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Antonia López, la primera mujer ceutí que dio a luz a cuatrillizos

Como ya informó nuestro diario, esta semana falleció a los 91 años de edad Antonia López, la primera mujer que dio a luz a cuatrillizos y la segunda de España con tan singular parto por aquella época. Nacieron en un caluroso mes de agosto de 1959 en el que la actualidad miraba hacia el Caribe. Cuando para muchos jóvenes españoles Cuba era ya un referente. Fidel Castro, la utopía hecha realidad, y el Che Guevara, el héroe encarnado en un gaucho barbudo. En Ceuta, mientras tanto, estaban aún calientes los ecos de la visita de Lola Flores, a la que habían acudido a recibir al puerto unos 8.000 ceutíes. Un puerto, por cierto, entonces, que era poco menos que el auténtico maná de riqueza para la ciudad. Más de 7.000 barcos habían hecho escala ese año con 20 millones de toneladas.

Aquel 29 de agosto de 1989, una noticia revolucionó a la ciudad. En Los Rosales habían nacido cuatrillizos. Una modestísima zona del extrarradio, cuando aquello era un simple paraje con muy pocas familias. La construcción de la actual barriada, tal y como la conocemos hoy, habría de llegar quince años después.

Los cuatrillizos resultaron ser dos niños y dos niñas: Miguel (ya fallecido), Encarnación, Francisco y África. Se daba el caso que sus progenitores, José Manuel Padial García, de 36 años y Antonia López Lozano, de 26, ya tenían dos hijos. Por su casa, abierta día y noche como la de los tribunos de la plebe, desfilaban multitud de ceutíes a todas horas. Ceuta se había volcado con aquella familia.


Al padre, obrero de la construcción en Tánger, le buscaron de inmediato un puesto de trabajo en ‘Atlas’. El Gobernador General, el Alcalde y la Caja de Ahorros donaron sendas cantidades en metálico en la cartilla de ahorro que se abrió, al efecto, en favor de la familia. Una suscripción popular organizada por ‘El Faro’ superó las 15.000 pesetas. Los funcionarios civiles aportaron unas 8.000 y hasta el propio Jefe del Estado, Franco, donó 4.000 pesetas.

Por otra parte, las cuatro principales autoridades de la ciudad con sus respectivas esposas apadrinaron a cada uno de los cuatro los niños, quienes tras recibir ‘bautizo gratuito’, fueron presentados a la Patrona con el santuario repleto de público.

Los cuatrillizos de Los Rosales se hicieron mayores y siguieron viviendo en Ceuta. Tres de ellos, Encarnación, Francisco y María, para ejercer en su ciudad como funcionarios, mientras que el fallecido, Miguel, fue empleado de la ONCE. El padre, por su parte, falleció a principios de los noventa.

“Recordaba el alumbramiento como si fuera ayer”

Antonia López me contaba hará unos tres lustros, cuando me entrevisté con ella para recordar aquel acontecimiento para este diario, los detalles de su alumbramiento alumbramiento como si fuera ayer. Me decía que le habían hecho una radiografía y creían que iba a tener mellizos. Imagine el lector la sorpresa de la buena mujer y la del conocido ginecólogo de la época, el doctor Ros, padre, y de la comadrona, María Duarte, cuando atendieron el parto.

Como solía ser costumbre por entonces en la mayor parte de los casos, Antonia dio a luz en su modesta vivienda de Rosales y, de inmediato, le colocaron encima de la cama del matrimonio a las cuatro criaturitas recién nacidas. Tal y como Dios las trajo al mundo, sin incubadora ni nada por el estilo. Los cuatrillizos nacieron en perfecto estado, excepto Miguel, que lo hizo con una catarata y perdió la visión en un ojo, precisando además gafas de por vida. De ahí su trabajo en la ONCE.

“A pesar de las ayudas que recibimos, pasamos mucho, muchísimo, para sacar a mis hijos adelante. Sólo en pañales se nos iba ya un dineral. La vida me cambió bruscamente, de repente todo fue ya distinto por completo. No se me olvida como se volcaron con nosotros y cómo todo el mundo quería saber de nuestra familia, no sólo la gente de Ceuta sino también de la Península.”

Habría que esperar cuatro décadas para que se produjese un nuevo alumbramiento múltiple de cuatrillizos en nuestra ciudad. Sucedió a principios de febrero de 1998. En este caso, todas las criaturas fueron niñas: María, Esther, Mónica e Irene, y sus afortunados padres Emilia y Manuel Román.

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