Reportajes

Barrios de Ceuta | Monte Hacho: la paz de la naturaleza rodeada de unas vistas privilegiadas

Caen los primeros rayos del alba sobre el Monte Hacho y el camino que sube a este entorno natural desde el Sarchal ya comienza a albergar cierto tránsito. Ciudadanos que pasean con sus mascotas, otros que aprovechan para hacer deporte o simplemente disfrutar de la naturaleza y de una buena bocanada de oxígeno puro.
Son los primeros de unos cuantos de cientos que se dan cita a diario porque, como dice Antonio Pérez, “este camino desde que amanece hasta que anochece es una verbena de gente andando”. Él lo sabe bien, es presidente y uno de los vecinos más antiguos de la urbanización Monte Hacho, el único vecindario que acoge el entorno y, al parecer, el único que albergará. Como él, algo más de cien vecinos que habitan en las 58 viviendas que conforman la barriada son todos unos privilegiados. Pocos tienen la oportunidad de vivir en uno de los enclaves más deseados de Ceuta que les brinda unas vistas privilegiadas y prácticamente exclusivas. “Que lo primero en ver cuando te despiertes sea esa impresionante bahía sur y a toda la ciudad amanecer, eso no tiene precio”, confiesa este vecino.
Pero no es lo único de lo que presumen y por lo que se sienten afortunados. La barriada es un remanso de paz. Ellos no conocen lo que son los altercados o los conflictos. Ni esa contaminación acústica de la bulliciosa ciudad. Monte Hacho es silencio y más silencio, “y así durante todo el día”, apunta Antonio. El viento revoloteando las arboledas, las cigarras cantando y el bramar del mar. Eso es vivir en Monte Hacho: tranquilidad absoluta.
La barriada es una de las más jóvenes de Ceuta. Se construyó en el año 89 sobre una antigua huerta conocida como Corbacho de la que todavía se pueden apreciar los últimos resquicios, y desde entonces no ha experimentado ningún cambio. Está conformada por plantas bajas adosadas que se agrupan en dos calles paralelas pero a diferente altura y cuyos habitantes han ido decorando acorde a sus gustos y caprichos dejando algunas pinceladas singulares en sus respectivas fachadas.

Antonio Pérez: “Mira las vistas que tenemos, esto no tiene precio”

Antonio Pérez se siente dichoso y todo un afortunado por ser uno de los pocos ceutíes que puede vivir en el Monte Hacho. “Mira las vistas que tenemos, esto no lo ves en ningún otro lugar de Ceuta, no tiene precio”, dice señalando a la bahía sur. Confiesa que a la zona le tiene un especial cariño porque nació unos metros más abajo, “en el Sarchal”, y que cuando se le brindó la oportunidad de vivir en esta barriada no se lo pensó. “Esto para mí es vida. Es una barriada muy tranquila, la vecindad es fantástica y, aunque está un poquito lejos, las vistas y el ambiente lo compensan”. Cuenta que cuando llegaron los primeros vecinos apenas disponían de facilidades, “no teníamos ni alumbrado público y un viser estaba las 24 horas para vigilar las viviendas”. Pero treinta años más tarde la seguridad es uno de los símbolos de este barrio y han ganado algunos servicios como el del transporte público.

Un remanso de calma y tranquilidad, la carta de presentación del barrio

Cada vez son más ciudadanos los que huyen de la congestionada ciudad. Infectada de vehículos, ruido y contaminación. Por ello, este barrio cada vez se encuentra mas valorado y demandado, “muchos son los que se quieren venir, pero el barrio no puede seguir construyéndose”, comentan sus vecinos que lo presentan como un remanso de paz y tranquilidad donde viven rodeado de la calma y paz de la naturaleza.

“Somos pocos vecinos pero muy festivos, no nos perdemos una”

Apenas superan el centenar de habitantes en Monte Hacho contando todas las generaciones. Son un grupo reducido de vecinos pero entre los que no falta la unión y los ánimos de reunirse. De hecho, cualquier pretexto es bueno para organizar una convivencia. Tienen la suerte, aseguran, de disponer de un gran local social que se convierte cada tarde en centro de reunión. “Nos echamos nuestras partidas y organizamos fiestas”. Y es que cuando de festividades se trata no hay ni una que se les resista. Desde las tradicionales como las verbenas y las fiestas de la barriada, Navidad, carnaval con su participación en la cabalgata o las importadas como Halloween. Pequeños y mayores se vuelcan para disfrutar en unión y hermandad. “Somos pocos vecinos pero muy festivos, no nos perdemos ni una”, comentan.
Recientemente acaban de dar por finalizadas sus particulares cruces de mayo. “Las celebramos durante todo el mes. Nos reunimos principalmente los fines de semana. Venimos por la mañana y echamos todo el día”, explican. El día grande del barrio llegará en unas semanas, a final de junio. “Son dos jornadas de convivencia que comienzan con los partidos de solteros contra casados, carreras de sacos, campeonatos de parchís y dominó y terminan el domingo con una paella”.

Luis Gabarrón, el vecino que alberga un ‘pequeño’ santuario de la Semana Santa

Hay muchas formas de ver la Semana Santa. Luis Gabarrón la observa desde una perspectiva en miniatura, la de los pasos y palios que elabora desde hace nueve años y que le ha llevado a contar con una de las colecciones más completas de nuestra ciudad. Este vecino de Monte Hacho confiesa que su afición surgió a través de sus nietos cuando le pidieron ayuda para elaborar los pasos para el colegio, pero a la que se fue “enganchando” hasta llegar a reunir en una gran vitrina de su casa hasta unas dos decenas. Esa simple afición ha ido evolucionando a lo largo de estos 9 años y el resultado son auténticas obras de arte que llevan tras de sí grandes reclamos de compra y encargos a los que Luis se resiste a ceder. Los materiales son diversos, desde madera o escayola hasta tela, palillos, alambre, restos de bisutería o tubos de ensayo para simular los faroles de los pasos de palio. “Hay que echarle mucha imaginación y, aún así, puedo invertir unos 100 euros en cada paso que elaboro”. Pasos de fuera y de su “querida Semana Santa de Ceuta”, son posibles disfrutarlos los 365 días en este rincón de su hogar. Sin embargo dice que ya se ha “plantado” porque “no sé donde meterlos, no tengo más espacio”. Aunque sí tiene un encargo pendiente que va a tener complicado rechazar. “Mi mujer quiere una Virgen de África, y no puedo decirle que no”.

La devoción por el Cristo del Gran Poder en un singular altar

A mitad del barrio se alza un pequeño y singular altar que rinde devoción y pleitesía al Cristo del Gran Poder. Imagen que se encuentra representada en un mosaico que fue donando por el antiguo presidente y hermano de Antonio, Luis Pérez, y que está decorado por varios maceteros con flores de ese color morado tan característico del Cristo. Una zona que los vecinos se encargan de cuidar y mantener. De hecho, era un lugar para el culto, que ya se ha perdido, y donde celebraban la eucaristía el día grande del barrio, cuando organizaban la verbena.

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