Opinión

El cansino graznido del nacionalismo

Dice un tal Iceta, dentro de su ignorancia ya que ahora parece que va camino de ser ministro, lo que tiene su lógica dentro de la banda que nos gobierna, que “No voy a cambiar mi idea de que Cataluña es una nación para ser ministro, tengo obra escrita al respecto. Así como en algunos temas uno puede ir modificando mucho, pero yo en un año tan cercano como 2017, hice un libro que se llama “Tercera vía. Puentes para el acuerdo”, que para mí sigue teniendo plena vigencia. Por lo tanto yo no voy a cambiar mis ideas para acceder a un ministerio, no entra en mis planes hacer este tipo de virajes que en algún caso se han visto y que España es una Nación de naciones”, con lo que el pobre hombre ya supedita, como no podía ser de otra manera la Nación, España, por encima de las naciones, comunidades, regiones, cabildos, provincias, municipios, pedanías, comarcas, distritos, o barrios, como este ilustre bailarín, quiera llamarle. Claro que no sé a quién le importa lo que piense el tal Iceta.
A mí que me encantan las películas del Oeste, he disfrutado con las de John Ford y lo mucho que quería a sus naciones indias, ya saben, mescaleros, apaches, arapahoes, si es por nombrar, ¿ por qué no decir que Cataluña es un imperio, con por ejemplo, Cornellá, ahora muy de moda ahora al haber eliminado a un equipo de la capital de la verdadera Nación en la Copa del Rey, o Tarragona, o Ampurias, por las cosas de la Historia, como capital? Y si suponemos, en la albondiguez del tal Iceta, que Cataluña es una nación, ¿cómo llamaremos a España, que es la Nación de naciones, Imperio Hispánico, Hispania, o finalmente como se llama, España?, porque una nación de naciones es un imperio , usted que “ha hecho un libro” Iceta, no sé si sabe que Cataluña nunca ha sido una nación y nunca ha sido independiente, aunque creo que a usted eso le importa poco.
Entiendo que usted quiera ir con las prisas de Italia, que después de la caída del Imperio romano en el 476 y la llegada de los bárbaros, posterior, aunque no tan bárbaros, aún no existía Italia sino ciudades estados que sobrevivieron independientemente hasta el último tercio del siglo XIX. Para que usted se haga idea señorito Iceta, Roma, no se unió a la actual Italia hasta el año 1871 como capital de Italia. Los estados de esa península habían sido “mordidos” por austriacos, franceses, españoles y hasta por el mismo Papa que tuvo que ceder Roma. Pero si esta es la más joven, la más vieja, antigua y sabia de Europa es España, aunque gran parte de las veces esté dirigida por inútiles.
Hablar de Historia con usted es perder el tiempo porque a usted no le interesa la Historia, sino la política, es decir el poder. Y lo que quiere es ser el señorito de la Generalidad para gestionar los miles de millones de todos los españoles en el desperdicio continuo de esa autonomía. Usted no va a eliminar las “catajadas”, esas oficinas sin rango diplomático que sirven para designar a sus paniaguados con un sueldo que en la empresa privada no obtendrían y lo perciben del sueldo de la Generalidad, como usted lo tendría, pero ¿usted cree que puede ya engañar a alguien? Ya el Presidente del Gobierno Juan Negrin durante la guerra civil conociendo a los separatista de Esquerra dijo:” No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un separatismo pueblerino y estúpido. De ninguna manera.
Estoy haciendo la guerra por España y para España. Por su grandeza y para su grandeza. Se equivocan gravemente los que otra cosa supongan. No hay más que una nación. España. No se puede consentir esta sorda y persistente campaña separatista, y tiene que ser cortada de raíz. Nadie se interesa tanto como yo por las peculiaridades de su tierra; amo entrañablemente a todas las que se refieran a Canarias y no desprecio sino que exalto las que poseen otras regiones, pero por encima de todas esas peculiaridades, España.
El que se oponga a la política de unidad nacional debe ser cesado en su puesto fulminantemente. Antes de consentir campañas nacionalistas que nos lleven a desmembraciones, que de ningún modo admito, cedería el paso a Franco… en punto a la integridad de España, soy irreductible y la defenderé de los de fuera y los de dentro. Mi posición es absoluta y no consiente disminución”. Desgraciadamente en la Constitución del 78 los legisladores con objeto de agradar a los separatistas vascos y catalanes, introdujeron el término “nacionalidades” para diferenciarlo de “regiones”, y según su artículo 2 : “La Constitución se fundamente en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran…” sin llegar a definir que es una nacionalidad y que es una región, según esa Constitución, ni denominar cuales serían clasificadas como nacionalidades y por qué o regiones y por qué o como las Comunidades Autónomas pueden ser 17 o 27 ya que se han ido constituyendo según lo deseaban sus “parlamentos”, así tenemos Comunidades Autónomas incomprensibles desde el punto de vista histórico. Solo se les presentó un maná de competencias, unas exclusivas de las Comunidades Autónomas que se crearan, otras del Estado , algunas de las cuales podían ser cedidas a las CC.AA y para redondear la faena, se incluyeron determinados privilegios al País Vasco y Navarra en base a unos infundados derechos históricos, lo que rompe con la igualdad de todos los españoles expresada en el artículo 14 de la CE . Total un mercadeo incomprensible, donde ha faltado lo principal, una ligazón sólida entre el Estado y las Comunidades y un techo competencial de las Comunidades. De acuerdo con Antonio García Trevijano “El régimen