Cuando Madrid pudo tener abastecimiento regular de agua, en 1858, procedente del río Lozoya, mediante el canal de Isabel II − ruina de los tradicionales aguadores− se constató un sobredimensionamiento de suministro para aquella época, que obligaba a verter los excesos de agua al río Manzanares, a través del arroyo Cantarranas. El ingeniero Juan de Ribera, diseñó unas acequias de unos 16 km de longitud, que recorrían gran parte de la ciudad. Se empezaron a construir en 1868, y se las dotó lateralmente de un paseo con acacias, álamos, castaños de indias y fundamentalmente moreras, para fomentar la cría de los gusanos de seda. Las acequias, que recogían el agua sobrante del canal, sirvieron para suministrar riego a huertas periféricas e incluso aportarla para alfarerías y tejares de la zona. Por su condición de hijo o hermano menor, del canal principal, la conducción fue bautizada como “Canalillo”. Aparece citado en algunas obras literarias de la época y los madrileños mayores quizá recuerden el dicho popular: “Eres más viejo que el canalillo”. En 1961, se decidió su clausura y en los años setenta desapareció la tradicional instalación.
No va el artículo de un tratado sobre hidráulica − aunque haya servido de introducción−, sino de otro canalillo. Según el DRAE, es una expresión coloquial que representa: “el comienzo de la concavidad que separa los pechos de la mujer”. Viene a cuento porque, esta temporada − quizá como una alegría para compensar el enclaustramiento por el virus− se ha puesto de moda, en los vestidos femeninos, el lucimiento del canalillo.
Los pechos femeninos son, sin duda, uno de los aspectos corporales más valorados por las propias mujeres, que incluso recurren al quirófano para mejorarlos y no por causa de enfermedad. Son apreciados, por supuesto, por el género masculino, para cuyas miradas −según varios estudios− tienen un efecto de imán. No podemos obviar que este atractivo se origine −como mantiene Freud− en los primeros años de vida, por la asimilación en el subconsciente del efecto nutritivo y protector de la madre. Sin embargo, en 2013 publicó una revista que las mujeres igualan en tiempo al hombre, en la fijación de las miradas −no sé si por motivos comparativos− en los atributos de las otras semejantes.
Esta fijación, la mostraba explícitamente en sus películas el director de cine erótico Russ Meyer y por supuesto, Federico Fellini, que daba protagonismo en Amarcord, a los impresionantes atributos de la italiana Antonieta Belluzzi, en el papel de la estanquera. Irrepetibles fueron los tres segundos que, en la gala de Fin de Año de 1987, un díscolo pecho de la también italiana Sabrina Salerno, saltó de su ajustada vestimenta y se balanceó juguetón, para deleite en su contemplación de millones de televidentes. A la genial chipionera, Rocío Jurado, le gustaba lucir y regalar sugestivos escotes en sus actuaciones.
El referido canalillo, por su visible exposición, es una las preocupaciones de las féminas. En realidad, parece ser que prefieren un canalillo estrecho− sin pasarse− que consideran más estético. Cuando las mamas están muy separadas, se crea un hueco excesivo entre ambas. La recurrencia a la cirugía y a la lipotransferencia, es muy corriente. El canalillo excesivo puede estrecharse en quirófano, pero si no está en buenas manos se corre el peligro de hacerlo desaparecer, originando la sinmastia. Las mujeres con pezones muy separados −distopia areolar externa− al hacerles un implante, como las prótesis deben estar centradas al pezón, se puede originar una gran separación entre ellas.
