Abandonamos la majestuosa Viena y en un cómodo autocar de Fixbus partimos de Austria, dejando a la izquierda, no muy lejanas, Eslovaquia y la cercana ciudad de Bratislava. Entramos en Hungría y circulamos por su rica campiña hasta llegar a su capital, Budapest. La distancia recorrida entre las ciudades ha sido de 240 km y la duración poco menos de 3 horas. La primera impresión ha sido contemplar el ancho Danubio que preside la bella capital húngara. Nos dirigimos al apartamento reservado en la calle- utca, en húngaro- Veres Pálné situado en un céntrico, lugar cerca de la animada y comercial calle Vaci y del puente Elizabeth. En el inicio de la misma, destaca una estatua que representa a quien le da nombre. Tuve curiosidad por saber de quién se trataba y supe que era un reconocimiento a la profesora y feminista húngara Veres Pálné (1815- 1895), que adoptó, al contraer matrimonio, el nombre de su esposo Pal Veres, añadiendo el vocablo né, que significa: “esposa de”. Era una mujer preocupada por la formación de las mujeres, creó la primera escuela secundaria para ellas en Hungría y dotaba la instrucción de una formación religiosa cristiana. Antes de entrar en el recorrido de la ciudad, es apropiado conocer algo de sus orígenes y de su historia. Data la ocupación del territorio de la ciudad, del asentamiento en el siglo I a.C. de una colonia de celtas en las laderas del monte Gellert - lugar que actualmente ocupa la Ciudadela-al que llamaron, en su idioma, “agua abundante“. En el siglo I d.C. llegaron los romanos y fundaron sobre un asentamiento celta la ciudad de Obuda, que denominaron Aquincum en honor a los numerosos manantiales termales existentes. Precisamente por ello, el gentilicio de los habitantes de Budapest es el de aquincenses o aquineos. El emperador Diocleciano ordenó construir en el 294, al otro lado del Danubio- en la orilla que actualmente ocupa Pest - una nueva ciudad que llamaron Contra Aquincum. Cuando en el siglo V los romanos abandonaron su antigua provincia de Panonia, los territorios fueron ocupados por hunos, lombardos y ávalos, del siglo VI al IX. A partir del 829 Panonia se convirtió en parte de Bulgaria, que construyó dos fortalezas -en Buda y en Pest-a ambos lados del Danubio. A finales del siglo IX arribaron a la zona los magiares-pueblo seminómada, de orígenes no muy bien determinados- tradicionalmente ocupados de la invasión y el pillaje, que finalmente se establecieron en la isla Csepe al sur de la actual Budapest y en la isla Obuda, más pequeña, al norte de la actual Isla Margarita, ambas fluviales entre dos ramas del Danubio. Se atribuye la fundación de Hungría a las siete tribus magiares. Elemento fundamental fue el nombramiento en el año 1000 de su primer rey Esteban I, avalado por la corona que recibió del Papa Silvestre II y que significó el nacimiento oficial de la nación. Le dio a la misma el sentimiento religioso y la convirtió en el bastión de la doctrina cristiana. La invasión de los mongoles a Europa en 1241-1242 supuso el saqueo y destrucción de las ciudades Buda y Pest, aunque se recuperaron en 1244. Fueron reconstruidas por colonos alemanes que rebautizaron a Buda como Ofen que significa horno, refiriéndose a los muy numerosos hornos de cal existentes. Curiosamente, Pest de procedencia eslava, también significa horno. El reinado de Matías Corvino, entre 1458 y 1490, casado con Beatriz de Nápoles, marcó un gran desarrollo económico y artístico de la ciudad. Con el siglo XVI llegó la amenaza turca bajo Solimán el Magnífico, venciendo a los húngaros en 1526 con lo que se dividió el país en dos, uno independiente con un rey y otro que se unió a los Habsburgo austriacos. Reincidieron los turcos y en 1541 tomaron el Castillo de Buda. Durante 145 años, ocuparon y rigieron las dos ciudades, con un país fragmentado en tres partes. En 1686, los Habsburgo austriacos reconquistan de los turcos, las ciudades Buda y Pest y se reasientan unos