Durante la época del Protectorado español en Marruecos, la Marina jugó un importante papel, tanto en misiones de protección y abastecimiento como en lo que se refiere a acciones directas. Los rebeldes rifeños carecían de buques, pero lo cierto es que, al operar los barcos españoles muy cerca de la costa, estuvieron al alcance de la artillería enemiga e incluso de pequeñas embarcaciones armadas.
Los antecedentes
La costa del Rif tenía fama de peligrosa. La autoridad del Sultán no llegaba a aquel territorio insumiso y, de esa forma, cuando un navío prusiano, en las postrimerías del siglo XIX, embarrancó en la costa de este territorio en Bocoya, fue inmediatamente abordado por los rifeños que dieron muerte a la tripulación. El primo del rey de Prusia Adalberto capitaneó una acción de represalia y desembarcó un contingente militar que sufrió algunas bajas. Tuvieron que regresar apresuradamente con el propio príncipe Adalberto gravemente herido.
Años después, también combatientes rifeños tras apoderarse de la embarcación italiana “Fiduccia”, abordaron con cárabos el buque francés “Prosper Corué” del que robaron toda su carga. El vapor español “Sevilla” que acudió en su auxilio capturó tres barcas de los bereberes y 33 prisioneros a costa de tres muertos y siete heridos. Incluso, durante la Primera guerra mundial, desembarcaron en el Rif 24 tripulantes de un buque inglés, el “Wafield”, que había sido torpedeado y de inmediato fueron hechos prisioneros. Finalmente resultó posible su rescate después de pagar una gran suma y gracias a los buenos oficios de las autoridades españolas del Peñón de Alhucemas y de un comerciante de aquella ciudad que intervendría más tarde en otro rescate similar.
El cañonero “General Concha”
Una de las unidades de servicio en Marruecos era el cañonero “General Concha”, construido de hierro en El Ferrol en 1883. Desplazaba 518 toneladas y medía 49 metros de eslora, alcanzando una velocidad máxima de 10 millas/hora. Estaba armado con 4 cañones de 42 mm. y 3 ametralladoras con una dotación de 95 hombres que se apiñaban en tan reducido espacio.
El 11 de junio de 1913 de madrugada, el cañonero “General Concha” navegaba por la costa del Rif cerca de Alhucemas, con una espesa niebla que le impedía toda visibilidad. De pronto encalló en las inmediaciones de la ensenada de Busicut, cerca de Morro Nuevo y fue atacado por tiradores rifeños que dominaban las alturas. El buque lanzó un SOS y despachó un bote armado con el alférez de navío Luis Felipe Lazaga para pedir auxilio al Peñón de Alhucemas. Desde allí se envió al mercante “Vicente Sanz” que, con el Coronel de Estado mayor Emilio Barrera a bordo, intentó negociar sin éxito
Los rifeños pasaron al ataque directo y el comandante del buque Emiliano Castaño ordenó zafarrancho de combate. La escena resultaba cuando menos curiosa, ya que un buque varado cerca de la playa se defendía disparando las armas que podía en una acción típicamente de tierra. El barco fue finalmente asaltado y rechazados una y otra vez los atacantes que consiguieron llevarse algunos prisioneros. Sobre las cinco y media de la tarde apareció el cañonero “Lauria” que inmediatamente comenzó la evacuación, bajo fuego enemigo, de los heridos y supervivientes. Finalmente, el “General Concha” fue destruido por los disparos de otras unidades de la Marina que acudieron, concretamente el crucero “Reina Regente”, el ya citado “Lauria” y el “Recalde”, pero para entonces los rifeños habían sacado de la nave cuatro cañones y dos ametralladoras, 18 fusiles, un revólver, dos cajas de munición de cañón y algunas de fusil.