En las diferentes épocas y culturas, el pecho femenino ha tenido variados protagonismos. Las antiguas cretenses y egipcias, llevaban los senos al descubierto. En la Grecia clásica, era común llevar uno de los senos al aire, aunque la toga griega impuso su cubrición. En el imperio romano, el uso del strophium, heredero de la toga helena, cubría el pecho y era fundamentalmente usado por las romanas, para diferenciarse de las bárbaras, que iban descubiertas. En exploraciones arqueológicas, se ha encontrado, en aquellas civilizaciones, algunas muestras de utilización de formas de protección y sujeción de las mamas. En la Edad Media europea, no era corriente que las mujeres sujetasen sus senos, aunque en Austria se encontraron piezas de ropa interior del siglo XV muy parecidas al sostén, que parece ser eran de uso restringido de mujeres públicas y libertinas. Tuvo que llegar el Renacimiento y en el siglo XVI, apareció el corsé, que Catalina de Médicis introdujo en su Corte francesa. Consistía en un aparato rígido, que utilizaba metal, elevaba el pecho y oprimía la cintura. Tuvo un uso generalizado entre la aristocracia desde esa época, y a pesar de su incomodidad e incluso causa de problemas respiratorios, ha perdurado durante más de tres siglos. Tal vez en 1866, se creó el primer antecedente del sujetador actual, a base de seda y cable, pero posiblemente fue Herminie Cadolle, en Francia, la que ideó el primer sujetador moderno, dividiendo el corsé. A partir de entonces se recogen variados protagonistas, a los que se atribuye la creación de prototipos de sujetador. En realidad, fue en 1914 cuando la norteamericana Mary Pheelps Jacob, patentó el primer modelo de sujetador moderno. Su desarrollo se completó, cuando la modista Ida Rosenthal clasificó las tallas en categorías.
Desde entonces las mujeres occidentales− del 75 % al 95 %− usan los diferentes modelos de sujetador, que proporciona el mercado. En los años 50 estuvo de moda el sostén “Bullet–Bra”, de copas puntiagudas y en 1964 una compañía canadiense de lencería, creó el modelo “Wonderbra”, con aros angulares semirígidos y almohadillados, que moldea, empuja y eleva los senos, dándoles mayor presencia y firmeza. Sin agotar el amplio espectro de las opciones femeninas para elegir, hay que citar: el sostén para maternidad o lactancia, el aplicable a la masectomía o el deportivo.
No obstante, en los años 60, algunos grupos feministas protestaron sobre el uso opresor del mismo, realizando en ocasiones, quemas públicas. Asimismo, fomentando su exclusión, desde 2011, se celebra el Día Internacional Sin Sujetador (No Bra Day), el 13 de octubre de cada año.
Como homenaje al desaparecido corsé, hay que hacer referencia a que en la I Guerra Mundial, el Gobierno de EEUU pidió a las mujeres americanas que donaran sus corsés para utilizar el metal que contenían, en la construcción de barcos de guerra. La petición no pudo tener mayor aceptación patriótica, ya que se recogieron 28.000 toneladas de metal, que permitieron la construcción de dos barcos.
Volviendo al tema de la importancia que el pecho femenino aporta a la estética y a la seducción, toma especial significación “la escotadura de un vestido, especialmente la que deja descubierta parte del pecho y de la espalda”, denominada escote. A lo largo de la historia ha tenido presencia de variadas formas y motivos.
En el siglo XVI se usaban corsés con anchurosos escotes en U. En los siglos XVI y XVII predominaban en forma de corazón. En nuestra puritana España, el escote se ocultaba o se tapaba con encajes y collares. Incluso se reprimía el pecho con unas tablillas forradas de cuero o cartón engomado, que colocaban entre la tela y el forro para oprimirlo.
En el XVIII, con la moda imperio, se elevó el talle por debajo del pecho. La utilización de amplios escotes que dejaban ver gran parte de la anatomía, eran de utilización frecuente por las clases adinerada y la aristocracia. En el propósito de mostrar la belleza de los pechos, radicaba también la forma de manifestar la importancia social. El buen aspecto y cuidado, acreditaba no haber tenido que amamantar, porque se podía contar con nodrizas. Curiosamente, esta liberalidad en los torsos femeninos coexistía con el escándalo que suponía mostrar hombros y tobillos. En nuestro país también las mujeres empezaron a seguir la moda francesa, con despejadas escotaduras.
