El pasado 10 de marzo, el Gobierno de Ceuta firmaba un acuerdo con la Gerencia de Justicia para la concesión demanial de parte de las instalaciones del cementerio de Santa Catalina a favor del Estado, con el propósito de que fueran utilizadas por el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses. Era algo más que un gesto, ya que suponía una rúbrica clave para la mejora de las condiciones de trabajo de unos profesionales cuya labor médica forense es determinante de acuerdo a las exigencias legales y judiciales a las que se enfrentan. Dicho acuerdo se traducía en ganar más espacio para ampliar la sala de autopsias, que sigue sin reunir las condiciones necesarias acordes al servicio que se presta a la ciudadanía.
Aquello terminó siendo una de esas promesas que se guardan en la hemeroteca de los medios de comunicación pero nunca se ejecuta. La Ciudad no ha concedido esa ampliación tan necesaria para que el área de Patología Forense pueda llevar a cabo un servicio adecuado, más aún ante el repunte en la aparición de cadáveres vinculados a la tragedia migratoria que tiñe la frontera sur. Esos metros serán destinados a una sala de despedida separada de los hornos crematorios, aunque su sentido inicial no era ese, repercutiendo directamente en una crítica situación enquistada a la que no se le pone el remedio necesario y que afecta a un sector profesional clave en Ceuta. Pero para considerarlo clave, quizá antes hay que hacer el esfuerzo de comprender no solo las condiciones en las que está trabajando el servicio de Patología Forense sino las necesidades acuciantes que tiene y que deberían haber sido solucionadas hace tiempo, así como las exigencias que conlleva su labor.
A la asfixiante falta de espacio se suman deficiencias que van produciéndose de manera gradual y para las que no hay una solución inmediata.
Desde el sábado pasado no funciona la nevera refrigeradora para dos cadáveres
El pasado sábado se detectó un problema en la nevera que se dispone en la sala de autopsias, que tiene capacidad refrigeradora para dos cadáveres. Ocurrió con el homicidio de un vecino de Hadú, comprobándose al introducir el cuerpo en dicho habitáculo que este presentaba problemas de refrigeración por el mal funcionamiento del motor. Se tuvo que pedir apoyo para guardarlo en otras instalaciones sanitarias. Esta situación llevaría a que, por ejemplo, el cuerpo del inmigrante Youssef Horous, encontrado por la Guardia Civil en estado de descomposición este pasado miércoles, tuviera que ser enterrado en horas, ante la imposibilidad de disponer de un lugar para conservar el cuerpo sin vida y ser inviable, ante su estado, su recogida en una instalación ajena.
Ceuta, ubicada en punto estratégico en plena frontera sur, recibe una gran presión migratoria que, por desgracia, se traduce en la aparición de cuantiosos cadáveres correspondientes a inmigrantes víctimas de travesías frustradas.
Hace un par de semanas solo en cuestión de días fueron recuperados del mar tres cadáveres. Son fallecidos a los que hay que realizársele autopsia para esclarecer las causas de esas muertes y que se suman a las situaciones propias que se produzcan en la ciudad y que requieran de la intervención de un médico forense. Que no se disponga de esa nevera por un fallo así es serio. La ciudad con la que podría equipararse en cuanto a esa presión es Melilla, y esta dispone de 3 congeladores (en Ceuta no hay ninguno y por eso los cadáveres no pueden ser aguantados más tiempo para su posible identificación) y seis cámaras refrigeradoras.
Ya se ha solicitado al Ministerio de Justicia la compra de otra cámara con capacidad para tres cuerpos, que se ubicará en unas instalaciones que no van a disponer de ese aliviadero que supondría haber tenido el terreno comprometido.
El Ministerio de Justicia realiza inversiones graduales ante las quejas o deficiencias que son trasladadas, pero el espacio con el que se cuenta es el mismo y la situación en la que se debe prestar el servicio no varía. Las exigencias a las que se enfrentan los profesionales forenses en Ceuta son las mismas asumidas por otros de la Península, pero en su caso chocan con unas instalaciones convertidas en esa auténtica pesadilla carente de remedio, en ese muro erigido en una barrera difícil de entender por su extensión en el tiempo.
Y es que mucho se ha hablado de posibles futuras ubicaciones, pero ninguna de ellas ha prosperado y las instalaciones siguen mostrando esa carencia de mínimos. Las exigencias son las mismas para todos, acordes al nivel científico exigido, pero las facilidades son, a este lado del Estrecho, bien distintas y, a la vista de lo que sucede, poco entendidas por quienes deben tomar las decisiones políticas para su mejora.
En el hospital militar había o hay una sala de auptosias con dos mesas y dos neveras y cuatro salas la podrían mirar.
Esta ciudad está en manos de unos incompetentes absolutos.