El resultado de la acción de parte española fue de 12 muertos, 14 heridos, 12 prisioneros y dos marineros desaparecidos, pereciendo en la acción el mismo comandante de la nave, Emiliano Castaño. La historia de los prisioneros fue una aventura más, ya que estuvieron durante catorce días en cautiverio y lograron escapar gracias a un rifeño llamado El Harbi y al renegado español Joaquín Ibáñez llamado “el moro Joaquín”, un evadido del penal del Peñón en 1904, que vivía entre los bereberes después de casarse con una indígena de la que tuvo cuatro hijos. Como premio a su acción fue indultado por el rey Alfonso XIII, viajó a España para abrazar a su madre y regresó a Marruecos con su mujer e hijos. No obstante, las gestiones para conseguir la intervención de los dos salvadores citados las realizó el comerciante de Alhucemas, Antonio Ibancos.
El cañonero “Laya” en Sidi Dris
El 1 de Junio de 1921 cayó la posición de Abarrán cerca de Annual y en el corazón del Rif , con un costo de algunas piezas de artillería perdidas y 179 muertos, entre ellos el jefe de la posición capitán Salafranca. Fue el primer eslabón de lo que luego se convertiría en el llamado hundimiento de la Comandancia de Melilla. Los rifeños, después de tomar la posición, avanzaron hacia la costa para neutralizar el otro punto de apoyo de Annual, la posición de Sidi Dris situada entre el Peñón de Alhucemas y Melilla. Pero allí se encontraron con el comandante Benítez que moriría un mes y medio después en Igueriben, el cual organizó bien la defensa y contó con el inestimable apoyo de la Marina, sobre todo del cañonero “Laya”.
Ante la virulencia de los ataques y la escasa fortificación disponible, la seguridad de Sidi Dris llegó a estar comprometida ya que cayó herido el teniente que mandaba la artillería. En esta situación, el capitán de fragata Francisco Javier de Salas que mandaba el “Laya”, tomó la decisión de desembarcar algunas de sus escasas fuerzas y ordenó al alférez de navío Pedro Pérez de Guzmán que ayudara a las fuerzas cercadas con quince hombres. El alférez desembarcó inmediatamente con un maestre de Artillería, catorce marineros y dos ametralladoras, mientras su buque hacía fuego contra los atacantes y las montañas próximas, desde donde llegaban más refuerzos rifeños.
Lo cierto es que la presencia de los hombres de blanco y del pequeño barco disparando muy cerca de la costa, tuvo un efecto muy beneficioso sobre los defensores. Por otra parte el alférez de navío, después de dirigir el tiro de la artillería y las ametralladoras, pudo ver al final como los atacantes de Sidi Dris se retiraban sin conseguir su objetivo y abandonando algunas bajas en las alambradas.
Otra vez el 'Laya'
Cuando se produjo el llamado “desastre de Annual” mes y medio después, las posiciones españolas fueron cayendo una tras otra. Y los rifeños volvieron a atacar Sidi Dris tratando de vengarse de la anterior derrota. En este caso la situación era distinta. El citado comandante Benítez había muerto en Igueriben, el ejército estaba en desbandada y la Marina tenía que multiplicarse para ayudar desde la costa. Sin embargo, cuando los bereberes aparecieron sobre los montes próximos a Sidi Dris, el “Laya” volvió a hacer acto de presencia.
En este caso fue el alférez de navío José María Lazaga el encargado de acercarse a la costa con los botes del cañonero para recoger supervivientes, ya que la posición estaba siendo asaltada. Realizó varios viajes bajo el fuego y en el último de ellos resultó alcanzado por una descarga de fusilería, muriendo posteriormente el 30 de Julio de 1921, en el Hospital militar de Melilla cuando contaba 25 años. Junto a él perdieron la vida en Sidi Dris el jefe de la posición comandante de infantería José Velázquez Gil de Arana, nueve Oficiales y 254 soldados, con ocho marineros heridos de gravedad.