A principios del XIX comenzaron a utilizarse escotes rectilíneos, ovalados y en V. Cuando finalizó la I Guerra Mundial, el escote se trasladó a la espalda. Hasta la II Guerra, la mujer empezó a usar prendas masculinas y el escote fue sustituido por una blusa blanca, complementada con una corbata masculina. En 1947, Christian Dior dio importancia a la cintura y las curvas femeninas, al mismo tiempo que las estrellas de Hollywood de los 50, recuperaron el componente seductor del escote.
Desde entonces y hasta la actualidad, la sucesión de modas hace que la mujer disponga de un abanico extensísimo de tipos de escotes, tanto para el uso diario como para celebraciones o trajes de noche. En mis discretas pero reconfortantes observaciones, en la calle o en las reuniones sociales, recopilo la variedad de opciones que regalan los escotes. En el caminar diario, el modelo más usual es el de “V o en pico”. Las más austeras, solo muestran el principio de un sugestivo canalillo. Las más generosas, lo utilizan más abierto y dejan a la intemperie, casi la mitad de los senos, con los pezones pugnando por mostrarse. No se utiliza mucho el escote “Lágrima”, porque no es de buen gusto y es un V abierto hasta casi el ombligo. El “Cuadrado” y en “U” enseñan más que el “Redondo”. El “Asimétrico” deja al aire un hombro y el “Bardot o de Hombros Caídos”, deja ambos al aire, sensualmente. El “Halter” se ajusta al cuello y presta atención a la zona de los hombros. El “Barco o Bateau” encuadra las clavículas.
Merece atención el llamado “Palabra de Honor”− de corte recto y sin tirantes− dejando visibles los hombros, las clavículas y los brazos. Su nombre tiene el origen en la promesa que hizo una modista a su clienta, asegurándole por su honor, que no se le caería. El modelo “Corazón” tiene un toque romántico y en el centro imita la figura del músculo cardiaco. El “Espalda” muestra la parte posterior del cuerpo. El “Underboob” deja ver la parte inferior de los senos y el “Sideboob” muestra las partes laterales. Personas mayores suelen utilizar el “Ilusión o Velado” que cubre el escote con una pieza transparente o de encaje. Sensual es el “Camisero”, que permite seductoramente, desabrochar los botones superiores. Incluso la compañía del Wonderbra, instituyó el Día Mundial del Escote, no sé si el 30 de marzo o el 21 de mayo.
No cabe duda que el pecho femenino tiene una importancia y un protagonismo funcional y estético indiscutible. Incluso se ha incluido en el libro Guiness de los Records, a la poseedora de los mayores senos naturales del mundo, la norteamericana Annie Hawkins, que porta unos atributos de más de 25 kilos cada uno. La cirugía voluntaria para variar tamaño y forma, es una de las aficiones más usadas por las mujeres en la actualidad. Buscan que parezcan naturales en aspecto, movimiento y tacto. Las últimas tendencias de cirugía mamaria, están sustituyendo los tradicionales pechos duros, casi esféricos e inamovibles, por unos modelos más naturales y con bamboleo. Las técnicas van cambiando, aunque existen leyendas urbanas como la explosión de la silicona de un implante, que sufrió durante un vuelo, una conocida actriz española.
Cómo no, han tenido repercusión en la literatura, la escultura y la música: “…Cuerpo de mujer, blancas colinas…” o “… la dúplica de púrpura de tus pezones…”, de Pablo Neruda. “……Tus pechos dos iglesias donde oficia la sangre sus misterios paralelos”, de Octavio Paz. “Toqué sus pechos dormidos que se me abrieron de pronto como ramos de jacinto”, de García Lorca” o “Tus pechos cántaros de miel, como reververeyan…” de Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina. Como corolario − obviedad que no necesita demostración−, de lo que no cabe ninguna duda, es la acertada comparación con las carretas.
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