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Un “sí, quiero” aplazado: crónica anunciada de una boda cancelada

“¿Quién cierra y abre las fronteras?”, se pregunta Laia mientras mira las fotografías de su familia en su móvil. El amor no entiende de fronteras, con o sin el coronavirus. Laia no está separada de su pareja; a él, Reda, es ahora mismo al único que tiene a su lado. Puede abrazarlo sin vallas de por medio, pero son muchos los obstáculos que esta pareja está sorteando con el único horizonte de forjar su amor y casarse.
Laia García Rodríguez es una valenciana de 38 años que habitualmente antes del cierre de la frontera del Tarajal solía visitar Marruecos cuando su trabajo se lo permitía para pasar unos días con su novio. Con ese objetivo y con una boda programada para el 9 de abril viajó el pasado 28 de enero al país vecino. Jamás imaginó que ahora contaría los casi cinco meses que lleva allí atrapada sin poder volver a su casa y a su trabajo.
“Desde que llegué he estado haciendo los trámites correspondientes para realizar mi matrimonio en Marruecos, pero el mismo día que nos concedieron el permiso para casarnos frente a los Adoules en el tribunal familiar de Marrakech, que fue el16 de marzo, se anunció la cuarentena del país y el cierre de todo y me quedé aquí bloqueada por el cierre de las fronteras sin poder finalizar mi casamiento ni el registro en el Registro Civil consular. Además, mi capacidad matrimonial caducó en mayo”, relató la joven. Su visado de turista también prescribió el 28 de abril.

Llegó hasta el Tarajal, pero no la dejaron pasar

Laia intentó cruzar por Ceuta el día 22 de marzo, pero no se lo permitieron. “Tuve que viajar en vano de Marrakech hasta Tánger y desde allí hasta Ceuta y regresar, arriesgando mi salud y mi vida en el trayecto y gastando mi dinero en el viaje con la esperanza de regresar a España. Finalmente, no fue así y estoy en Marrakech desde entonces”, prosiguió.
Además, la valenciana ha perdido su trabajo. “Ahora mismo al no poder trabajar ni regresar me han despedido y desde hace tres meses no tengo ningún ingreso ni ayuda por parte de nadie y tengo que asumir gastos con los que no contaba cuando vine, claro”.
Ahora mismo está subsistiendo con la ayuda de vecinos y familiares de su “futuro” marido y con algo de dinero que le enviaron sus padres. Pero “tengo que pagar el alquiler de un alojamiento y manutención solo para mí, que es muy costoso pues no encontré nada más en las circunstancias en las que nos encontramos”.
Todo ello ha hecho imposible celebrar una boda en tales circunstancias. Con las invitaciones enviadas y a punto de dar el sí quiero, se quedaron Laia y su pareja el 19 de abril.

Boda cancelada

“Tuvimos que cancelar todo. Los 40 vuelos de familiares con su correspondiente alojamiento, transporte, el banquete, los músicos, regalos, el traje de novia, la mujer de la henna… en fin, todos los preparativos correspondientes a una boda tradicional marroquí que han sido anulados y cancelados. Además, perdiendo muchísimo dinero y no pudiendo celebrar el acontecimiento tan deseado y esperado por nosotros después de más de 3 años con papeleos”, relató emocionada.
La desilusión y el disgusto de Laia son evidentes. “Todo esto nos condiciona y ha condicionado la vida. Tengo casi 40 años y no puedo quedar embarazada sin haber contraído matrimonio según la ley islámica y la moral de uno mismo. Y por toda la lentitud e ineficiencia burocrática yo llevo retrasando mi embarazo casi tres años y si mi futuro marido no puede venir conmigo por falta de un visado tenemos que continuar nuestra relación de ya más de 10 años a distancia. Todo eso nos condiciona la vida que ya de por sí es bastante dura”, lamentó la española.
Laia necesita volver a España. Toda su vida, salvo su futuro marido, están de este lado de la frontera. “Me registré para el vuelo del 7 de mayo. Me hicieron repetir el formulario tres veces y no hubo respuesta ninguna. Me registré el 22 de junio para el primer barco. Me enviaron un correo de que habían recibido mi solicitud y que debido a un error tenía que repetir el formulario, pero no hubo respuesta después de reenviarlo de nuevo. Al final no me han llamado ni escrito en ninguna de las ocasiones”, continuó.

“Demasiada desinformación por todos lados”

Laia critica la falta de información que ha habido y los cambios sin avisar. “Al principio la compañía dijo que los que estaban registrados para el primer barco no hacía falta que se registraran de nuevo. Siete veces rellené el formulario. Finalmente había que registrase de nuevo pero ni nos avisaron por correo ni nada. En estos tiempos estamos a merced de gente que no quiere entender qué es un derecho y qué es un deber, que por ley deberíamos ser repatriados a nuestra casas con nuestra familia, independientemente si me llamo Ahmed o Juan”, reprobó.
En este sentido, la española recriminó en qué se basa la compañía para hacer decidir “quién va y quién no y si se aplicó la misma norma al llevar los coches y autocaravanas europeas”.
“Entiendo que son tiempos difíciles pero no lo son para todo el mundo. Yo ya no sé si tengo derecho a volver a mi casa o ya este derecho me lo han quitado. Pero solo quiero saber qué hacer y cómo hay que actuar para que nos hagan caso y faciliten nuestro retorno y dejen de tomarnos el pelo cada vez que les dé la gana. No quiero fomentar el racismo porque no me considero ni mejor ni peor que nadie, pero no entiendo cómo el estado español facilita el retorno de ciudadanos franceses y marroquíes residentes en España y a nosotros que somos españoles no nos hacen ni caso. Quiero que mi derecho sea respetado como los derechos de los demás. Para eso pago mis impuestos en España, para que el Estado reconozca mis derechos en estos momentos y se preocupe por nuestra situación”, concluyó.
Laia no escogió enamorarse de un marroquí, pero su amor es verdadero y a prueba de fronteras, pandemias y bodas frustradas. Marruecos se mantendrá en estado de alarma para combatir la expansión de la pandemia de coronavirus hasta el próximo 10 de julio, por lo que no podrán casarse. Pero para la valenciana lo más importante ahora es volver a España y “no ser ciudadana de ningún lugar”, confiesa.

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