Sábado. 12:20 del mediodía. En la Plaza de los Reyes me cruzo con la concentración en protesta por la política actual del Gobierno. Creo ver allí a los de siempre: sindicalistas, gente de izquierda y poco más. Dos amigos me invitan a permanecer en el lugar. Les digo que, encantado, me sumaría, pero no a ésta sino a otra con distintos discursos y planteamientos compartidos por millares y millares de ciudadanos en demanda de reivindicaciones inaplazables ante la durísima crisis que vivimos. Y es que determinadas prédicas tan al uso, la verdad, me suenan a humo, a utopía, a puro oportunismo.
Veamos. Asistimos irremisiblemente al fin de un ciclo de prosperidad. El estado del bienestar de la segunda mitad del pasado siglo es insostenible. Se imponen nuevos modelos, otras políticas. La crisis envuelve en zozobra a Europa, especialmente en aquellos estados que renunciaron a hacer en su momento los ajustes precisos movidos por políticas electoralistas. El caso del gobierno de Zapatero. Cómo sacar de dónde no había conociendo la gravedad de tan delicado trance. Dentro de su lógica moderación, Solbes, su ministro de Economía, nos ha dejado unas perlas que no tienen desperdicio. Y si el PP goza de mayoría absoluta no es por sus siglas, sino por la madurez electoral de una ciudadanía que veía como el país se precipitaba hacia el abismo en forma de una intervención drástica e inevitable. Situación de la que estamos saliendo. Que no de la crisis.
No se equivocaba Rubalcaba en su campaña electoral cuando nos amedrentaba con los peligros de la “motosierra de Rajoy” y sus recortes por doquier. ¿Acaso había otra salida? Ante tan dramática circunstancia, ¿no habría hecho lo propio un gobierno socialista coherente, o de cualquier otro color, frente al delicado momento de probada emergencia nacional?
Nos irritan y nos asfixian los impuestos. Ya hasta con el 20 por ciento de los premios de la Lotería Nacional superiores a los 2.500 euros. Ponemos el grito en el cielo con los recortes en Sanidad, Educación y otros tantos servicios básicos. Ante un macro estado que gasta más de lo que ingresa, tal política es la más fácil a falta de otras alternativas más valientes y nada deseadas por los grandes partidos y su acomodada clase política.
Peligran las pensiones, se alarga la edad de jubilación. De la hucha están saliendo importantes cantidades de dudosa reposición. Vivimos más años. Anuncian que para 2017 las defunciones superarán a los nacimientos. Cada vez son menos los que cotizan para sostener un régimen que pagan quienes están trabajando. Es un sistema solidario. Sin un aumento de la pirámide de la población, cuestión difícil por las cargas fiscales que pesan sobre las familias, los planes privados de pensiones están más que nunca en el candelero.
Se critica ferozmente la reforma laboral, para la que Europa quiere aún más avances, como remedio a una situación en la que no sólo no se generaba empleo sino que éste se destruía en altos niveles. Sin un crecimiento mínimo del 1 o un 1,5 por ciento no será posible. Rajoy agradecía esta semana el esfuerzo que en estos dos primeros años de su legislatura hemos realizado los españoles. ¿Y en las instituciones y en la clase política? En las actuales circunstancias económicas la España autonómica con sus 17 parlamentos y sus 1.218 diputados, es inviable. 1.200 millones de despilfarro, a decir del profesor Roberto Centeno. ¿Y el Senado con sus 52 millones de euros de presupuesto, sus 266 senadores y demás acólitos? En medio de la que está cayendo y según ‘El Confidencial.com’, el sueldo mensual de su presidente es de 11.222 euros, 8.101 el de los vicepresidentes, 7.305 los portavoces y 2.813 el de los senadores, quienes, además, también se reparten el de otros 376 cargos remunerados. Senadores que disfrutan de los mejores smartphones del mercado renovables cada dos años bajo el soporte de 440 líneas, sus suculentas pensiones vitalicias inimaginables para el resto de la ciudadanía, generosas dietas, taxis…Y qué decir del dispendio de las traducciones de la Cámara con esos 10.000 euros por sesión.
Suprímase ya el Senado. En los países nórdicos no existe. En Alemania tienen sólo 100 senadores y EE UU sólo dos por estado. Vamos, como Ceuta y Melilla. Aminorarlo o suprimirlo es algo a lo que se oponen rotundamente PSOE y PP, y es que como afirma Francisco Palacios, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Zaragoza, “si desapareciese, los grandes partidos perderían un espacio de colocación administrativa, ya no sólo de los senadores sino también de asesores con funciones artificiosas y prescindibles”.
Podríamos seguir avanzando, pero el espacio es limitado. No es tiempo de determinadas utopías que proclaman sindicatos y la izquierda, no digamos de IU. El Estado actual es insostenible y el del bienestar agoniza. Basta ya de que las cargas caigan siempre sobre los mismos. Es el momento de exigírselas también al Gobierno y a los partidos políticos. A ese tipo de manifestaciones sí que me apunto. Y en primera línea.
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