Opinión

Atascos y protestas

“Los temibles atascos en la Carretera N-352 vienen produciéndose con frecuencia cada vez mayor, para justificada desesperación de los allí atrapados y cerrando el acceso al Hospital”

Los temibles atascos en la Carretera N-352 –más conocida como la “carretera nueva”, a pesar de los años que ya tiene- vienen produciéndose con frecuencia cada vez mayor, para justificada desesperación de los allí atrapados y, a su vez, cerrando el normal acceso al Hospital Universitario. Como suele suceder en España ante cualquier problema, entonces se busca un presunto responsable para cargarle todas las culpas.
No importa nada que ni la carretera, ni la Aduana, ni la frontera en sí, estén diseñadas para un tráfico muy inferior al actual, ni que en ese espacio fronterizo intervenga con sus decisiones otro país soberano, ni que a causa de la crisis y de la necesidad de ir reduciendo los déficits presupuestarios, los Presupuestos Generales del Estado de los últimos años hayan venido restringiendo al máximo la reposición de personal dependiente de  las distintas administraciones del Estado, con la consiguiente repercusión negativa en las dotaciones de la Guardia Civil y de la Policía Nacional en esta ciudad,  ya de por sí insuficientes… No importa nada de eso, ni otras circunstancias a las que después aludiré. Se ha decidido que la culpa la tiene el actual Delegado del Gobierno, Nicolás Fernández Cucurull, quien lleva  año y medio en el cargo, casi todo ese tiempo con un Gobierno central en funciones, y se acabó.
Conozco a Nicolás Fernández Cucurull, injustamente acusado ahora de chulería e ineptitud, Nicolás es un ceutí amante de su tierra natal y de su Patria grande, España; un hombre serio, inteligente, honesto, trabajador y capacitado, con una sencillez tal que le lleva a sentir  escasa atracción por los micrófonos, algo que, en ocasiones, choca con la desenvoltura que derrochan otros políticos. Nicolás es, sobre todo, una buena persona que no merece los ataques que viene soportando.
Más arriba indiqué que, aparte de las ya aludidas circunstancias, existen otras que afectan al problema actual de los atascos.  Cuando a principios de los años 80 las entidades empresariales y los Ayuntamientos de Ceuta y de Melilla solicitaron al Gobierno de la nación que excluyera de la exigencia de visado a los habitantes de las provincias limítrofes de Tetuán y de Nador para favorecer el “pequeño tráfico fronterizo” (así lo definen los tratados) yo era Secretario de la Cámara de Comercio y Diputado por Ceuta, y defendí esa aspiración, que al final plasmó en realidad. Entonces, la provincia de Tetuán tenía 300.000 habitantes, y ahora se acerca al millón, habiendo registrado un sensible incremento en el número de automóviles particulares. El viernes 18 de este mismo mes, entraron en Ceuta seis mil vehículos, algo para lo que nuestras estructuras no están concebidas.
La referida exención de visado resulta muy favorable para el comercio y para la hostelería ceutí, aunque nos deja fuera del territorio Schengen  de lo que derivan los controles personales a la salida de Ceuta hacia la Península. Siendo frontera de España y de la UE en el Norte de África, quedamos excluidos de Schengen, con los perjuicios consiguientes.  Por otro lado, tal exención favorece a quienes gustan de ir al país vecino, al existir reciprocidad.   Además, aquel “tráfico fronterizo” de los 80  ha pasado de ser “pequeño” a ser algo descomunal, pues produce hasta treinta mil entradas diarias de porteadores desde las menos de trescientas tarjetas que entonces se utilizaban para identificarlos en frontera.
Hoy por hoy, la exigencia de visado, única medida que puede adoptarse para cortar de raíz los atascos, tendría consecuencias muy negativas para el comercio y la hostelería en general, y, de modo especial, para las empresas instaladas en los polígonos del Tarajal.  La economía local se resentiría en alto grado, al descender notablemente los ingresos por IPSI, pero la “carretera nueva” se despejaría, habría mayores controles en frontera y, en consecuencia, mayor seguridad ciudadana, podríamos integrarnos en el territorio Schengen y embarcar sin que nos pidiesen la documentación. Por el contrario, esa parte de la población ceutí a la que le gusta ir al país vecino se vería muy afectada, porque la exigencia de visado sería recíproca. ¿Alguien estaría dispuesto a defender una medida tan impopular y tan contraproducente por sus repercusiones en la economía ceutí y en el modo de vida de muchos de sus habitantes? Supongo que no, salvo que se sigan convocando miniconcentraciones  contra un Delegado que ya venía trabajando sobre posibles soluciones en la muy compleja cuestión de la frontera. La de anteayer coincidió, además, con la reunión de Málaga, en la que se adoptaron interesantes acuerdos, entre ellos el que se  elevará al Gobierno sobre los pasos fronterizos.
Cuando se logre incrementar el número de agentes de la Guardia Civil y de la Policía con destino en Ceuta y el material a su cargo, esto es, cuando las leyes de Presupuestos así lo permitan; cuando la Ciudad acometa esas reformas en el entorno de la N-352 que piensa realizar con fondos FEDER y Fomento plasme las que ya tiene previstas (¿qué pasará mientras se llevan a cabo?); cuando Marruecos no decida, a veces, paralizar el tráfico; cuando se logren esas ansiadas explanadas para los porteadores; cuando se canalice su flujo a fin de que no  entorpezcan la entrada en el colegio y cuando haya por fin un acuerdo –depende de dos- para la apertura del Tarajal II o para abrir de nuevo Benzú, todo podrá mejorar.
Buscar un chivo expiatorio para que cargue con la culpa, señalar a tal fin con el dedo y vituperar al Delegado del Gobierno (para mí, Nicolás, y no precisamente “el pequeño”);  promover concentraciones contra quien. Descartando la antes expuesta, no tiene en sus manos  una  solución inmediata para problema tan complicado y pretender además que el Pleno de la Ciudad Autónoma repruebe a un ceutí preparado, trabajador y honrado a carta cabal, que ha sido Senador  por Ceuta y que es un hombre de bien, no son formas compatibles con lo que debería ser la labor de una leal oposición.
A veces da la impresión de que aquí puede haber gente a la que agradaría que no existiese frontera y que el puente sobre el Arroyo de las Bombas fuese un simple trozo de carretera en el  que no se reduciría la velocidad, pero hasta ahí habríamos llegado. Repito que en el Tarajal está una de las fronteras terrestres no sólo entre España y Marruecos (otra, en Beni Enzar), sino además entre la Unión Europea y dicho país. Está y debe seguir estando siempre, aunque a algunos les pueda resultar molesta.

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