Hoy mi caminata hizo una pequeña parada en la nueva marquesina, parada de autobús, de la antigua Bolera.
Allí quedé admirado por la nueva silueta y arquitectura de este nuevo ejemplar, esta vez para una buena temporada, ya que las anteriores, eran bastante delicadas y a la vez un punto de inflexión, para los clásicos que ven con desprecio lo original y por este motivo le meten mano y hacen un destrozo, en menos que un cura loco se persigna.
Sin materiales susceptibles de ser roto con una buena pedrada, una obra con ladrillo y cemento era lo ideal para hacer una función primordial, el refugio del sol y de las inclemencias meteorológicas, si a la vez tiene esos puntos donde la fantasía puede estar presente mucho mejor, solo obviar el asiento para pocas plazas, pero la verdad que llegarán los días y seguiremos viéndolo vivo, con una seguridad bastante grande.
Hoy el estrecho estaba en una de las modalidades que se estilan por estos lares, la niebla cerrada, que hacía imposible ver nuestro querido Peñón de Gibraltar, a cambio veíamos figuras fantasmagóricas, donde se Observaba un buque, aunque le faltara, no por tener defecto, sino por cubrirle la niebla, muchos elementos de su estructura.
Empezaron los sonidos de las sirenas de los buques, unos me decían: “que era para avisar al práctico” y otros más recatados: “para avisar de su presencia”, solo vi salir de aquella oscuridad, en pleno día, a un barco velero grandecito y con unas ganas de jugarsela bastante buena.
Después de tomar estos apuntes siguió mi vuelta hacia el centro y enfrente de la Cristalería Cruces, vi el antiguo modelo de parada de autobús, con la mutilación oportuna por los vándalos.
Más adelante y para cubrir una necesidad esencial de beber agua fresquita, en el comercio regentado por el “Kio”, tuve una nueva receta, esta vez en verso de un cliente:
Es choped Erika
El de toda la vida.
El que compraba tía Enriqueta.
Y lo juntaba con mantequilla.
Una buena sonrisa me llegó al corazón y a los recuerdos del ayer, que me hizo la boca agua.