del 78 supuso el triunfo de la cobardía y la deshonestidad. La cobardía no camina en solitario, siempre se apoya en el bastión de la ignorancia, y esta produce necesariamente irresponsabilidad. Y no solo del Gobierno y de la clase política en su conjunto, sino de la casi mayoría de los gobernados. “ El pacto constitucional se realizó a la sombra alargada de los nacionalismos que ocupó buena parte de la historia de nuestro país durante el XIX y el XX y cuyos orígenes son difíciles de situar más allá de la Edad Contemporánea cuando forman parte de una Nación que tiene al menos quinientos años. No obstante, aun cuando ha tenido factores positivos, como la sujeción del Ejército al poder civil y la dilución de la estrecha vinculación de la Iglesia al Estado, tiene muchos negativos, encuadrados fundamentalmente en su Título VIII “De la Organización territorial del Estado” y que con la experiencia adquirida después de más de cuarenta años se centra en tres ejes fundamentales: Falta de respeto a la Ley, esencialmente por las CC.AA que tienen gobiernos separatistas o están en el camino de serlo, falta de solidaridad entre Comunidades y de estas con el Estado, y limitación de las competencias de las CC.AA que no pueden ser nunca las del Estado. Hoy está claro que competencias como la Enseñanza, la Justicia, y Sanidad, es un error el haberlas concedido. Todo ello trae como consecuencia una verdadera ausencia de organización como estado nación.
El resultado está siendo una verdadera catástrofe, aumentada si cabe con un Gobierno absolutamente incapaz, como ahora puede verse en la gestión de la pandemia y en la vacunación de la ciudadanía. Los Presidentes de las CC.AA se consideran no servidores del Estado al que representan en su Comunidad, sino adversarios, cuando no enemigos del Gobierno de la nación. Cada vez hay menos “Estado”, el Gobierno apenas tiene algo que decir, a no ser por la vía de la Hacienda Pública, y la Justicia, último valladar que no es respetada y los jueces, que además de impartir la Justicia tiene la obligación de hacerla ejecutar, fallan en ese punto. El simple hecho de tener que disponer de varias licencias de caza y afortunadamente no varias licencias de conducir, expone un modelo de organización que no funciona. Elevado a mayores, la organización sanitaria, cuando se puede disponer de un solo documento que habilite a la cura en cualquier hospital del territorio, se traduce en un caminar insufrible por la compartimentación de la Sanidad. Por no señalar la multiplicación de organismos e instituciones absurdos que acogen a miles de funcionarios de esas comunidades que hunden presupuestariamente la estructura económica de las mismas. Continuamente se oye el graznido disonante del separatismo y el Gobierno atiende rápido y solícito a sus demandas. En el caso del País Vasco, es el ministro del Interior, el tal Marlasca, quien pierde lo poco que le queda de su prestigio y se dedica a destrozar su respetable pasado, por acercar rabiosamente a todos los etarras más sanguinarios a las cárceles del País Vasco .¿Cómo es posible que un juez , considerado respetable en su tiempo de Juez haya enfangado su prestigio , por tal de seguir siendo ministro, como para apoyar una política tendente a ayudar al separatismo, vasco o catalán a toda costa y deviniendo el peor ministro del Interior que se conoce?, y eso que tenía fácil no serlo. En el caso de Cataluña, donde los golpistas no hace mucho que entraron en la cárcel condenados por el delito de sedición, ya se están ocupando las cárceles catalanas de concederles el tercer grado pese a haber condena del Supremo contra una decisión anterior en el mismo sentido. La Fiscalía previsiblemente vuelva a denunciar la prevaricación de las direcciones de las cárceles y vuelta el graznido donde solía.
Y es que los separatistas saben que ni el País Vasco, ni Cataluña serán ni independientes ni naciones, al menos con esta Constitución que en su totalidad nos ampara. Pero el graznido constante y mendigante les está aportando buenos resultados. Ahora se trata de señalar que la supuesta “nación “catalana es una nación en el sentido de identidad, más sentimental y no como la verdadera nación política, y ahí es donde entra, según los socialistas separatistas “moderados” lo establecido en la CE por la que España es una “nación de naciones (nacionalidades)”. Pero ¿por qué ha de tener ese sentido de identidad un catalán y no un extremeño? Y por otra parte,¿ porqué se empeñan en reducir las dimensiones del Estado nación si solo se trata de tener una identidad superior por la , digamos, cultura o la lengua? Porque es un simple trampantojo; la lengua la utilizan como medio de separación y las competencias que van obteniendo como contrapoder del Estado, por lo que el enmascararse en la nación de sentimientos no es más que es un subterfugio para que se ceda en el caso de una reforma constitucional; esa trampa continuada entre nación sentimental(nacionalidad) y nación política forma parte del graznido que ha envenenado las sociedades vasca y catalana desde el nacimiento de la Constitución y lleva a erigirse en derecho de fragmentación de la unidad común. Una nación política es un espacio de soberanía indivisible y el Estado es la estructura jurídica institucional y administrativa de que se dota la nación política para poder ejercer sus competencias y existir como tal, pero para que el Estado se haga respetar es imprescindible una clase política digna, competente y eficaz, que aquí no existe.
Despreciemos los graznidos, viva Mozart.

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