La historia de Kaliningrado es tan trágica como perturbadora. Entramos en un pedazo de Rusia separado por cientos de kilómetros de la "Gran Madre Rusia" y rodeada por países de la Unión Europea y de la OTAN, como Polonia y Lituania. Es fácil comprender por qué este trozo de Rusia a orillas del Mar Báltico es un punto estratégico irrenunciable para la Federación Rusa.
Su importante emplazamiento y su vital base naval la convirtió en zona militar por los soviéticos y así la mantuvieron los rusos tras la disolución de la URSS. Nadie podía entrar si no estaba autorizado por la Armada Rusa y estuvo cerrado al exterior durante muchísimos decenios.
Muy recientemente, se ha quitado esa categoría militar a todo lo que no sea de uso exclusivo militar y se puede entrar si se tiene un visado ruso o se consigue un permiso especial en el consulado ruso de Vilnius (Lituania).
La frontera impone, muchos controles, vallas y alambradas. Tras exhaustivas comprobaciones de la validez de nuestro visado y pasaporte, superar varias barreras fronterizas, tuvimos un registro enfermizo de todas nuestras pertenencias. Estuvimos dos horas vaciando el Mitsubishi Montero y abriendo todas las cajas. Tras el fastidioso registro, la primera alegría: el precio del gasoil, que aquí cuesta tan sólo 0,58 €/l.
Con el depósito lleno avanzamos por sus deterioradas carreteras estrechas de doble sentido bajo la amenaza, de nuevo, de grandes tormentas mientras los extensos campos de trigo se extienden a un lado y otro del camino.
La ciudad de Kaliningrado -y por extensión todo el territorio- fue rebautizada así en honor a Kalinin, un implacable y cruel colaborador de Stalin. Su nombre histórico es Königsberg, capital de la Prusia Oriental. Era alemana desde el s. XIII y fue destruida totalmente durante la Segunda Guerra Mundial con enfrentamientos brutales. Vencieron los soviéticos y mediante deportaciones masivas y asesinatos en masa vaciaron Königsberg de toda la población alemana que la habitó durante ocho siglos. Fue repoblada por rusos y cuando se desmembró la Unión Soviética no se devolvió a Alemania porque... no había ni un alemán, toda la población era rusa. Era territorio alemán pero toda su población fue expulsada o exterminada al terminar la Segunda Guerra Mundial así que... se lo quedó Rusia y así sigue.
La ciudad arrasada se levantó bajo las directrices soviéticas y las torres y edificios gigantescos e impersonales se extienden por toda la capital así como una invasión de símbolos soviéticos de estrellas rojas, hoces y martillos y grandes estatuas de hercúleos soldados dispuestos a dar sus vidas sin vacilar.
Pero todavía quedan partes de sus viejas murallas medievales y algunos bastiones que demuestran que tuvo un pasado más antiguo e igualmente belicoso a lo largo de la historia. La catedral de la ciudad ha recobrado su atractivo después de permanecer completamente abandonada durante décadas.
En los años 90 la restauraron y ahora es una sala de conciertos con su histórico órgano como protagonista. Hoy en día, este territorio ruso es una reliquia del pasado.
Los jóvenes ven como sus vecinos se van desarrollando a pasos agigantados y ellos llevan un ritmo muy lento a pesar del petróleo y de los depósitos de ámbar que posee. Al depender de las subvenciones de Rusia, cuando las cosas van mal por la Madre Patria, a ellos les va peor. Los jóvenes son rusos pero prefieren emigrar a Europa que a la Gran Rusia… hay una crisis de identidad muy fuerte entre la juventud. Más al norte disponen de un gran tesoro natural que se extiende en forma de istmo por las frías aguas bálticas aunque no llegan a congelarse en invierno, por ello a Rusia le interesa este importante puerto, el único que nunca queda bloqueado por los hielos.
El istmo de Curlandia separa el agua salada del mar Báltico del agua dulce de la laguna del mismo nombre. Es un paraíso para los amantes de las aves y de las playas de agua muy fría. Los bosques de pinos, abedules y musgo llegan prácticamente hasta la orilla de sus doradas arenas que han generado dunas de hasta 60 metros de altura.
Cientos de miles de pájaros sobrevuelan a diario la península durante el periodo migratorio como lo han hecho durante siglos del norte al sur de Europa y al norte de África. Como incansables aves migratorias seguimos nuestra migración con nuestro Mitsubishi Montero de AUBENSA CEUTA por el istmo hasta llegar a Lituania. No decimos adiós a Rusia sólo “hasta luego”. Tras recorrer los Países Bálticos entraremos en la Gran Rusia desde Estonia.
Toda esta ruta se puede ver en detalle en Facebook en @RutaGengisKhan y en la página web www.ruta-imperios.com
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