Desde que tengo uso de razón, me enseñaron que las palabras y DIos debían ser elementos claves de tu vida para así cumplir cada uno de tus objetivos vitales que te propongas; ya sea profesional y/o personal.
Sin embargo, el tiempo pasó; la desigualdad creció; la pobreza estalló; y la ignorancia se ha convertido en patrimonio de la humanidad. Aprendí que por mucho que reces el pan te lo va a dar las palabras; y las palabras te acercarán a la verdad. Aunque si lo prefieres y quieres seguir caminando por las llanuras de la indolencia sigue apretando las palmas de tus manos ante cualquier Dios que te apetezca ya que por religiones en el mundo tienes donde elegir de sobra.
En pleno siglo XXI, seguimos en un país donde religión y educación siguen de la mano y este binomio pone de manifiesto que una sociedad no avanza hacia la igualdad de oportunidades, como queda demostrado a lo largo de toda nuestra historia. En caso de duda, véanse el caso de todas las guerras, con sus causas, generadas ayer y hoy; y tomen vuestras propias conclusiones.
Bueno, en este sentido, que un gobierno tome la decisión de vincular la educación con la religión tiene “delito” pero que la ciudadanía le siga el juego no solamente es irrisorio si que, incluso, es indignante para el futuro de todos y todas.
Muchos papas y mamas creen que matricular a sus hijos e hijas en la educación concertada se aproxima más al éxito educativo y que, seguramente así estarán más cerca de ser astronautas, médicos e ingenieros, entre otras profesiones de gran calado. Pero lejos de la realidad lo único que favorece con tal decisión es justificar que todos los ámbitos socioeconómicos sean de naturaleza privada.
Por ello, espero que todos los padres y madres tengan una gran cuenta de ahorro que dejarle a sus hijos ya que, de seguir con estas maneras de desmantelar lo público, no podrán ni satisfacer sus estómagos.
¡Hay que hablar claro! papas y mamas os estais pegando un tiro en el pie y, sois tan inconsciente, con llevar a vuestros niños y niñas a la educación concertada que cuando os queráis dar cuenta el horizonte estará lleno de logotipos. Es decir, en el bolsillo de la bata del cirujano pondrá “visita Qatar”; en mi ciudad la institución que representa al pueblo se llamará “Microsoft Ayuntamiento de Cádiz”; y a mitad de una sesión educativa se paralizará por que entrará un canuto publicitario. Si no al tiempo.
En esta línea, mostráis una ignorancia preocupante. La ignorancia no se representa, exclusivamente, con no saber abordar, con sentido crítico el presente sino, también, el futuro. El acto de priorizar que instituciones como la educación sea concertada dinamita poco a poco el Estado del Bienestar hasta tal punto que sólo será correspondido para un grupo reducido de personas.
No obstante, la problemática de la educación no sólo se basa en si es pública o concertada, que en gran parte sí, sino que igualmente reside otros pilares relevantes como son la ratio, los contenidos curriculares y la vinculación con el entorno.
Un gobierno que permite ratios elevados de alumnos y alumnas por aulas educativas es un ejecutivo tirano que persigue la actitud crítica y abandona a su pueblo hacia el analfabetismo del siglo XXI; es decir, no entender lo que lee ni escribir con expresión.
Hoy más que nunca necesitamos seres críticos que replanteen conceptos socioeconómicos nuevos para revertir la atroz desigualdad con la que convivimos. Pero con estos ratios inadecuados donde no puedes dedicarle ni 2 minutos por alumno o alumna en cada sesión; generar inquietud y atender a la diversidad es una mera utopía.
Después, los contenidos curriculares están totalmente desvinculados al mercado laboral. Asimismo, una vez logramos títulos educativos, por un lado, rara vez encontramos trabajo en función de nuestra formación y, por otro lado, empezamos en un tablero de juego que se llama darwinismo social (sobrevive el más apto).
En el caso andaluz, es atronador, la distancia que existe entre contenido curricular y mercado laboral. De ahí, que no sea casualidad que nuestra nación tenga los peores datos ya no sólo de desempleo estructural sino de índices de competencia, proactividad, calidad de empleo y movilidad social. Y así, es prácticamente imposible salir de la órbita inequitativa ya que en Andalucía uno de cada tres andaluces y andaluzas se encuentra en exclusión social (1d3).
Es obvio, que existen muchos más factores que provocan que Andalucía posea tales datos negativos socioeconómicos pero los contenidos curriculares es importante que se elaboren de la mano de una estructura laboral que permita conquistar derechos y alcanzar oportunidades.
Siguiendo con el caso andaluz, su educación está totalmente marginada a la conexiòn con su entorno puesto que sólo nos acordamos de Andalucía el 28 de febrero donde los centros educativos nos invitan a un desayuno de pan con aceite y, mira por donde se nos obsequia con un día libre.
¿Por qué no se estudia a Blas Infante en las escuelas, institutos y universidades? ¿por qué no se estudia de una manera más minuciosa sus aspectos socioeconómicos? ¿ por qué se nos corrige cuando nos expresamos con nuestro acento? ¿ por qué no se escriben asignaturas que construyan una mayor conciencia andaluza ? ¿ por qué no se explica la soberanía andaluza ?
Los andaluces y andaluzas hemos tenido que navegar con una educación tan poco sensible con nuestra nación, que sumado al indignante ratio y a unos contenidos curriculares que no corresponden a los tiempo de hoy, ha originado, incluso, que un sector importante de nuestro alumnado escriban Andalucía, sin mayúscula y sin tilde en la i. Esto vislumbra síntomas de un claro abandono a nuestra suerte, un “centralismo“ que lo único que nos proporciona es miseria y una carencia importante de preocupación por nuestra tierra.
No es cuestión de ser malos estudiantes, ni tampoco de no tener suficiente capacidad intelectual, ni mucho menos de vagueza, es peor aún ya que el motivo real de que los alumnos y alumnas escriben andalucía, sin mayúscula y sin tilde en la i se debe a una falta imperiosa de inquietud por su nación andaluza. Y, por supuesto, esa falta de inquietud es motivado por el sistema educativo que está instalado en Andalucía cuya características han sido comentadas con anterioridad.
En este caso, la ausencia de inquietud por tu matria relega a otros entes (por ejemplo, centralismo) la responsabilidad de que gestionen tus recursos socioeconómicos bajo los intereses de los de siempre; es decir, de la élite. Haciéndonos creer que con estas maneras nos caerán las oportunidades del cielo cuando realmente lo que nos encontramos es una realidad de desigualdad más grande que un continente.
Sin inquietud por lo nuestro, Andalucía, naufraga en una tierra sin soberanía, sin acento, sin historia, sin himno y sin solidaridad entre nosotros. Por ello, la inquietud es el único sendero donde agarrarnos para principiar en una primavera de oportunidades para todos y todas. De no ser así, el único patrimonio que poseeremos será la ignorancia siendo ésta tan peligrosa como “no llegar a fin de mes“.
Por último, galopemos por una educación tan pública como la calle, con sus defectos y virtudes; con la pizarra de expresiones que incorporen todas las acuarelas culturales; con la insurrección en la bajada de ratio; con la tiza de Blas Infante enseñando los dolores de mi tierra sureña; y, quizás así, logremos que nuestros alumnos y alumnas, terminen por escribir Andalucía con mayúsculas y tilde en la i.
Intentemos buscar la verdad. De lo contrario no habremos vivido. ¡Ay! inquietud, esa mujer que un día me besó y, a partir de ahí, nada fue lo mismo.
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