Callejeros’, con sus crudas imágenes y testimonios, supo poner al desnudo la otra cara de Ceuta. La que tantas veces pretendemos ignorar, como si nos fuera ajena. El Príncipe es difícilmente comparable con cualquier otro barrio marginal español, excepto Melilla, partiendo de la marroquinización total del lugar en el que durante tantísimos años vivieron en paz y estrecha armonía modestas familias musulmanas y cristianas, y de las que de estas últimas sólo queda una. ¿Por qué tal huída? ¿Cómo se pudo permitir esa descontrolada invasión de marroquíes, muchos de ellos auténticos desconocidos para los vecinos de toda la vida del barrio? ¿Dónde están ahora los responsables?
¿Cómo concebir la proliferación de construcciones ilegales sin que nadie lo haya impedido en terrenos de propiedad municipal o del ramo del Ejército? Aún más, ¿cómo el mirar para otro lado ha permitido ese entramado de angostos callejones sin orden ni concierto, propicios para las emboscadas a los agentes del orden o bomberos, y vía de huida y cobijo seguro de los delincuentes?
Drogas, marginación, miedo, maleantes, mafias, asesinatos, paro de difícil solución, desesperación en tantas familias… Y Marruecos al lado, complacido con esa pica en Flandes que, en medio de este totum revolutum, cree haber clavado en sus reivindicaciones sobre la ciudad. Lejos de más reflexiones, no me resisto a transcribir algunos testimonios de ese último programa de la Cuatro.
“Hagas lo que hagas, todo está mal, siempre llegamos tarde, nos apedrean…”, comenta un bombero, que lamenta las dificultades para desplegar por esas callejuelas sus mangueras, y que a la hora de recogerlas aparecen rajadas.
“No tengo marido. Él es de Marruecos. Se marchó con otra. Sólo quería papeles. He tenido que traficar para dar de comer a mis hijos”. (Señora a la que un reciente incendio acabó con su casa, carente, como otras, de cualquier tipo de ventanas o ventilación.
“A la gente de Marruecos sí les llaman para trabajar, a nosotros, no” (joven vecino). “Si hubiera trabajo no habrían problemas. La gente se pasa 24 horas en el cafetín, ya me dirás”. “La juventud consume Trankimazim. No hay trabajo, nada, la cabeza me va a estallar” (vecino).
“Mira: hachís, coca... Vale entre 55 y 105 euros, más lo que llevo en el bolsillo, y eso porque aún es de mañana. Somos traficantes”. “La coca se vende a 60 euros el gramo, la recibimos hasta de Colombia”. “Ninguno de nosotros estudiamos”. “¿Para qué? En un minuto tenemos seis o siete mil euros”. “Aquí se consumen muchas pastillas, te tomas una ‘panterita rosa’ y ya tienes para tres o cuatro días en la luna (grupo de jóvenes del barrio entre 16 y 18 años).
“Esto era una huerta grande y todas esas casas están sobre mi terreno. Cada vez que veo que están haciendo una, me voy a la Guardia Civil. Los echan y al otro día se meten otros.
Te sacaré una pistola como vengas de nuevo molestarme, me amenazó una de esas vecinas. Si pudiera vender todo me marcharía, porque ves que te están quitando lo tuyo y nadie te hace caso”. (M. Bussian, una de las pocas personas que tiene legalmente escriturado su suelo).
“Habrán unas 120 familias que viven en condiciones muy indignas”, asegura Kamal, el presidente de la barriada, mostrando algunas de ellas, de chapa, en las que se apelmazan, en un pequeño habitáculo, los colchones donde duermen las familias, o mini ‘cocinas’ abarrotadas de diversos enseres.
“Es una estructura piramidal. Arriba está el capo, más abajo otros ocupan diversos estadios y, al final, menores amparados en la ley para no cumplir condena, que son los que realmente se juegan el pellejo” (agente policial).
Ladrones de coches muestran sus herramientas. Son menores de 12 a 15 años. Les pagan diez euros por tres ruedas. A veces roban coches enteros. “Hay que sacar dinero para disfrutar”, dicen.
Quema de contenedores y apedreamientos para despistar, ambulancias que han de subir escoltadas. “Una piedra de esas te puede arrancar el cuello”.
El delegado del Gobierno, preocupado, no oculta que el gran problema del Príncipe sea la delincuencia. “Hablamos de un dos por ciento de población que está absolutamente excluida de la ley. Todos, al final, acaban con sus huesos en la cárcel. A veces te sientes impotente porque tienen protección del resto de las bandas que les permite escapar en muchas ocasiones”. “Ni mucho menos es la barriada más peligrosa de España”, sentencia.
Propaganda muy negativa para Ceuta, cierto. Lo que la Cuatro mostró es una vieja y enquistada realidad contra la que, me consta, Vd. intentará luchar. Veremos si desde Moncloa lo dejan. Aquí llueve sobre mojado.