Si hay algo que no me gusta y que mis amigos me aconsejan, es que deje de escribir sobre terroristas y terrorismo. Es una cuestión que me produce malestar pero, no hay duda, la obligación supera al derecho. Nuevamente y por enésima vez, tengo que hacer alusión a hechos que perturban recuerdos que parecían dormidos, medio olvidados, seguramente perdonados. En la existencia de todas aquellas personas que alguna vez en su vida fueron víctimas de actos de terrorismo, siempre queda un hálito de orgullo, de desilusión, de saber que aun vives para contarlo, suerte que otros muchos no tuvieron y que duermen en la paz que les dona saber que muchos de ellos cumplían con su deber y otros porque utilizaron bien sus palabras… contra unos desaprensivos armados de bombas, balas, pistolas y la felonía de sus almas cargadas de odio hacia ellos mismos.
No existen palabras que puedan delimitar hasta donde es capaz de llegar la maldad, unida a esa felicidad y celebración de estos malnacidos que, cualquier atentado que produjese muchas muertes, cuántas más mejor, nos llegó a infundir a los que somos constitucionalistas y demócratas, una terrible desesperación. Hoy día siguen en esa línea macabra de homenajear a esos asesinos y que, para nuestra desilusión, parece o es cierto que muchos se suman a estos descalabros. Contrariamente, esto me hace recordar el secuestro de Ortega Lara y el posterior secuestro y asesinato de Miguel Angel Blanco Garrido porque, ¿Dónde están aquellos millones de personas que se echaron a la calle, con sus manos blancas, pidiendo desesperadamente que no mataran a Miguel Angel?... ¿Tanto han cambiado las cosas para que hoy parezca que han desaparecido?. Pues no, -no parece-, es una realidad.
En días pasados, el Congreso de los Diputados ha homenajeado a las Victimas del Terrorismo con un minuto de silencio, donde hemos observado actitudes de todo tipo. Con las ausencias de Covite y la Asociación Memoria, Dignidad y Justicia, las numerosas Asociaciones existentes en España sí lo han hecho, sirviendo de relleno excepto la que preside Marimar Blanco, la cual y tras un brillante y triste discurso, recibió el rechazo de muchos de los políticos allí presentes, donde muchos se quedaron sentados y sin aplaudir. No perderé un segundo en catalogar al separatista Rufián o del diputado del PNV, pero no solamente fueron ellos los que hicieron caso omiso al alegato que pronunció la hermana del Concejal asesinado. Excepto Irene Montero y sus compañeros de Unidas Podemos, que se pusieron de pié pero no aplaudieron, me cuesta entender su asistencia a dicho acto para molestar y demostrar que no consideran a la Banda como terroristas y que como dijo el diputado del PNV Aitor Esteban, -normalidad-. Todo ello en contestación a las manifestaciones efectuadas por el terrorista Otegi el día anterior en la televisión pública -Televisión Española-. Es vergonzoso que España se derive hacia estos derroteros, obviando que es una situación que nos perjudica a todos. Es incomprensible que una Ministra en Funciones, haya manifestado: -Creo que el terrorismo hay que olvidarlo porque ya no matan-. Es decir, la Memoria Histórica debe seguir en vigor gracias a Zapatero, la cual es aplicable a ambos bandos y hace más de ochenta años y el terrorismo sí que hay que olvidarlo cuando su pasado es reciente y solo había un bando que asesinaba. Lo curioso de la entrevista al terrorista es que, un día antes del homenaje a la víctimas en el Congreso, se emitieran sus ominosos comentarios, negándose a condenar sus ignominiosos atentados, comparándolos con las torturas de la Guardia Civil en las Vascongadas y dejando entrever que el terrorismo de estado también fue una realidad. Pero la culpa de esa entrevista que yo no visioné pero de la que he visto extractos, contó con el fundamento de una televisión pagada por todos los españoles y que se parece a la TV3 catalana, donde el depravado tiene un sillón y una cámara cada vez que lo requiere. Como a la Guardia Civil, podríamos hablar sobre qué consideraban tortura estos desechos, con terribles asesinatos pero muy sensibles en su personalidad. Parecido a lo que ocurría en las Prisiones donde retirarles artículos no autorizados como un abrelatas, un flexo o fruta fermentada, constituía para ellos un caso de tortura con la correspondiente denuncia. Sus abogados batasunos eran sus verdaderos torturadores, fundamentados en el engaño para darles moral pero que no contaba con la contribución deseada. La Guardia Civil realizó un gran trabajo que costó la vida a más de doscientos miembros del cuerpo y que, en los primeros tiempos, eran enterrados por la puerta de atrás.
Sería importante diseñar y felicitar al Partido Político VOX por negarse a acudir a ese acto fraudulento donde, como era de esperar, miembros socialistas, catalanistas y vascos iban a dejar en entredicho la seriedad de un acto que debería ser respetado por utopía. Me sorprende que se haya utilizado el término “blanquear” con el fin de definir lo que allí se trataba, cuando uno de los asesinatos que más tiempo costó olvidar, tuviese como primer apellido “Blanco”. Lo dejaremos en coincidencia.
El dramaturgo Irlandés Oscar Wilde dejó dicho: “Perdona siempre a tu enemigo, no hay nada que le enfurezca más”.
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