Suceden situaciones en esta ciudad lo suficientemente graves como para que causaran una reacción colectiva. Curiosamente en vez de hacerlo, la sociedad parece empeñarse en la entrega a una anestesia general que evite que veamos la realidad que empieza a devorarnos. Nada cambia. Si ustedes miran 20 años atrás y repasan la hemeroteca podrán comprobar que seguimos luchando contra los mismos problemas pero sin la fuerza necesaria como para eliminarlos. Hay una parte de la sociedad que cree que todo esto no le afecta. Tiene un puesto fijo en una administración, desempeña un trabajo por oposición y se lleva a su casa el razonamiento simplista de ‘yo, pase lo que pase, cobraré lo mismo a final de mes’. Por eso las manifestaciones no salen adelante, por eso permitimos que haya una serie de maestros de ceremonia que no dan la talla y a los que les entregamos la gestión de nuestros problemas como ciudad, demostrando su incapacidad manifiesta. El pasotismo interesado anida en una parte de la ciudad que rechaza ese concepto de ‘hacer sociedad’ porque los problemas no son suyos. O eso creen.
Luego está el resto, que se mueve a caballo entre las pesadillas que siempre nos contaron generación tras generación del futuro de Ceuta y esa querencia por seguir en una tierra que constituye la patria chica de cada uno. Se le ve las orejas al lobo bajo el miedo de que la tranquilidad siempre sostenida entre alfileres se quiebre y cualquier rabieta colectiva termine transformándose en cuestión de Estado. Porque todo lo que pase aquí lo es.
Incapaces de asimilar la gravedad de los problemas inmediatos, de los efectos del estornudo de una frontera enferma y una falta de alternativas económicas distintas, nos dejamos vencidos en un presente sin mirar siquiera el futuro inmediato de nuestras acciones y comportamientos, aunque de ese modo de proceder dependa algo tan sagrado e importante como el futuro de nuestros hijos. Si es que queremos Suceden situaciones en esta ciudad lo suficientemente graves como para que causaran una reacción colectiva. Curiosamente en vez de hacerlo, la sociedad parece empeñarse en la entrega a una anestesia general que evite que veamos la realidad que empieza a devorarnos. Nada cambia. Si ustedes miran 20 años atrás y repasan la hemeroteca podrán comprobar que seguimos luchando contra los mismos problemas pero sin la fuerza necesaria como para eliminarlos. Hay una parte de la sociedad que cree que todo esto no le afecta. Tiene un puesto fijo en una administración, desempeña un trabajo por oposición y se lleva a su casa el razonamiento simplista de ‘yo, pase lo que pase, cobraré lo mismo a final de mes’. Por eso las manifestaciones no salen adelante, por eso permitimos que haya una serie de maestros de ceremonia que no dan la talla y a los que les entregamos la gestión de nuestros problemas como ciudad, demostrando su incapacidad manifiesta. El pasotismo interesado anida en una parte de la ciudad que rechaza ese concepto de ‘hacer sociedad’ porque los problemas no son suyos. O eso creen.
Luego está el resto, que se mueve a caballo entre las pesadillas que siempre nos contaron generación tras generación del futuro de Ceuta y esa querencia por seguir en una tierra que constituye la patria chica de cada uno. Se le ve las orejas al lobo bajo el miedo de que la tranquilidad siempre sostenida entre alfileres se quiebre y cualquier rabieta colectiva termine transformándose en cuestión de Estado. Porque todo lo que pase aquí lo es.
Incapaces de asimilar la gravedad de los problemas inmediatos, de los efectos del estornudo de una frontera enferma y una falta de alternativas económicas distintas, nos dejamos vencidos en un presente sin mirar siquiera el futuro inmediato de nuestras acciones y comportamientos, aunque de ese modo de proceder dependa algo tan sagrado e importante como el futuro de nuestros hijos. Si es que queremos que lo tengan.