Llevábamos tiempo organizándonos para poner en marcha una estructura capaz de defender los derechos de los guardias civiles, pero no avanzaba como pensábamos por el miedo que tenían los agentes. Unos pocos pagábamos una cuota testimonial que, más que recaudar dinero, pretendía que los guardias fueran perdiendo el miedo y se comprometieran con la asociación. No necesitábamos dinero, porque desde el primer momento Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadores nos garantizaban nuestras necesidades, entre otras, la cobertura jurídica.
Eran años de una represión bestial sobre los guardias civiles que intentaban legalizar las asociaciones. Una represión que frenaba el crecimiento de la asociación. Sin embargo, a Manuel Rosa y a su mujer Carmen Romero se les ocurrió una buena idea: crear la Asociación de Cónyuges de Guardias Civiles para poder organizarnos sin miedo, poner voz a nuestras reivindicaciones; en definitiva, que nos sirviera de pantalla para denunciar los abusos, hacer oír nuestras reivindicaciones y, por supuesto, servirnos de trampolín para legalizar las asociaciones de guardias civiles.
En una de las cartas que le enviamos a Manuel Rosa, porque no contactábamos por teléfono para evitar riesgos, le adelantamos que en Ceuta funcionaría porque ya eran muchos los guardias que pagaban la cuota de la ilegal Unión Democrática de Guardias Civiles –primera asociación de la Guardia Civil creada por Manuel Rosa-. Le referimos que otros muchos no se atrevían por miedo, pero lo harían sus mujeres. La única dificultad que preveíamos era encontrar a mujeres dispuestas a dar el paso, que quisieran dar la cara y, por supuesto, señalarse no solo ellas, también a sus maridos.
La Dirección General tenía nombre y apellidos de los dirigentes del movimiento asociativo, hacían todo lo que podían para detenernos, pero le faltaban las pruebas: no se lo poníamos nada fácil. Lo intentaron de todas formas, incluso pasamos por los juzgados militares para ser interrogados sobre las noticias que salían en prensa, pero no tenían pruebas porque, como decíamos, no hablábamos por teléfono y la correspondencia se recibía y mandaba desde la Unión General de Trabajadores.
En ese contexto de represión la idea de crear la Asociación de Cónyuges era una gran puerta abierta para dar a conocer a la sociedad nuestra situación y, por supuesto, una garantía de protección para los que dirigíamos el movimiento asociativo y para los afiliados.
Una vez presentados los estatutos de la Asociación de Cónyuges nos reunimos con un grupo de mujeres y logramos convencerlas. Puede que pasados los años la aventura parezca fácil, pero no era así, ni para ellas, ni para sus maridos, porque en aquellos años la persecución hacia cualquier atisbo de reivindicar derechos en la Guardia Civil era el mayor de los delitos. Nadie quería perder privilegios.
En aquella reunión Ana Medinilla, Margarita Melendo y Mari Carmen Arriaga, esposas de Miguel Lachica, Pedro Martínez y Antonio Toledo, decidieron ser las cabezas visibles de la Asociación de Cónyuges de Guardias Civiles. Comenzaron a visitar a mujeres de guardias reacios a asociarse y duplicaron las afiliaciones en Ceuta, porque al asociarse las esposas, nada debían temer sus maridos. En esos primeros días nos dimos cuenta de las ansias de libertad, de lo deseosas-os que estaban de tener derechos, de mejorar su situación laboral de jornadas interminables, de lo hartos que estaban de que un simple mando los privara de libertad.
Sin darnos cuenta Ceuta se convirtió en la ciudad en la que más mujeres pertenecían a la Asociación de Cónyuges y, por supuesto, dejamos de pagar la otra asociación de guardias. Mientras tanto, desde la Dirección General se hacían esfuerzos para intentar localizar la cuenta donde se abonaban las cuotas para conocer el número de mujeres que pertenecían a la asociación, pero sabían que eran muchas, por la capacidad de dar respuesta a los problemas de los guardias civiles, de los que otro día hablaremos.
La Asociación de Cónyuges se fue extendiendo por Andalucía, porque estas mujeres comenzaron a visitar otras ciudades “Comandancia” con unos resultados espectaculares. Hicieron un trabajo impecable, nos abrieron el camino y enseñaron a muchos guardias que el único sendero para conseguir cosas era luchar. Cierto que otros se quedaron detrás de la mata, que incluso siendo asociadas sus mujeres criticaban a la asociación para intentar confundir y protegerse ante los jefes, pero pronto cambió la actitud.
Unos años después la Asociación de Cónyuges colaboraba en organizar la Patrona de la Guardia Civil, algo inconcebible en ninguna otra Comandancia. Un logro conseguido por el teniente coronel D. Juan Moreno Bogajo, del que se guarda un grato recuerdo en esta Comandancia. Como decíamos, para las mujeres fue difícil dar el paso, pero quizás mucho más para el teniente coronel, Juan Moreno Bogajo, porque de sobra era conocida la simpatía que tenía la Asociación en la Dirección General de la Guardia Civil, pero siempre hay hombres y mujeres que marcan la diferencia y el teniente coronel Moreno, lo hizo.
Los derechos que hoy tenemos se los debemos, entre otras personas, a estas y otras mujeres que dieron la cara para abrir la puerta al movimiento asociativo en la Guardia Civil. Fueron la voz de la Unión Democrática de Guardias Civiles. La primera ASOCIACIÓN que se trató de legalizar gracias a un hombre que tuvo la dignidad y valentía de plantarle cara a los que pretendían que los guardias civiles no tuvieran derechos, que fueran ciudadanos de tercera categoría.