Carmen Posadas atraía todas las miradas a su llegada a la plaza de los Reyes. Fue, sin duda, la gran protagonista de este jueves. Su nombre resonaba desde hace semanas entre los más esperados de esta Feria del Libro y su público se volcó en arroparla. La escritora ya reconocía que este tipo de eventos tienen “esa magia” de la que carece internet y las nuevas tecnologías. Se confesaba amante de ese contacto físico sobre el que las redes actúan en detrimento y así dejó muestra este jueves con todos los lectores que se le acercaban.
Los que se dejaron caer por la céntrica plaza, donde Posadas realizó su primera pasada, tuvieron la oportunidad de tener un contacto más cercano y de llevarse personalizado un ejemplar de la última novela de la escritora, ‘La maestra de títeres’. Un libro “arriesgado”, reconocía Posadas, pero que sus lectores, como siempre, han catapultado al éxito. “La gente al principio podría pensar que se me había ido la pinza por hacer protagonista a un personaje del mundo del corazón, pero el trasfondo es mayor y, al fin y al cabo, retrato la historia de España”.
‘La maestra de títeres’, precisamente, fue la encargada de romper el hielo en la Biblioteca Pública donde mantuvo un encuentro con su público. Unos lectores que la acogieron y arroparon multitudinariamente y dejaron muestra del cariño que le profesan hasta tal punto que cuando la escritora hizo su entrada en la abarrotada sala, donde no cabía un ápice y los más rezagados tuvieron que conformarse con escucharla de pie, fue recibida con un caluroso aplauso.
Fue una reunión cercana en la que la escritora habló sin tapujos a las preguntas que le iban formulando María Jesús Fuentes y José Antonio Alarcón, encargados de dirigir el encuentro, y posteriormente su público.
Posadas precisó, antes de responder a la primera pregunta, el cariño que le profesa a la ciudad, “donde me hacía mucha ilusión regresar”. La escritora conoció Ceuta durante su infancia, “en los veranos que pasábamos en Málaga un día veníamos a Ceuta y podía comprar lo que quisiese”, comentaba riéndose.
Un regreso que se produce muchos años más tarde y reconvertida en escritora de éxito, una profesión que, confesaba, le llegó de forma fortuita, “porque yo he hecho todo al revés”, y que tardó en confesar a su familia. “No me atrevía a decírselo a mi padre porque para él después de Cervantes y Shakespeare no había más y esto era como una aberración”.
Un repaso por la mayoría de sus obras, sus manías como escritora, su perfil que define de “escritora ciega, porque no tengo ni idea de lo que va a pasar”, frente a los que llama “escritores cojos”, que tienen todo hilado desde antes de escribir, o su obsesión por los finales sorprendentes, fue parte del repaso de su carrera profesional.
Pero hubo más, hubo una Carmen Posadas humana que rio, reveló manías, habló de esas intimidades que no se reflejan en los libros. Una Carmen Posadas que se acercó a sus lectores y les dejó entrar, que los cautivó desde el primer instante con esa dulce y sosegada voz que todavía no ha podido desprenderse del todo de su acento uruguayo y provocó que el tiempo fuese el mayor de los enemigos para que, por primera vez, ese punto y final no suscitase la habitual sorpresa sino un sabor agridulce con ganas de más.