciras. “Cuando llegué no había Blablacar, no podía alquilar un coche porque no tengo 23 años y de ir en bus no me fiaba por si iba alguien contagiado”, por lo que pagó 140 euros para que un taxi la llevara hasta la misma puerta de su casa, a la que llegó sobre las once de la mañana.

“No fue un viaje tan caótico como el de otra gente y fue rápido pero porque como ya había estado tantos días en Ceuta esperando sin saber qué hacer estaba decidida a que sí o sí tenía que llegar a mi casa”, continuó, tras lo que comentó que su padre llamó a la Policía “para preguntar si podría ir a por mí hasta Algeciras, pero no le dejaron y tampoco lo entiendo la verdad porque yo iba a mi casa, osea que, si mi padre estaba infectado lo iba a estar yo antes o después”.

A los pocos días ya de estar en casa, le llamaron de la hamburguesería y le dijeron que “iban a hacernos un ERTE, pero ellos se han encargado de todo y se han portado muy bien con los trabajadores y nos pagaron los 15 días de marzo y todo”.

En cuanto a la universidad “ya nos han dicho que todo va a ser ya online y que no va a haber clases hasta el curso que viene”, prosiguió. Aunque la malagueña confesó que el sistema de enseñanza online “no es nada cómodo” porque “los profesores se creen que tenemos muchísimo tiempo libre y solo la primera semana ya nos habían mandado ocho trabajos, casi todo para entregar dentro de cuatro días, por lo que ahora estamos trabajando el doble”.

Le agobia “un poco” el no saber cómo van a ser los exámenes: “No se sabe si van a poner un tiempo justo o si van a ser de reflexionar para que no miremos los apuntes, no sabemos nada, pero nada es lo mismo ni las clases porque no estás ahí con el profesor para preguntarle todo”, explicó la estudiante de Enfermería. Además, “hay profesores que ni se preocupan por las dudas, suben las cosas y ya y otros que ni siquiera han dado señales de vida”.

Resignada, reconoce que “no queda otra” que seguir para poder algún día ejercer como enfermera. “Ahora solo queda esperar porque tengo muchas ganas que todo esto pase, ya me sentía más en casa en Ceuta y me había acostumbrado a la ciudad y justo ha pasado esto”, concluyó.