Sabéis. -mis queridos lectores- amar no es cosa fácil, lleva su carga de dolor... Sin embargo, amar te hace libre, porque amas lo que quieres amar a pesar de las dificultades que puedes encontrar en ello... Si amas de verdad, con profundidad, es algo duradero y no presa de un capricho, o de un momento de aburrimiento de un domingo por la tarde donde puedes sentir la náusea de la existencia como sentían los “existencialistas”
- A nuestro modo de ver, no existe un solo amor que te abarque completamente, porque cada persona tiene su encanto personal que puede llegar a enamorarte y a desear su presencia más allá de las limitaciones de cómo está configurada los usos y costumbres de la sociedad...
- Aún en el caso que tengas una imperecedera hoguera de amor con tu amada, siempre cabrá en tu corazón aquella mirada que te cruzaste con una desconocida en el tren que bajaba hacia el sur en la estación de Atocha... O aquella muchacha que te dejó un poema sólo con su nombre de pila y que apenas intercambiasteis unas palabras que nunca más se volvieron a entrecruzar... O, aquel sueño con la diosa del amor, que nunca supiste si fue del todo un sueño; o, caso fue otra realidad más allá de las horas presentes que sólo marcan el tiempo en el viejo reloj de la plaza del ayuntamiento, y que las campanas de la catedral dejan caer su sonido de bronce repitiendo el mismo eco de golpe en golpe sin término...
- Sí: el amor no tiene amo ni patrón, pues se ama lo que se quiere amar... Nada está atado, salvo las ataduras que tu corazón desee poner a tus sentimientos... El amor nace como una atolondra, con sus alas extendidas en el aire dispuesto a posarse en aquel que lo desea y necesita sentir el pulso de la vida en toda su intensidad. Nada se termina ni acaba en el amor, pues el amor da significado a la vida, de tal modo, que al cabo no sabemos identificar como diferentes el amor de la vida; pues es claro, y lo poetas lo cantan desde siglos: ¡Qué el amor nos da la vida, y la vida sólo tiene sentido en el amor!
Aún en el caso que tengas una imperecedera hoguera de amor con tu amada, siempre cabrá en tu corazón aquella mirada que te cruzaste con una desconocida en el tren que bajaba hacia el sur en la estación de Atocha..
- Dicen que el amor es un juego entre las sombras de la noche que alumbran los rayos de plata de la luna; y la luz del alba que rompe la mañana con la claridad del nuevo día que acaba de nacer...
- Y, lo podéis comprobar, pues ahí os dejo el Acto Tercero -escena quinta- de la obra imperecedera y trágica del amor imposible entre Romeo y Julieta, que William Shakespeare, escribiera:
(Galería cerca del cuarto de Julieta, con una ventana que da al jardín)
- «Julieta: ¿Tan rápido te marchas? Todavía falta mucho para que amanezca. Es el canto del ruiseñor, no el de la alondra el que se escucha. Todas las noches se posa a cantar en aquel granado. Es el ruiseñor, amado mío.
-Romeo: Es la alondra que advierte que ya va a amanecer; no es el ruiseñor. Observa, amada mía, cómo se van tiñendo las nubes de levante con los colores del alba. Ya se extinguen las teas de la noche. Ya se adelanta el día con veloz paso sobre las mojadas cumbres de los montes. Tengo que marcharme, de otra manera aquí me aguarda la muerte.
"El amor no tiene amo ni patrón, pues se ama lo que se quiere amar... Nada está atado, salvo las ataduras que tu corazón desee poner a tus sentimientos..."
-Julieta: No es ésa la luz del alba. Te lo puedo aseverar. Es un meteoro que de su lumbre ha despojado el Sol para guiarte por el camino a Mantua. No te vayas. ¿Por qué partes tan rápido?
- Romeo: ¡Que me capturen, que me maten! Si lo ordenas tú, poco me importa. Diré que aquella luz gris que allí veo no es la de la mañana, sino el pálido destello de la Luna. Diré que no es el canto de la alondra el que retumba. Más quiero quedarme que abandonarte. Ven, muerte, pues Julieta lo quiere. Amor mío, sigamos conversando, que todavía no rompe el día.