centenares de colonos alemanes, pasando ambas ciudades a formar parte del imperio austriaco. Durante el siglo XVIII, ni en Buda ni en Pest se ejercían apenas acciones políticas, administrativas ni fiscales, porque todo se regía desde Viena. La situación dio lugar a la llamada Guerra de la Independencia entre 1703 y 1711 contra el imperio austriaco, saldada con una derrota húngara. En el nuevo siglo XIX, en 1848, se reprodujo la rebelión y de nuevo fueron vencidos, pasando a formar parte del imperio austrohúngaro. Sin embargo, en 1867 se inició el Compromiso Austro-Húngaro, que llevó a una monarquía dual, de Austria como imperio y Hungría como reino, con emperador y rey en la misma persona, Francisco José I. Las ciudades Buda y Pest experimentaron un significativo desarrollo y en 1873 se fusionaron: la inicial sede de la isla de Obuda, Buda o ciudad alta en la orilla izquierda del Danubio y Pest, ciudad baja en el margen derecho del rio, constituyendo la ciudad unitaria de Budapest y su designación como capital de Hungría. Continuó el desarrollo de la ciudad y en los finales del siglo XIX y principios del XX aumentó su patrimonio monumental recibiendo: el Puente de las Cadenas, la avenida Andrassy, el Puente Margarita, la primera línea de metro, el Puente de la Libertad, el Puente Elizabeth, el Parlamento de Hungría, la Basílica de San Esteban, la Plaza de los Héroes y el Gran Bulevar. En el tema cultural también competían seriamente con Viena. Al finalizar la I Guerra Mundial se produjo, en octubre de 1918, un alzamiento en la llamada revolución Aster o Revolución del Crisantemo, que llevó el 16 de noviembre a la independencia del imperio austrohúngaro y a la proclamación de la República Popular de Hungría. Las dificultades la llevaron al fracaso y en marzo de 1919, con tan solo cinco meses de existencia, desapareció y se proclamó la República Soviética Húngara. Tuvo una breve duración de 133 días, porque la invasión rumana acabó con ella, estableciéndose la también efímera República Democrática Húngara y siendo Budapest la capital. La finalización de la ocupación rumana en noviembre, llevó a la restauración de la monarquía en 1920, con una regencia que duró hasta la finalización de la II Guerra Mundial. Durante los años treinta, los húngaros se ocuparon de recuperar mediante convenios y acuerdos sus territorios perdidos-casi las tres cuartas partes de su superficie original- con la finalización de la I Guerra Mundial. Confiaban también en que la unión con la Alemania nazi y la Italia fascista, les ayudaría a las recuperaciones y en 1940, Hungría se integró con estas potencias teniendo que participar en la guerra en 1941. Los posibles contactos posteriores con las fuerzas aliadas, llevaron la desconfianza a Alemania y sus tropas ocuparon Budapest el 19 de marzo de 1944. A finales del año, el ejército soviético asedió la ciudad y a principios de 1945 la ocuparon mientras los alemanes, en desbandada, destruyeron todos los puentes del Danubio. La ciudad entre los bombardeos aliados, el sitio por los soviéticos y los destrozos de los alemanes sufrió una fuerte destrucción de su patrimonio e infraestructura y una gran pérdida de su población. La finalización de la contienda en 1945, llevó a que en 1946 se aboliera la monarquía y se proclamara la Segunda República Húngara, con un gobierno aliado de los soviéticos. En 1949 se declaró la República Popular de Hungría, con la capital en Budapest y formando parte del bloque tras el llamado Telón de Acero. Budapest tuvo un doloroso protagonismo en octubre y noviembre de 1956, cuando los húngaros decidieron romper con la dominación soviética levantándose en una valiente revolución, rápidamente reprimida por los tanques del ejército soviético que ocuparon la ciudad. Causaron gran cantidad de víctimas y muchos húngaros huyeron a occidente. Recuerdo, por mi afición al fútbol, que los componentes de uno de los mejores equipos de la historia, el