El sentimiento de crispación popular contra la ley de amnistía ha cruzado cualquier límite previsto en una democracia, dejando buena muestra del tipo de oposición política que tenemos con partidos cuya única forma de dirigir su protesta ante los movimientos de ficha de Sánchez ha pasado por llamar a las barricadas.
Esas concentraciones en la calle han sido un caldo de cultivo para que se cuele lo más selecto de la radicalidad y el resultado lo hemos tenido en disturbios descontrolados cuya condena política no ha sido ni lo rápida ni lo contundente que debiera.
Que unas formaciones como PP y Vox solo sepan tirar de manifestaciones para ejercer presión contra el PSOE demuestra el nivel que tenemos.
Estamos ante un debate crucial, polémico y causante de más divisiones que nunca. El disparate de un Sánchez capaz de quemarse por unos apoyos ha soliviantado a pesos pesados de su partido y no ha hecho sino florecer a los peleles que tiene repartidos por las distintas autonomías que o bien callan y se esconden o bien aplauden sin saber siquiera el ridículo que están haciendo.
Se ha elegido el peor de los caminos, el más equivocado y el que más enfrentamientos está causando en todo el país. Pero ante lo que sin duda es una etapa estratégica tenemos a una oposición que lo único que sabe liderar son protestas que se les van de las manos.
En Ceuta tuvimos el pasado domingo esa especie de imitación de ‘El Encuentro’ del Martes Santo que esperaba el PP y que no llegó ni a ‘Encuentro Chico’ de Hadú. Tuvimos también a los cachorros de Abascal que al margen de acordarse siempre para mal de las pobres madres de sus opositores fueron incapaces de movilizar a las masas.
Unos y otros aparecen como meros seguidores de unas direcciones nacionales que ni siquiera saben estar a la altura para plantear estrategias y debates que no supongan echar más leña al fuego.
Faltan voces sensatas, esas tan difíciles de encontrar en escenarios en los que la política hace tiempo que cedió su puesto al ansia de poder. No se está hablando del futuro de un país sino del futuro de quienes lo manejan o aspiran a hacerlo a cualquier precio.
Lo que antes era “jarabe democrático” ahora es “llamar a las barricadas “. Claro: antes lo hacía la izquierda y ahora la derecha. Muy ecuánime su opinión.