A Mohamed Tusani siempre le apasionó la mecánica, pero la vida le hizo trabajar en lo que le salía. No ha sido precisamente hasta hace un par de meses cuando Mohamed ha conseguido aprender a hacer de todo en el taller en el que ahora trabaja, excepto chapa y pintura. Sabe que cada día salen al mercado coches más complejos y por ello, aunque reconoce que lo que le gusta es la mecánica ya que de electricidad no entiende mucho, es consciente de que hay que aprender de todo “te guste más o menos”.
Solo va a trabajar días alternos porque “no todos los días hay trabajo suficiente para todos”, pero está feliz de haber podido cumplir su sueño y conseguir “algo de dinero” para poder enviarle a su “humilde” familia que sigue en Marruecos.
A Mohamed la vida no se lo ha puesto fácil y es que a sus 35 años ha trabajado en todo. Entraba y salía cada día de Ceuta para ganarse la vida como aparcacoches en el centro “a las traseras de la Delegación del Gobierno, donde está la empresa de la luz” en la calle General Serrano Orive.
“Cada día venía a Ceuta a buscarme la vida y cuando cerró la frontera me quedé atrapado. Trabajé en el Cine África también de aparcacoches y después estuve en el de Delegación, por ahí, muchos años. Yo empecé a trabajar en Ceuta de muy joven hace 12. Pero cuando cerraron la frontera no tenía dónde quedarme y estuve varios días en la calle hasta que Sabah nos acogió en su casa. Sacaba poco dinero, pero no podía salir a Marruecos y tampoco quería porque mi familia depende de lo que yo gane”, explica a El Faro.
“Cada día venía a Ceuta a buscarme la vida y cuando cerró la frontera me quedé atrapado”
No le resulta fácil estar “lejos de la familia”, pero el pasado agosto de 2020 consiguió llegar hasta la Península él y “otro compañero”, Aziz. El tiempo pasaba y la desesperación de estos atrapados les hizo no poder esperar más.
La travesía tampoco fue fácil: “Llevábamos mucho tiempo ya en Ceuta y lo único que teníamos en la cabeza era irnos. Compramos un kayak y nos tiramos al mar que estaba que no veas. Tardamos en llegar cuatro horas. Íbamos llorando, con mucha lluvia mucho miedo y cansados de remar y remar hasta que nos cogió Salvamento y nos llevó hasta La Línea. Allí cogimos un autocar hasta Algeciras y de ahí otro hasta Almería, donde vivimos ahora y nos estamos buscando la vida”.
“Llevábamos mucho tiempo ya en Ceuta y lo único que teníamos en la cabeza era irnos”
Ahora tampoco es que gane mucho más que como aparcacoches, pero le da para pagar la casa en la que vive junto a otros cinco marroquíes en Almería, entre ellos Aziz, que ha encontrado trabajo como panadero y que anteriormente “recogía cosas en la agricultura aquí en Almería”.
Ellos son la voz de la frontera entre dos países, son historias de éxito, con final feliz, el que no tuvieron los que perdieron su vida tratando de cruzar el Mediterráneo, o los que una vez en la Península han sido deportados. “Por ahora queremos seguir viviendo aquí para mandar algo a la familia en Marruecos”.