Cuando acudimos al médico, a todos nos gusta obtener una atención de calidad en la que prime el trato humano, la proximidad, la cercanía, donde podamos resolver nuestras dudas y salir convencidos de que aún cuando no nos podamos curar, podremos al menos mejorar. Sin embargo en los últimos años asistimos a un deterioro de la sanidad y con ello de la calidad asistencial.
La desmotivación de los profesionales debida principalmente a un exceso de burocracia unida a una mayor presión asistencial, contribuyen a un estrés que mantenido en el tiempo, afecta su propia salud y disminuye su rendimiento. Nunca se les pregunta lo que realmente quieren o lo que necesitan para llevar a cabo su trabajo, es más, muchas veces se implementan medidas desde los despachos de las autoridades sanitarias, que no solo no contribuyen a solucionar los problemas, sino que incluso los aumentan, algo fácil de solucionar si se escuchara lo que tienen que decir los afectados.
En este contexto, la percepción de los pacientes, es que su médico no dispone del tiempo necesario para escucharles, ni para responder a sus preguntas y a sus dudas, ni siquiera a veces para explorarles y llegar a un diagnóstico, incluso en ocasiones, pueden creer que la función de su médico es la de prescribir fármacos sin más. Y esta situación, lleva a ambas partes a un punto sin retorno en el que ninguna está contenta con el resultado obtenido, algo que sin duda mina el pilar fundamental sobre el que se desarrolla la Medicina, la relación médico- paciente, sin la cual no puede haber la necesaria confianza que constituye los cimientos para un buen diagnóstico y tratamiento.
Pero en general, las autoridades sanitarias no preguntan a los pacientes por la calidad de la atención recibida, y cuando lo hacen, tampoco los escuchan realmente. Al final, todo se resuelve con una mayor partida presupuestaria para el gasto farmacéutico, posiblemente innecesaria si se escuchara lo que tienen que decir ambas partes porque sí, es necesario un mayor equipamiento, más tecnología, pero también personal que sepa utilizarla, y un aumento de profesionales motivados, que no tengan que salir de su país para obtener un trabajo, que puedan dedicar el tiempo necesario a los pacientes y demostrarles la empatía que necesitan. Aprendamos a escuchar lo que médicos y pacientes nos tienen que decir, porque solo así encontraremos las soluciones adecuadas.
María Argentina Rey Fernández
(Médico afectada de SQM)
Así es, falta personal y no se puede suplir con recetas de fármacos.
La sanidad debería de invertir mucho más en médicos que en fármacos.
Los médicos tendrían que tener más tiempo para poder dedicarle a los pacientes para poder escucharlos y empatizar con ellos.
Los fármacos está claro que curar, pero un abuso de ellos no es nada bueno.