Honved de Budapest, no volvieron al país y algunos enriquecieron nuestro fútbol, como fueron los casos de Kocsis y Czibor en el Barsa y el extraordinario Ferenc Puskas en el Real Madrid. Adelantándose a las reformas de Gorbachov en la URSS, cuando se cumplían los 33 años de la fracasada Revolución de 1956, la nación recuperó su denominación de República de Hungría. En mayo de 2004 fue admitida en la Unión Europea y Budapest se ha convertido en una de las ciudades más visitadas del continente. Hace casi cincuenta años tuve ocasión de visitar la bella ciudad, cuando se encontraba bajo el régimen comunista. Aún vivía Franco y no era muy corriente visitar los países tras el telón de acero. Entonces me cercioré de las limitaciones del sistema, pues siendo Hungría, junto con la Alemania Oriental uno de los países más adelantados del bloque, era corriente observar carencias -muchas personas llevaban usualmente una bolsa de plástico en los bolsillos, por si encontraban alguna oportunidad de compra en los desabastecidos mercados- y una desgana, fácilmente detectable, en el trabajo y la atención al cliente de los empleados en las tiendas, al no tener estímulos. Sin embargo, pude apreciar la belleza de la ciudad y sus monumentos. Incluso anecdóticamente, fui testigo de ver a la población aplaudiendo, en el Puente de la Cadenas, el recorrido en coche del mandatario soviético Brezhnev que se encontraba de visita en el país. Indudablemente, el aspecto de la ciudad en el plano comercial y de servicios es diferente en esta visita actual, con profusión de tiendas, restaurante y bares, tal como en cualquier otra ciudad europea dentro de la economía de mercado. Muy cercana a nuestro apartamento, la primera salida nos llevó a la Vaci Utca, una dinámica calle peatonal con abundancia de tiendas de moda, cafeterías y restaurantes que la hacen ser el polo comercial y turístico de Budapest. Situada en Pest, paralela al Danubio, su construcción se inició en el siglo XVIII, aunque las edificaciones actuales son de época más reciente. Sus orígenes, sin embargo, datan de época medieval ya que llevaba a una de las puertas de la muralla que protegía la ciudad de Pest, de la que todavía se conservan restos. En el número 13 de la calle, se encuentra el edificio de mayor antigüedad, de 1805. Desde luego, la vitalidad y actividad de la Vaci es similar a las calles comerciales de otras ciudades europeas. No tiene nada que ver con la calle que existía cuando visité la ciudad por primera vez, aunque entonces ya era una calle elegante por la que solían desplazarse los dirigentes y cuadros importantes del sistema. En uno de los extremos de la calle Vaci se encuentra la Vörösmarty tér- en idioma húngaro “tér” significa plaza- precisamente donde se ubicaba la puerta de la muralla medieval. Es una bella y elegante plaza en cuyo centro se encuentra la espectacular estatua, de principios de 1900, del representativo escritor, dramaturgo y poeta Mihály Vörösmarty, sentado y rodeado de personas, hombres, mujeres y niños. Precisamente, aunque ya había fallecido en 1855, se le dio su nombre a la plaza en 1926. La misma, a lo largo de su historia, había recibido más de una docena de nombres desde el primero en 1812, pero ya desde hace casi cien años lleva la del laureado y conocido escritor húngaro. En ella se encuentra el elegante y representativo café Gerbeau, casi un símbolo de la ciudad y en Navidad acoge a un impresionante y seleccionado mercadillo con más de 20.000 metros cuadrados. Caminando por la Vaci hasta el otro extremo de la misma, nos encontramos el monumental Mercado Central de Budapest. Se trata de una impresionante construcción de estilo neogótico, cuyo inicio data del esplendor del imperio austrohúngaro y realizada entre 1894 y 1897. Está construido con vistosos ladrillos rojizos y amarillos y una impresionante estructura metálica-se le conoce como la Catedral de hierro- que permite la iluminación con luz