-Julieta: Es mejor que te vayas porque es la alondra la que canta con voz ronca y desentonada. ¡Y muchos aseguran que sus sones son melodiosos, cuando a nosotros vienen a apartarnos! También aseguran que cambia de ojos como el sapo. ¡Ojalá cambiara de voz! Maldita sea porque me aleja de tus encantos. Vete, que cada vez se clarea más la luz.
-Romeo: ¿Has dicho la luz? No, sino las tinieblas de nuestro destino. (Entra el Ama).
-Ama: ¡Julieta!
-Julieta: ¡Ama!
-Ama: Tu madre viene hacia acá. Ya casi rompe el alba. Prepárate y no te descuides.
-Romeo: ¡Un beso! ¡Adiós! (Se va por la escala).
-Julieta: ¿Te marchas? Mi señor, mi dulce dueño, envíame informes de ti todos los días, a cada segundo. Tan lentos transcurren los días infelices, que tengo miedo de marchitarme antes de volver a ver a mi Romeo.
-Romeo: Adiós. Te enviaré informes de mí y mi bendición mediante todas las formas que tenga al alcance.
-Julieta: ¿Crees que volveremos a vernos?
-Romeo: Tengo la seguridad; además también tengo la certeza de que en dulces conversaciones de amor recordaremos nuestras aflicciones de ahora.
-Julieta: ¡Por Dios! ¡Qué présaga tristeza la mía! Parece que te veo muerto encima de un armazón. Aquél es tu cuerpo, o me mienten los ojos.
"A nuestro modo de ver, no existe un solo amor que te abarque completamente, porque cada persona tiene su encanto personal"
-Romeo: Pues también a ti te ven los míos pálida y manchada de sangre. ¡Adiós, adiós! (Se va).
-Julieta: ¡Oh, ventura! Te nombran mudable: a mi amante fiel poco le importan tus mudanzas. Sé mudable en buena hora, y así no lo retrasarás y me lo devolverás después...»
El amor te abrasa, te quema, te incendia el alma como un fuego inextinguible que no acabara nunca... El amor no tiene límite, ni frontera, ni atadura que impida que se allegue a tu corazón y te haga sentir el deseo inexcusable de unirte al amado...
San Juan de la Cruz dejó escrito los versos más hermosos jamás escritos acerca del amado y la amada, que si es claro en su intención que van referidos al alma -la amada y Cristo -el Amado-, pudiera también referirse al amor deseante y deseado de la mujer - alma que amas-; porque llegado al punto de amar de manera incondicional, no caben diferencias en el sentimiento amoroso. leed, ahí dejo sus versos....
En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquésta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!
¡oh noche amable más
que el alborada!
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
Son estrofas de un poema que te sumergen en las aguas infinitas del mar, más allá de años y leguas -como titulara Gabriel Miro a unos de sus libros-. Versos donde los amantes se unen hasta desaparecer el tiempo y la distancia entre ellos, para conformar una sola unidad entre el cielo y la tierra. Palabras, que más que palabras, pongamos: sentimientos puros, excelsos, donde recala la poesía que en cada rima subyace el enigma de la creación que Dios dispuso un día, y aún no acaba ni tiene término.
Podemos apuntar: que ya no congenian dos pensamientos diferenciados; sino una sola voz interiorizada que se agranda a cada hora y habita imperecedera entre el sueño eterno de los enamorados. El amado y la amada que se funden en un solo ser, en una nueva entidad donde lo masculino y lo femenino se entrelazan al modo como las enredaderas rodean y besan al árbol que las sostienen.
Diríase como dijo el franciscano: «cesó todo y dejéme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado», que, trasladado a este instante, podríamos apuntar que el amor fue capaz de romper la barrera de lo personal y del ego que nos diferencia en una dualidad, para transformarse en la primera persona del plural, donde el tú y el yo se han extinguido para renacer en un nosotros...