Categorías: Sociedad

Asesinatos sin culpables

La familia de Karim tiene un único deseo: que haya justicia y que el o los autores de su muerte se sienten en el banquillo para terminar en la cárcel. Lo que no quieren es que este caso sea uno más en la crónica de historias sin resolver. Y es que son ya muchos los fallecidos que se encuentran, por una u otra razón, bajo tierra sin que se haya encontrado al culpable, con las pruebas suficientes, como para que un tribunal lo condene. Sus familias siguen pidiendo justicia. Adolescentes, jóvenes o padres de familia han muerto a manos de pistoleros sin que las investigaciones hayan llevado al autor a prisión.
El reciente caso Kimbi fue uno de los mayores fiascos. Un montón de detenidos, una supuesta amplia investigación para que al final se llegara a un juicio de más de dos meses de duración sin que el culpable de aquella muerte se encuentre entre rejas, sentenciado. Más atrás queda otra muerte, la de un adolescente, el llamado ‘Pejeta’, cuyo cadáver fue encontrado atado a un árbol en García Aldave a finales de los años 90. Su familia se quedó esperando justicia: nunca hubo detenciones por este asesinato ni nadie se sentó en el banquillo. Se le dio carpetazo judicial.
Pero hay más. Otros vecinos del Príncipe han fallecido sin que haya habido detenciones de implicados o se haya llegado hasta el final. Es lo que piensan que ocurrió con la muerte de Mustafa, miembro de IU y también vinculado a las brigadas cívicas. Por su muerte pagó un menor, pero los vecinos siguen sospechando que hubo algo más.
La hilera de tiroteos deja ya no sólo muertes sino también mutilados: demasiados. En la barriada comentan irónicamente que hay quien se haría de oro montando una ortopedia; intentan poner sorna en donde únicamente existe dolor.
Rodeando a todos estos casos sin resolver hay más que añadir. La manida ley del silencio: amenazas, extorsiones, chantajes, y mucho miedo. Porque detrás de una persona hay mucha familia y quien más quien menos teme que por hablar les ocurra algo a sus parientes. Esa ley del silencio es la ley del temor, la ley que no entiende de peticiones de colaboración policial porque aluden precisamente a casos como los narrados: de muertes sin aclarar, sea cual sea la razón de las mismas. La familia de Karim no quiere que su historia termine así, sin culpables en el banquillo, sin culpables en la cárcel y sin culpables a los que poner nombre y apellidos. No hay nada que calme el dolor de un núcleo roto: pero el conocimiento, el esclarecimiento de los hechos ayuda.

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