El 5 de junio de 1.972, en la capital de Suecia, el Ministro sueco de Agricultura, presidió la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, con la participación de 110 países representados por 1.200 delegados. Concluyó con la llamada Declaración de Estocolmo, que recogió en sus 26 principios el derecho a un medio ambiente sano. Sin duda alguna, la Declaración es un documento de obligada referencia y fue el primer documento suscrito a nivel internacional para reconocer la importancia de la conservación medioambiental del planeta.

Como antecedente hay que citar en este contexto la obra publicada diez años antes, en 1.962, por la bióloga norteamericana Rachel Carson, titulada “La Primavera Silenciosa” en la que puso de manifiesto la repercusión que −para los seres vivos− pueden tener las cantidades de venenos en forma de insecticidas, plaguicidas y herbicidas que son vertidas al medio ambiente.

En la Conferencia de Estocolmo se entregó a todos los delegados, al inicio de la misma, un interesante informe que redactaron Barbara Ward y Rene Dubos, publicado en diez lenguas y titulado “Una sola Tierra: el cuidado y conservación de un pequeño planeta”, fruto de la aportaciones de un centenar de importantes científicos de ámbito mundial. Se contemplaba el problema ambiental con implicaciones de tipo social, económico y político además de las puramente científicas.

Para conmemorar la efeméride de la Conferencia de Estocolmo, la Asamblea General de Naciones Unidas, en su resolución de 15 de diciembre de ese año, estableció la celebración anual del Día Mundial del Medio Ambiente, todos los 5 de junio. Desde entonces se designa un país anfitrión y un lema característico que constituye el eje de cada celebración. Nuestro país tuvo el honor de ser protagonista el año 2.004, en Barcelona y este año el país anfitrión es India con el lema: “Un planeta sin contaminación por plásticos”.

La utilización del plástico tuvo su gestación en la invención del celuloide en 1.865 o 1.868 por John Wesley Hyatt, disolviendo celulosa en una solución de alcanfor y etanol. Ocurrió de forma accidental ya que lo que pretendía era conseguir un material, para fabricar bolas de billar, sustitutivo del marfil.

El primer plástico totalmente sintético fue la baquelita, polímero a base de fenol o formaldehido, creado por el norteamericano Leo Hendrik en 1.909. Fue el inicio del desbordado proceso tecnológico de tanta utilidad −pero también tan peligroso− que se ha denominado la era del plástico.

Es indudable que el plástico llegó para quedarse. También es evidente que ha suministrado y suministra una gran cantidad de prestaciones y utilidades en casi todas las esferas de la vida: la telecomunicación, los electrodomésticos, la construcción, la agricultura, la medicina, los hogares, el vestido y el calzado, etc. Podemos decir que vivimos rodeados de plásticos, aunque sean de diversos tipos, con diferentes propiedades y utilidades: procedentes de monómero de base natural o sintética, de estructura cristalina o amorfa, termoplásticos o termoestables, etc.

Los plásticos, en general, poseen unas características que, precisamente por ello, les ha llevado a ocupar el lugar primigenio de uso en la época actual: son fáciles de fabricar y moldear, con un bajo coste relativo de producción, tienen una buena capacidad aislante a la electricidad, al sonido e incluso térmica, una baja densidad y gran resistencia a la corrosión.

Sin embargo su producción, utilización y desecho acarrean una serie de problemas. Unos relacionados con la repercusión en la salud humana y otros − por el gran volumen de residuos generados y la larga vida de los mismos − que afectan a las aguas y a la fauna marina esencialmente pero también a la terrestre. Gran cantidad de alimentos y líquidos se albergan en recipientes y botellas de plástico que contienen disruptores endocrinos como bisfenoles, ftalatos, cloruro de vinilo, estireno y metales pesados con repercusiones evidentes sobre la salud, aún no suficientemente estudiadas. El 100% de las playas analizadas en todo el mundo, dan positivo por microplásticos en la arena y el 100% de las muestras de agua de mar analizadas dan positivo por el disruptor endocrino bisfenol A, un aditivo del plástico.

Un vaso de plástico tarda más de 50 años en descomponerse, una botella de plástico 250 años y las pajitas de absorción de líquidos unos 1.000

Los animales marinos se ven afectados por el enredamiento y por la ingestión como alimento. Se han encontrado en muchos animales marinos y en muchas especies de pescado, una alta cantidad de residuos de plástico con repercusión evidente en la cadena alimentaria. Se calcula que anualmente más de 1 millón de aves marinas y más de 100.000 mamíferos marinos y tortugas, mueren por ingesta, toxicidad, asfixia y atrapamiento. La producción anual de plásticos puede estimarse en unos 300 millones de toneladas −España ocupa el 5º país europeo− y entre 5 y 13 millones de toneladas acaba en ríos y mares.

A titulo ilustrativo hay que puntualizar que: un vaso de plástico tarda más de 50 años en descomponerse, una botella de plástico 250 años y las pajitas de absorción de líquidos unos 1.000. Cada año, se usan 500.000 millones de bolsas de plástico, y en 2.016 se vendieron alrededor de 480.000 millones de botellas de plástico en todo el mundo, es decir, un millón de botellas por minuto.

Cada año se usan 500.000 millones de bolsas de plástico y en 2.016 se vendieron alrededor de 480.000 millones de botellas de plástico en todo el mundo

No cabe duda que la celebración este año del Día Mundial del Medio Ambiente no puede estar más de actualidad ya que el problema del plástico requiere un enfrentamiento frontal. No podemos prescindir de este material pero si es inevitable una utilización y gestión responsable. Y no solo por intervención legislativa de los Estados, sino con la participación de las personas en la utilización y desecho.

Entre medidas institucionales ya adoptadas y las que tienen que continuar pueden recogerse: el reciclado −aunque lamentablemente el volumen está actualmente en menos del 10 % − la no inclusión de aditivos peligrosos en la elaboración, la no entrega las bolsas de plástico gratis ni en venta en los mercados, la eliminación de ventas de plásticos de un solo uso como pajitas, platos y cubiertos, bastoncitos de oídos, boquillas de cigarrillos, etc. y por supuesto la implicación ciudadana, que disminuya su consumo. La mitad del plástico que usamos es de un solo uso o desechable.

Puede concluirse asimismo que un instrumento importante, a nivel general, será la implantación de la Economía Circular, opuesta a la economía lineal de: extraer, fabricar, consumir y desechar. Está basada en el uso sostenible de los recursos, cerrando el ciclo de vida de los productos, los servicios, los residuos, los materiales, el agua y la energía. Y es que parafraseando a Barbara Ward, solo tenemos una Tierra.

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