Se ha particularizado tanto esa palabra que, cuando se oye, parece que es una llamada a las armas o, cuando menos, al alboroto o la algarada. Es natural, por tanto, que asuste y por ello conviene ser muy prudentes en su uso; sobre todo en ambientes dados a tomar las cosas por donde queman o para señalarlas como algo que se ha puesto al rojo vivo para que queme a cualquiera que se acerque.
Siguiendo esa forma de pensar podría considerarse que es una rebelión el no estar de acuerdo con lo que diga tal o cual persona, máxime si se acompaña con una invitación a que otras - mientras más mejor - también muestren claramente que están en desacuerdo con lo dicho.
Es más prudente emplear otra palabra; tal vez disconformidad o disentimiento, pero cuando se oiga rebeldía o rebelión debe tenerse muy en cuenta de a qué y con qué medios se pretende hacer efectiva esa rebelión anunciada a plena luz y hasta con pleno flujo en los medios de información pública.
Aprovecharse de esa sonoridad de la palabra rebelión para tratar de descalificar - en cualquier ocasión - a quien la haya utilizado, es, cuando menos, un intento para desenfocar la cuestión de oposición a algo; oposición que es legítima en cualquier caso y totalmente necesaria cuando se trate de asuntos muy importantes que no puedan ser aceptados en la forma que se presentan.
Sería mucho más conveniente - necesario tal vez - que la palabra rebelión se considerara - en esos casos tan alejados de lo peligroso - como una señal de lo absurda que pueda ser una determinada decisión, cuya puesta en actividad puede dañar a tales y cuales cuestiones. No se debe tomar, pues, como escudo protector y menos aún como arma arrojadiza contra los que sólo han querido mostrar su disconformidad.
¿Es que siempre están equivocados - hasta tienen malas ideas - los que hacen ver que no es aceptable algo porque daña a la economía personal - la de todos - o al sistema educativo, la dignidad de las personas, el respeto a la vida y otras cuestiones de máxima relevancia?
No es esa la forma de actuar en cualquier relación social. La verdad se defiende con la verdad, no con los falsos regatees y menos aún con zancadillas o golpes bajos que sólo causan decepciones y daños que no vienen a cuento y que nada solucionan.
Lo cierto es que hay malestar en la sociedad y que, además, no se atiende a las voces que indican lo que ocurre y la conveniencia de tomar medidas adecuadas para corregir o deshacer errores; que de todo hay en abundancia.
Por eso se oyen esas voces de alarma y que, a su vez, llaman a que se manifieste disconformidad ante unas medidas que atentan contra necesidades materiales y morales de las personas. Algunos hasta emplean el término rebelión, pero no hay por qué asustarse; es sólo una forma de hablar, quizá poco correcta.
Pero que nadie actúe sin pensar en los demás; así se evitará cometer errores de bulto que atenten contra cuestiones importantes que no han sido tenido en cuenta.
Asusta oír hablar de rebelión, sin duda, pero no den motivo a que la gente se sienta molesta y que llegue a indignarse; no quieren hacerle daño a nadie, sólo dicen que están muy dolidas con esa forma de proceder.