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25 años de la tragedia: las 7 muertes de San Amaro

Los restos de los marroquíes Ahmed Faoubar, Khalid Aakab, Hakim Lamchawar, Khalid Tachi, Driss Zougarza, Abderrahaman El Fezazi y Abdenbi Harrak descansan en las tumbas que comprenden desde el número 1052 al 1058 del cementerio de Sidi Embarek, en Ceuta.

Allí fueron enterrados hace 25 años en la que fue la primera gran tragedia migratoria ocurrida en aguas de San Amaro. La patera de pescadores Antoñita, robada el día anterior y manipulada para facilitar este pase, quedó completamente destrozada muy cerca de la orilla. Los cuerpos de los ahogados, que tenían entre 21 y 46 años, fueron sacados del mar por los GEAS de la Guardia Civil.

No sabían nadar, si no es imposible que no pudieran llegar por sus propios medios al arenal.

Este primer capítulo de la historia negra de tragedias y muertes asociadas a la inmigración que 25 años después no ha terminado puso el foco en un drama al que no se ha puesto solución. El primer naufragio documentado de una patera fue el 1 de noviembre de 1988 en la playa de Los Lances, en Tarifa. Diez años después, en la madrugada del 30 de junio de 1998, se documentaría este en Ceuta. Siete muertos, los siete varones que dejaron atrás sus hogares en Tánger, Nador, Mekinés, Fez y Casablanca.

Las fichas con sus datos se guardan en el archivo del cementerio. Es un trámite importante porque supone disponer de una referencia para que años después sus familias puedan saber dónde fueron enterrados.

El trabajo de José Bejarano y Julio Quílez

En esas labores de identificación fue clave el trabajo desarrollado por el personal del cementerio de Sidi Embarek junto a la Guardia Civil, cuyo equipo de Policía Judicial invirtió todos los escasos recursos de la época en investigar a fondo lo sucedido.

Aquel grupo estuvo liderado por José Bejarano, Pepe, uno de los mejores investigadores que pasó por el equipo de PJ de la Comandancia de Ceuta.

En la ‘Antoñita’ viajaban más magrebíes que nunca fueron encontrados. El hallazgo de prendas en la playa que no correspondían con las que portaban los fallecidos llevó a concluir que tras aquella expedición frustrada hubo supervivientes a los que nunca se localizó.

Su testimonio hubiera sido determinante para contar con testigos que pudieran señalar a los culpables.

Aun así, a pesar de la dificultosa investigación, la Policía Judicial pudo presentar ante la justicia a uno de los responsables de aquella tragedia: la persona que organizó el trayecto.

Era la época de Julio Quílez como jefe de la Comandancia. Un periodo en el que resultaba determinante la cooperación con Marruecos para conseguir datos. Si en Ceuta solo se pudo presentar ante la justicia a un implicado que fue condenado por el Juzgado de lo Penal, en el país vecino la cascada de arrestos fue mayor.

Se pudo dar con quienes captaron a los varones y con los que les ayudaron a cruzar a Ceuta por la frontera con el compromiso de sacarlos por mar desde aquí a la Península. Fueron los responsables de estas 7 muertes y castigados con prisión.

La reconstrucción de la tragedia

La Policía Judicial reconstruyó las piezas de este puzle roto. Las pateras de pescadores permanecían amarradas en el arenal de cualquier playa de Ceuta o en el muelle de pescadores. De allí robaron la Antoñita y la manipularon para facilitar la entrada de más personas.

Esa manipulación convirtió la barca en un peligro que llevó al naufragio. Probablemente los inmigrantes se asustaron y tendieron a desplazarse o a querer saltar por el mismo punto produciéndose el accidente.

La Guardia Civil pudo dar con algunos de los actores de esta tragedia y cooperó con la Gendarmería para que al otro lado de la frontera se actuara en consecuencia.

Algunos de los fallecidos dejaron esposas e hijos, otros eran demasiado jóvenes para haberles dado tiempo a formar una familia. Murieron ahogados y tuvieron que ser enterrados con rapidez debido a que Ceuta no tenía depósito -ahora 25 años después tampoco lo tiene- para mantenerlos un tiempo.

El cementerio musulmán hizo un gran trabajo, con Abselimo a la cabeza, para guardar las identidades en el archivo. Años después las familias pudieron localizar las tumbas y rezarles físicamente.

Pasados 25 años el negocio del tráfico de personas continúa. Las pateras de pescadores dieron paso a las phantom y los traficantes de antaño ahora mezclan esta explotación con el tráfico de drogas.

Pero el dinero es el mismo, dinero sucio obtenido arriesgando las vidas de quienes solo quieren escapar de un país que no les ofrece alternativas. La delincuencia evoluciona pero las consecuencias son idénticas: muertes, tragedias y familias rotas para siempre mientras las mafias se hacen fuertes.

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