Quizás la misión más extraña que llevó a cabo el “Laya” fue cuando recibió la orden de volver al fatídico Sidi Dris después del desastre de Annual. Los españoles estaban cercados en Melilla, se había perdido todo el territorio trabajosamente ocupado y, sin embargo, el cañonero recibió instrucciones de dirigirse a Sidi Dris de nuevo, ahora en pleno territorio enemigo. La misión era recoger el cadáver del coronel de Estado mayor Gabriel Morales, antiguo Jefe de la Oficina de asuntos y tropas indígenas de Melilla, muerto a la salida de Annual. Lo extraño es que Abd el Krim avisó a Melilla que se podía mandar por el cadáver del popular Jefe, después de que los rifeños le habían rendido honores militares. La razón había que buscarla en la amistad que el líder bereber profesaba hacia el coronel Morales, uno de los militares enamorados de Marruecos que preconizó siempre la ocupación pacífica y el entendimiento con las cábilas. El “Laya” volvió a las aguas donde sostuvo tantos combates y allí un cárabo de Abd el Krim llevó hasta la embarcación el cadáver del coronel Morales que fue introducido en un ataúd a bordo y cubierto con la bandera de España.
La marina de guerra de la República Rifeña
Cuando Abd el Krim, tras su victoria sobre el General Silvestre, formó el primer Gobierno de su República de las Tribus Confederadas del Rif, nombró Ministro de Estado y Marina a Mohamed Azerkan (llamado “pajarito”) e Inspector de Marina a Haddu ben Ali el Maalen de Axdir, que tenía a su cargo un kaid, un motorista argelino y treinta marineros rifeños que cobraban, como los soldados, sesenta pesetas mensuales. La idea era crear una pequeña flota de barcos pequeños y de poco calado que actuaran cerca de la costa para asalto a buques mercantes, labores de vigilancia y aprovisionamiento de armas y municiones. Pronto comprendió Abd el Krim que no era fácil comprar y transportar barcos hasta el Rif, sobre todo por el bloqueo naval impuesto. Solo dispuso de dos lanchas motoras, una de ellas aportada por un americano y seis botes de remo (este material, tras su captura en 1926, prestó servicio en las Compañías de Mar de Ceuta y Melilla).
No obstante, el líder rifeño realizó cientos de acciones contra los buques españoles fueran de guerra o no, unas veces con sus pequeños cárabos armados y otras con la artillería que consiguió instalar en la costa. Los cañones que llegaron a sumar más de cien, procedían en parte de los capturados en el “General Concha”, en Abarrán o en las docenas de posiciones francesas que cayeron durante el ataque a aquella zona.
Así, fue hundido el vapor correo “Juan de Juanes” el 18 de Marzo de 1922 muy cerca del Peñón de Alhucemas, se bombardeó dicho Peñón en numerosas ocasiones o se lograron impactos directos sobre los acorazados y otros buques franceses y españoles que actuaron en el desembarco de Alhucemas. Los hombres del mar sabían que la República Rifeña carecía de Marina de Guerra, pero que sus aguas eran muy peligrosas.
Los buques de guerra españoles, anticuados y con pocos medios al menos hasta el año 1925, intervinieron en multitud de acciones hoy olvidadas. Pero es necesario tener un recuerdo para el desembarco de tres compañías de Infantería de Marina en Larache que tuvo lugar en Junio de 1911 desde el “Almirante Lobo” y el “Cataluña”, las numerosas acciones de las pequeñas gasolineras de Mar Chica, las difíciles condiciones en que se aprovisionaba de víveres y municiones al Peñón de Alhucemas, las labores de ayuda a Melilla cuando la ciudad estaba sitiada y a punto de caer durante el derrumbamiento de Julio de 1921, la misión de comunicaciones y aprovisionamiento al llamado “raid Capaz” en el verano de 1926 sobre todo a cargo del cañonero “Dato” o el decisivo apoyo prestado por gran parte de la Escuadra en el desembarco de Alhucemas, en Septiembre de 1925.
Una historia de sacrificios frente a un enemigo duro que suplía su carencia de medios con audacia y conocimiento de las difíciles costas del norte de Marruecos.