La izquierda todavía no comprende que la democracia es para todos. En una nueva demostración de intolerancia y sectarismo frente al pensamiento diferente, el cristianismo, y en un nuevo alarde que evidencia sus deseos dictatoriales al confundir Estado con Gobierno, Gobierno con partido político, y a este con opinión personal; o sea, “el Estado soy yo” al más puro estilo Rey Sol, una minúscula asociación política ceutí, indistinguible del exiguo PSOE, ha cuestionado que las banderas ondeen a media asta recordando el asesinato de Jesucristo.
Habría que recordarles a estos avezados progresistas que no podrían expresar libremente su opinión si no fuera por el cristianismo. En estos momentos no logro recordar ninguna democracia, entendida como germen de libertad, como la entendemos en la vieja Europa, que no se base en una fuerte cultura cristiana. Incluso la japonesa o la coreana del sur, le deben bastante a los jesuitas y a la imposición estadounidense.
Por otro lado, el Estado pone sus banderas a media asta en señal de luto, como ha ocurrido en otras ocasiones cuando la causa de la muerte o el finado eran dignos del recuerdo del país, sea de la ideología que sea.
Eso es lo que distingue a un demócrata de un intolerante que sólo conmemora a los “suyos”. Si a esta asociación sectaria le parece insuficientemente relevante el cristianismo, podría al menos pensar que la “filosofía” de Jesús “el Cristo” es mucho más profunda y germen de paz y justicia social que la de cualquier otro pensamiento que haya ocurrido en la tierra.
Que la humanidad le debe mucho a esta “corriente” de pensamiento: las primeras consideraciones de la dignidad del ser humano independientemente de su origen, el entendimiento de la libertad como algo intrínseco al ser humano, la necesidad de la justicia social, la conservación y transmisión del conocimiento durante siglos a través de las bibliotecas de los conventos, o la creación de las primeras universidades del mundo tal y como las entendemos hoy día.
La izquierda hace mucho tiempo que perdió el disimulo a la hora de mostrar sus intenciones, que no son otras que las de controlar nuestras vidas, hasta la educación de nuestros hijos. Según ellos no se deberían poner las banderas a media asta por la muerte de una persona como Jesús, sino ondear por todo lo alto las del “orgullo gay” o las inconstitucionales de la “II República”.
Para ellos se debería borrar de la historia a la persona de Jesucristo, cuya existencia cambió la faz del mundo para mejor, buscando siempre un “reino” de paz, justicia y amor fraterno.
Ellos preferirían resaltar la de Karl Marx, Stalin, Mao Tse Tung, Che Guevara y cualquier otro asesino homófobo y liberticida que haya pasado para pesadez de la humanidad.
Lo que verdaderamente se esconde tras esa demanda de la izquierda más sectaria y radical es que la persona de Jesucristo los evidencia directamente como culpables de la injusticia, como germen de conflictos, como opresores de la humanidad. Si alguno dudaba que iban a hacer estos gagá si llegasen a gobernar, con esto ya tienen un ejemplo. A manipular la verdad que los acusa, y a meterle un dedo en el ojo al que piense diferente a ello.