En una de las Cartas que, durante los tres últimos años de su vida escribió el filósofo cordobés Séneca, dice a su amigo Lucilio que “considerar cada día como una vida completa es una invitación para que, además de cuidarse, lo aproveche para disfrutarlo”. Lo anima y nos anima a ti y a mí -querida amiga y querido amigo- para que lo vivamos de la manera más plenamente posible, para que renovemos nuestra forma de mirar las cosas, de interpretar los episodios y de tratar a las personas con las que convivimos porque siempre corremos el peligro de perder oportunidades para convivir, para conversar, para colaborar y para disfrutar con nuestra familia y con nuestros amigos.
En mi opinión, sin necesidad de ponernos solemnes ni trágicos, deberíamos proponernos sacar los jugos a cada uno de los momentos del día de hoy porque, quizás, sea una ocasión que no regrese más: cada instante es único y, además, puede ser la puerta que nos abra unos caminos hacia un futuro aún más grato y más esperanzador.
"Este momento es el cofre mágico que, probablemente en desorden, guarda todas las experiencias vitales que hemos acumulado a lo largo de nuestra vida"
Diógenes (412 a. C. - 323 a. C.) aquel filósofo que vivió como un vagabundo por las calles de Atenas, dormía en una tinaja y caminaba con una lámpara encendida “buscando personas honestas”, afirmaba que “sólo en el presente está nuestra felicidad”. Yo me atrevo a añadir algo más: que, hoy, en este momento, podemos vivir recordando y reviviendo lo mejor de ayer e imaginando y adelantando lo mejor del mañana.
Es posible que, en la actualidad, los seres vivos no podamos alargar demasiado nuestras vidas; pero también es cierto que, si nos decidimos, podremos dilatar y ahondar cada uno de nuestros minutos. Si nos empeñamos, este preciso instante puede ser el más rico de nuestra existencia. Podremos extenderlo, ensancharlo y profundizarlo; podremos aprovechar hasta sus más mínimas partículas; podremos saborear y extraer toda su sustancia y todo su jugo. Este momento es el cofre mágico que, probablemente en desorden, guarda todas las experiencias vitales que hemos acumulado a lo largo de nuestra vida. Aquí están las alegrías y las penas, los sufrimientos y los placeres, el trabajo y el ocio: los tesoros que constituyen el balance de nuestro capital biográfico.