solar. Es una magnífica combinación del hierro y el ladrillo. Destaca la monumental fachada y el colorido tejado de tejas vidriadas y azulejos de pirogranito. Lamentablemente, la II Guerra Mundial afectó enormemente a la edificación y su primera reconstrucción se hizo muy deficientemente, por lo que fue deteriorándose y en 1991 fue clausurado por riesgo de producirse derrumbe. Afortunadamente, la nueva restauración, respetando las características del edificio original, ha permitido contar con este valioso tesoro arquitectónico de la capital. Tras admirar su bella arquitectura penetramos en el espacioso interior y accedimos al sótano, donde los puestos mostraban especies, encurtidos, ristras de la típica paprika húngara, también molida y pescado, fundamentalmente ahumado. Ascendiendo a la planta baja, amplios pasillos exponían en sus laterales puestos de verduras, frutas y carne. Degustamos un excelente zumo de naranja en uno de ellos. Subimos a la planta superior donde pueden adquirirse variedad de recuerdos y souvenirs del país. Al fondo, variados puestos sirven comida húngara como el goulash, especie de estofado de carne con cebollas, pimientos y pimentón, el lángos, comida callejera a base de pan frito con harina y patata cocida, espolvoreado con ajo y adición superficial de queso y otros ingredientes a voluntad. Como postre, suelen ofrecer el kurtoskalacs, quizá el dulce más antiguo de Hungría, consistente en un crujiente cilindro de harina, con aceite, levadura y azúcar. Tienen unos precios económicos y se come en mesas compartidas. Aunque en Budapest hay varias universidades, nos pareció interesante acercarnos a la Universidad Corvinus, que se encuentra muy cercana al Mercado Central. El impresionante edificio principal se localiza en el margen derecho del Danubio. Su construcción se terminó en 1874, con un estilo neorrenacentista y originalmente fue ocupado por la Oficina de Aduanas. Ha albergado una serie de instituciones a lo largo de su historia y en la actualidad es el más importante centro educativo de Budapest en las áreas de economía, administración y ciencias sociales. El nombre actual se le impuso en 2004, en honor a la prestigiosa Biblioteca Corviniana, que estableció en el siglo XV el rey Matthias Corvinus. El edificio principal está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Aunque no era periodo lectivo, el conserje de la entrada- cuando le dije que era profesor de universidad en España- me permitió entrar y visité algunas áreas de su interior. Me llamó la atención que en una de las paredes del hall, orlado con una bandera húngara, estaba colocado un retrato de Imre Nagy. Fue Primer Ministro del país, durante el comunismo, e inicio una serie de reformas que dieron lugar a la Revolución de octubre de 1956, duramente reprimida por los tanques soviéticos. La plaza Erzsebel es el mayor espacio verde en el centro de la ciudad. En el siglo XVIII se empezaron a levantar elegantes edificios en el área, rodeando la que se convertiría en uno de los lugares de descanso más visitados. En 1868, recibió el nombre de Erzsebel en honor a la querida Sisi, esposa del rey y emperador Francisco José de Habsburgo. Posiblemente durante la dominación soviética, cambió de nombre, pero en 1990, tras la caída del comunismo, volvió a recuperar el original. En el centro se encuentra la estatua, desde 1959, que representa al padre Danubio flanqueado por los tres grandes ríos centroeuropeos Tisza, Dráva y Száva, sus afluentes. También una enorme noria de 65 metros de altura denominada “Ojo de Budapest” y un árbol cuyo tronco han rodeado -con la cursi costumbre que se inició hace unos años- millares de enamorados con sus candados de permanencia amorosa, arrojando las llaves al Danubio desde el cercano Puente de las Cadenas. Lo más probable es que con el tiempo, como suele ocurrir, algunos desilusionados añoren no saber bucear.

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