“Es muy triste ver a tu marido ahí, tirado en el suelo, y que nadie venga a ayudarte, muy triste”. Es la voz de Maribel Márquez, una vecina de Ceuta, de Benítez. Hace un rato un grupo de bomberos acaba de marcharse de su casa. Hoy han sido ellos los ‘ángeles’ que han tenido la humanidad de ayudarle a pesar de, legalmente, no ser su competencia. Hace unos meses fueron una pareja de policías y ahora se pregunta a quién tendrá que llamar si le vuelve a ocurrir.
¿De qué situaciones hablamos? De las que sufren decenas, por no decir cientos, de familias que tienen a cargo a una persona dependiente. Por eso la historia que nos cuenta Maribel no es solo suya, sino de muchos. “Ojalá contando mi caso esto no le ocurra a nadie más, que se haga algo por favor”, dice.
Este viernes Maribel, de 72 años, ha servido a Manolo, de 75, su café con leche. Esa era su merienda. No sabe qué ha pasado, pero, al tratar de incorporarlo, Manolo (que lleva dos años postrado en la cama, mide un metro ochenta y pesa unos 100 kilos) ha comenzado a resbalarse hacia el suelo. “Iba cayendo, iba cayendo… hasta que estaba ahí tirado. Hasta el café se nos ha desparramado y las pastillas que ya le había colocado en su mesita, todo”, narra Maribel, “y ahora, ¿cómo hacía yo para levantarlo?”. Eran las cinco de la tarde.
Ha tocado la puerta del vecino que, alguna que otra vez, ha sido su salvador. No estaba, así que ha tenido que recurrir al teléfono de emergencias. “Hoy han venido los bomberos, que han sido muy agradables y a quienes públicamente les doy las gracias por haber tenido corazón, pero me han dicho, eso sí con mucho cariño quiero puntualizar, que ellos no están para esto, pero yo me pregunto, ¿y quién está para estas cosas? ¿a quién llamo yo?”, interroga Maribel.
Y esa es la pregunta, ¿quién está para estas situaciones? Hablamos de situaciones porque, técnicamente, no se trataría de una emergencia ya que la persona está bien. Situaciones que, dicho sea de paso, muchas otras veces ocurren de madrugada y suelen tener como protagonistas a personas grandes, con mucha estatura y peso y a quien su cuidador o cuidadora habitual no puede levantar sin ayuda. Situaciones que, para el personal del 112, son de las más complicadas de manejar. ¿Es o no es una emergencia? ¿Quién debe hacerse cargo?
La persona afectada suele llamar desesperada, no tiene a quién recurrir, pero si indica que la persona está en buen estado de salud, que no se ha lesionado, que solo se necesita ayuda para levantarse, nadie quiere hacerse cargo. Ni el 061, ni la Policía, ni los Bomberos, ni la Cruz Roja. ¿De quién es competencia entonces? Por lo visto, de nadie. Y con el covid, ni qué decir, ¿quién se va a meter en casa ajena sin ser su competencia?
Y mientras los contactos desde el 112 siguen, porque existe un evidente vacío, en busca de un ‘alma caritativa’ que se brinde a tomar el servicio, el afectado sigue ahí, en el suelo tirado, y su cuidador ahí también, colgado del teléfono, rogando compasión. En definitiva, se trata de una cuestión de suerte. De que ese día esté de servicio el policía o el bombero más humano o, hilando más fino todavía, y aunque suene duro decirlo, el que te conoce.
Una realidad tan invisible como real. Hoy han sido Manolo y Maribel, pero, y mañana, ¿quiénes serán?
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