Son los negocios más ruines. Avispados que se creen los más listos, avispados que montan un negocio para, a base de ilegalidades, engañar a quien daría todo lo que tiene por conseguir una regularización.
La Policía asestaba ayer un importante golpe a esas tramas que engañan a extranjeros. Y lo hizo en Melilla, deteniendo a un abogado, al dueño de una academia y a varias de sus profesoras.
No es un caso aislado, todo lo contrario. Cada vez son más los piratas que buscan engañar a quienes dejan todos sus ahorros y se endeudan con tal de intentar quedarse en España y así mantener a toda su familia.
Les engañan, les ofrecen facilidades que no esconden más que mentiras hasta terminar arrebatándoles todo lo que tienen.
En Ceuta ya hemos conocido varios casos que siempre tienen como víctimas a los vulnerables, a esas personas a las que literalmente se les despluma indicándoles que les ayudarán a la obtención de los permisos buscados. Todo es falso, de hecho, así se ha demostrado con detenciones que han llevado a los implicados a prisión o a enfrentarse a penas elevadas de cárcel.
Engañan al débil, se hacen de oro a costa de apropiarse de situaciones extremas y de penurias. Les engañan a ellos, a las víctimas, pero también a la administración en general porque buscan fórmulas dudosas para obtener esos permisos.
Los controles, que ya de por sí existen, deben ser mayores, marcados por más celo, exigentes y constantes para no dejar escapar ni uno solo de estos casos tras los que se ocultan auténticos piratas.
Piratas que hacen engordar sus negocios a base de explotar a los débiles. El castigo hacia este tipo de delito, hacia este modus operandi que va a más, tiene que ser mayor, sin descanso, sin miramiento, centrado en aminorar unas prácticas a las que muchos se aferran con la esperanza de conseguir una estabilidad con la aspiración de mantener a toda su familia.